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Informe PISA 2015 ¿varapalo u oportunidad?

Si en Euskadi los resultados han descendido resultará un trabajo estéril no considerar que exista un origen multifactorial y todo intento de simplificarlo fracasará

Jesús Prieto Mendaza

Jueves, 8 de diciembre 2016, 01:45

Hemos conocido los resultados del Programme for International Student Assessement 2015, más conocido como Informe PISA, y pareciera que un terremoto de magnitud 9 en la escala Richter hubiera sacudido el sistema educativo vasco. Poco han tardado unos en aprovechar los aspectos positivos, que los hay (como ser una de las comunidades con menor abandono escolar, un 24% frente al 31% de la media española) para autoafirmar las bondades de nuestra educación y otros en atacarla, enarbolando los resultados negativos (que evidentemente también existen), más con argumentos de corte político que pedagógicos. Personalmente, creo más en la validez de las Pruebas de Evaluación Diagnóstico que realiza en el contexto de Euskadi el Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa pues todas ellas se traducen en la práctica en planes de mejora anuales, con actividades e instrumentos de evaluación consensuados en los claustros. Tampoco debemos olvidar que las pruebas PISA han sido objeto de numerosas críticas, al considerarse las mismas cercanas a lo que es un test de inteligencia y medir más rendimiento escolar que evaluación por competencias. Aun así, más que intentar buscar algún chivo expiatorio al que cargar todas las culpas (el fallo es del profesorado que tiene muchas vacaciones, del alumnado inmigrante que baja el nivel de euskera, de los recortes realizados por la administración) debiéramos recordar que este informe no tiene como objetivo denunciar las carencias de un sistema, sino ayudar a promover su mejora, y yo me quedo con este loable propósito si sirve para la revisión de algunos de nuestros planteamientos pedagógicos, didácticos o metodológicos.

Si en nuestra comunidad vasca los resultados han descendido notablemente con respecto al anterior informe de 2012 en Matemáticas, Ciencias y Lectura, resultará un trabajo estéril no considerar que exista un origen multifactorial y todo intento de simplificarlo fracasará. Si en pleno siglo XXI seguimos pensando que el aprendizaje de nuestros alumnos se produce sólo y únicamente por la intervención del profesorado, estaremos analizando con instrumentos del siglo XIX la educación del tercer milenio. El experto profesor de la UAB, Francisco Cascón Soriano, en unas jornadas pedagógicas celebradas en 2010, se dirigió a los y las docentes allí presentes en estos términos: «Si ustedes piensan que son trasmisores de conocimientos, se pueden quedar en paro en un breve espacio de tiempo. En este momento hay máquinas más eficaces y baratas que ustedes para conseguir esto. Sin embargo, si ustedes creen que son dinamizadores de procesos educativos, curriculares y emocionales de sus alumnos, entonces serán ustedes insustituibles». He aquí el auténtico quid de la cuestión, considerar que la escuela es una auténtica comunidad educativa, en la que la competencia para la comunicación lingüística, como todas las demás, no se adquiere en una relación exclusiva docente-discente, sino en interacción constante con otros profesores, compañeros, personal no docente, monitores, familiares y cuantos agentes sociales intervengan en el centro. Tan sólo esta relación dialógica conforma alumnos/as realmente competentes.

En ese sentido se podrían lanzar ya algunas preguntas. En un sistema bilingüe como el nuestro otras comunidades como Galicia o Cataluña obtienen mejores resultados. Quizás debamos plantearnos si el euskera en nuestro sistema está siendo observado más como herramienta de construcción identitaria (por lo tanto objeto de utilización política) que como competencia transversal, fundamental, junto al castellano, para el logro de todas las demás competencias. En este sentido el proyecto de educación trilingüe, no concibo un futuro que no pase por ello, en euskera, castellano e inglés debiera ser recuperado.

Realmente extraño resulta el puesto alcanzado en ciencias, tan sólo Canarias, Extremadura y Andalucía quedan por detrás. En una comunidad, como la vasca, en la que nuestro tejido productivo se apoya en gran medida en la tecnificación y la innovación, exigiendo para ello personal altamente cualificado, estos resultados debieran urgirnos a un análisis sobre el estado del área científico-tecnológica.

En matemáticas, siendo nuestros resultados más acordes con la media, también hemos de replantearnos si las mismas se trabajan apoyadas en situaciones significativas para el alumnado, es decir, supuestos prácticos para la vida o para un futuro laboral, o si, por el contrario, los procesos de aprendizaje se basan en un concepto decimonónico del mismo.

Finalizo con una mención a la implementación de las TIC en la escuela. También aquí constato que otras comunidades, sin pizarra digital u ordenadores portátiles en todas las aulas, obtienen mejores resultados que nosotros. Observo, por lo tanto, que adorar el ídolo de la tecnología y los dispositivos digitales per se no garantiza el éxito escolar si este esfuerzo tecnológico no se ve acompañado por algo fundamental, que me niego a relegar a un segundo plano: la humanidad. Y todo esto no sólo en lo referido al alumnado, si nos acercamos al profesorado comprobaremos que numerosos docentes y equipos directivos están más ocupados en cumplir con las tareas burocráticas que un sinfín de nuevas aplicaciones y programas informáticos les exigen a diario, desviando su atención de lo más importante: su implicación en la educación de su alumnado.

PISA 2015. Ni desastre ni tragedia, simplemente una oportunidad para la reflexión.

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