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Kathleen Balfe posa en los jardines del Auditorio Manuel de Falla, en la colina de la Alhambra, donde tiene su sede la Orquesta Ciudad de Granada.
Al talento le gusta el sol

Al talento le gusta el sol

Profesionales extranjeros de alto nivel eligen España por la comida, la vida en la calle, el buen rollo... Nos critican la burocracia, la falta de iniciativa y el mal inglés

INÉS GALLASTEGUI

Martes, 16 de mayo 2017, 02:03

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De España, a los turistas les gusta el sol, el paisaje, los monumentos y la gastronomía. Pero hay extranjeros que deciden quedarse en nuestro país no unos días, sino varios años. O toda la vida. En un mundo global, muchos emprendedores, ejecutivos, investigadores, artistas y profesionales de alto nivel toman decisiones sobre su carrera con criterios que van más allá del sueldo, los impuestos o las perspectivas de desarrollo de sus proyectos. Los que se quedan entre nosotros valoran que el clima sea agradable la mayor parte del año, la gente, maja y con un carácter abierto, y la comida, rica y barata. «Pero el buen rollo no basta», asegura Mateu Hernández, director de Barcelona Global, una asociación sin ánimo de lucro empeñada en convertir a la capital catalana en «una de las mejores ciudades del mundo para atraer talento y desarrollar actividad económica».

Hay aspectos en los que las ciudades españolas no salen bien paradas, como los salarios más bajos que en nuestro entorno, la fiscalidad el régimen de las 'stock options' no es competitivo para atraer a ejecutivos o un exceso de burocracia que dificulta los negocios... y la vida. El dirigente de Barcelona Global también destaca como hándicaps el bajo nivel de inglés de la mayoría de la población y la ausencia de buenos colegios internacionales accesibles, por ejemplo, para investigadores con un nivel salarial medio. ¿Qué necesita el talento para echar raíces? ¿Y qué le damos? Cuatro extranjeros nos lo cuentan.

Kathleen Balfe Violonchelista. Granada

Con la música a otra parte

Kathleen Balfe (San Francisco, Estados Unidos, 1977) tenía claro que el mercado de trabajo de un intérprete de música clásica es el mundo entero. A los 26 años se encontró con ofertas de cuatro orquestas, en Alabama, Hawai, Hong Kong y Tenerife. Quería salir de Estados Unidos y, entre China y España, optó por esta última: «Decidí por calidad de vida y porque quería integrarme en una cultura». En 2002 consiguió una plaza en la Orquesta Sinfónica de Canarias, pero las complicaciones para obtener el visado en plena guerra de Irak la mantuvieron cerca de un año en tierra de nadie, sin trabajo, sin hablar español y tirando de tarjeta de crédito. En Tenerife vivió cuatro años, pero allí no había posibilidades de promoción; le faltaban estímulos, oportunidades para tocar sola, y en 2007 se presentó a una audición para una plaza de solista en la Orquesta Ciudad de Granada (OCG). Desde entonces vive a los pies de la Alhambra, viajando a menudo a las islas, donde está su pareja, y tocando puntualmente en otras formaciones de cámara en Andalucía, Canarias y California.

De España, que conoce de cabo a rabo, le atrae casi todo. La gente, la gastronomía, el paisaje, muy parecido al de su California natal, y el sistema sanitario y de seguridad social. Se considera más protegida que en su país. «Allí me sentía un pez pequeño en un mar lleno de peces grandes que te van a comer para su beneficio. No entiendo un país que no cuida a sus viejos -señala-. Aquí veo más comunidad, más humanidad».

En su trabajo está muy contenta. «La OCG es como una pequeña ONU. Hay serbios y croatas, norteamericanos y chilenos Que todos podamos llevarnos bien en una orquesta tan diversa me da esperanza», asegura. Le gusta que en su país de acogida la música sea una apuesta pública: «Demuestra que al ciudadano común le importa la cultura. Eso en Estados Unidos es impensable; todo es patrocinio privado». Admite que ese principio se ha tambaleado con la crisis y los recortes, pero incluso a eso le encuentra su parte positiva: «Quizá antes no se vigilaban suficientemente los costes». La burocracia le ha hecho llorar más de una vez de frustración -«No me he acostumbrado»-, pero también le ve el lado bueno: «Cuando las cosas van demasiado rápido, se cometen errores».

El 'ángel de los negocios' alemán

Henrik Sprengel (Güterslo, Alemania, 1970), doctor en Derecho y MBA, trabajaba para Bertelsmann en Shanghai cuando le enviaron para dos semanas a Barcelona y se enamoró de la ciudad. No paró hasta que le destinaron allí y, al cabo de un par de años, se desvinculó de la multinacional para emprender sus propios negocios. «Primero fue la decisión emocional de quedarme por amor a la ciudad y después pensé en buscar oportunidades. No al revés», asegura. A través de HS3 fundada con su gemelo, Holger crea e impulsa proyectos empresariales hasta que se establecen. Desde Cooltra, la compañía de alquiler de motos líder en Europa, hasta la clínica de terapias con cannabis Kalapa, pasando por The Story Tailors, una editorial de libros infantiles personalizables, o los restaurantes La Vietnamita. En total ha creado más de 300 puestos de trabajo. Los hermanos Sprengel un tercero también se ha trasladado a Barcelona son además mecenas del centro de arte y cultura Espronceda.

Henrik ha echado raíces: está casado con una catalana y acaba de tener un bebé. De Barcelona le encanta casi todo: la gente abierta, el buen tiempo, la comida, la cultura en la calle y «un 'savoir vivre' contagioso». Tiene cerca la playa para hacer kitesurf y los Pirineos para esquiar. Ha vivido en Nueva York, París, Roma y Londres, y hoy por hoy su única alternativa sería Berlín. «Pero por el clima, la comida y el ambiente, es la segunda opción», admite.

Recuerda con cariño a un empleado de banco que empezó a hablarle en alemán como si fuera de la familia cuando era nuevo en la ciudad. «Los catalanes tienen fama de ser menos generosos que los andaluces, pero a mí, como alemán, me dio tanto calor y buena onda que pensé: me encanta este país», afirma. Curioso, porque después de 14 años aquí no tiene tan «buen rollo» con los bancos. «Cuando necesitas un crédito, quieres matarlos a todos», bromea. Y añade, más serio: «En España la financiación es un problema. El famoso departamento de riesgos de los bancos que deniega todas las solicitudes de préstamo mata las aspiraciones de muchos proyectos». Por suerte, algunos emprendedores se convierten en 'business angels' y reinvierten sus beneficios en la ciudad. Como él mismo.

De las antípodas con una mochila

Boaz Kogon (Melbourne, Australia, 1972) se quedó con las ganas de hacer un año sabático de veinteañero, así que después de estudiar ciencias y trabajar diez años en su país, cogió una mochila y se marchó a Europa. En la República Checa se enamoró de Jan y se mudó a Praga. «Es una ciudad muy bonita, pero los inviernos allí son muy largos. Para un australiano, no debería existir un país sin playa», recuerda. Buscando un destino soleado y con un idioma «útil», se decantaron por España. En aquel momento, 2007, Cataluña hacía campaña para atraer científicos y se instaló allí para realizar el Master de Economía de la Ciencia y la Innovación. Durante ocho años ha sido responsable de Estrategia y Desarrollo en el Instituto Catalán de Nanotecnología, y hace nueve meses se incorporó como director de Innovación al Royal Melbourne Institute of Technology.

La elección de Barcelona ha supuesto «un gran sacrificio» económico por ejemplo, su pareja nunca ha encontrado trabajo fijo en marketing, pero le compensan otras cosas. «Es una ciudad cosmopolita y atractiva, con mucha movida y una gran oferta cultural. En verano tenemos un desfile de visitantes que no vendrían a vernos a un pueblo perdido en Centroeuropa», admite. A su juicio, la mayor pega es una burocracia «desesperante» y «kafkiana», que obliga a los extranjeros a hacer «colas interminables» y «papeleos tontos», agravada por el hecho de que algunos trámites solo pueden hacerse en catalán. «Si al menos pusieran por escrito los 27.000 pasos que hay que dar para conseguir las cosas... Nos hemos sentido acogidos por la sociedad y rechazados por la administración», lamenta.

También se han encontrado con una ventaja que en principio no influyó en su decisión pero ha terminado por ser esencial. «Nos hemos casado y tenemos una niña de 2 años. Nuestra hija va a la escuela y allí hay otras parejas gais. Nunca hemos tenido el menor problema. En España está asumido y no hay ni que hablarlo subraya. Mis padres, a los que veo un mes al año en vacaciones, me preguntan a veces cuándo voy a volver, y siempre les digo que no lo haré hasta que se apruebe el matrimonio homosexual en Australia».

Curar el cáncer es un asunto global

Giovanna Roncador (Trento, Italia, 1967) estudió Biología en Bolonia y durante varios años trabajó allí en un laboratorio de hematopatología. En 1994 se marchó a Oxford para aprender con el mejor equipo del mundo en producción de anticuerpos, una herramienta fundamental para la investigación clínica, especialmente del cáncer. En 2000, el recién creado Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) la fichó para crear su laboratorio de anticuerpos monoclonales. Hoy dirige esa unidad, que ha generado más de 2 millones de euros en derechos, y tiene a cinco investigadores a su cargo. «Me ha dado la posibilidad de crecer muchísimo a nivel profesional y aquí tengo una calidad de vida que no tenía en Inglaterra», relata.

  • El experto

  • Hace años, subraya Mateu Hernández, director de Barcelona Global, las empresas se instalaban donde había materias primas o mano de obra barata; ahora buscan personas inteligentes, audaces y creativas. Y estas se mueven gracias a las nuevas tecnologías, muchos proyectos pueden nacer en casi cualquier sitio, donde quieran quienes los impulsan.

  • El asesor catalán subraya que Barcelona y Madrid están en la champions de ciudades globales, a la que pertenecen Berlín, Londres, París, Ámsterdam, Nueva York, Hong Kong o Sidney. Estar en Europa, a pocas horas en avión de los centros financieros del mundo, es un punto a favor. También la seguridad «Nadie quiere vivir en un gueto ni tener que mirar quién le sigue por la calle».

  • La asociación barcelonesa en Madrid no hay nada parecido organiza cada septiembre una masiva recepción para dar una calurosa bienvenida, con la alcaldesa al frente, a todos los expatriados que acaban de instalarse; les ayuda a entablar relaciones con otros extranjeros y a contactar con clubes sociales o centros deportivos y culturales que se adecuen a sus gustos. Pero cree que también las administraciones públicas deberían hacer los deberes.

  • «El reto es que las personas con talento se queden. Puede que sean solo 5 años, porque haya un cambio en su carrera o tengan que mudarse a otro continente, pero queremos que se conviertan en nuestros mejores embajadores; que si un colega les pide consejo sobre si ir a Ámsterdam o a Barcelona, no lo duden», concluye Hernández.

El mismo sueldo que en Gran Bretaña no le llegaba para ir a la peluquería «me ponía las mechas cuando iba de vacaciones a Italia» o al teatro «no está al alcance de todos» le da para vivir bien en nuestro país. iovanna admite que los italianos se encuentran «cómodos» en España, por el sol, la comida y el carácter. «Me gusta el espíritu de la gente, la simpatía. En el norte de Italia, donde yo nací, son más fríos y menos acogedores». Ella no vino a España por amor, sino por trabajo, pero aquí encontró a un abogado de Alcorcón que es «un producto típico del país», con quien tiene una hija de 9 años. También valora muchísimo el sistema sanitario, sobre todo después de sufrir un cáncer de mama hace dos años. «Al contrario que en Inglaterra, donde tuve problemas, aquí he tenido un soporte médico excelente», afirma.

Pero no todo son parabienes. La bióloga cree que los españoles, en general, pecan de falta de iniciativa y son poco creativos. Le molesta la costumbre patria de calentar el asiento en el puesto de trabajo, en vez de ajustar la jornada laboral a las necesidades de cada día.

A su juicio, el ambiente científico en España se encuentra a medio camino entre Inglaterra, donde la tarea bien hecha se respeta y se premia, e Italia, donde trabajó en un laboratorio «jerárquico y opresivo». La crisis ha sido un duro golpe para la inversión en ciencia. «Incluso en un centro puntero como el CNIO, uno de los mejores del mundo, no tenemos suficiente financiación. El talento se escapa», lamenta.

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