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Iñaki Esteban
Miércoles, 8 de marzo 2017, 02:42
La formación del femenino no sólo es cuestión de gramática sino también de historia, costumbres, inercias y prejuicios sociales. Es difícil, si no imposible, encontrarse con 'pilotas', entendidas como mujeres que se dediquen a pilotar. Y sin duda las hay, cada vez más. El término está acreditado desde el siglo XVI y en el XX lo utilizaron al menos Francisco García Pavón en una novela y Vicente Verdú en un artículo. Pero estos antecedentes parecen escasos y ponerlo por escrito aún da miedo por mucho que sea correcto. En sentido contrario, suele hablarse de 'enfermeras' para referirse a todo el colectivo cuando cada vez hay más hombres en esa profesión.
La Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) justifica el uso de 'pilota' porque en buena gramática es como se debería decir y escribir, aun reconociendo que su uso es muy ocasional. El 'Diccionario' de la Real Academia Española (RAE) no contempla esa forma, precisamente porque su utilización es esporádica, de modo que por ahora lo correcto sería 'la piloto'. «Cabría registrar ese femenino, 'la pilota', si los hablantes decidieran ponerlo en circulación y generalizarlo en el uso, pero por el momento no se detecta esa tendencia en la lengua actual», argumenta Elena Hernández, directora del departamento Español al Día de la RAE.
El femenino en las profesiones sigue siendo una cuestión muy debatida, y mirar el problema de cerca permite poner la lupa sobre la manera de pensar de los hablantes. «Queda bien decir 'la médico' o 'la juez' y no 'la portero'. Es una cuestión de prestigio asociado a las profesiones, con sus resabios clasistas», apunta Javier Bezos, miembro del equipo de la Fundéu.
En tiempos pasados, 'la médica' era la mujer del médico, y la 'abogada', la mujer del abogado. No había posibilidad de equívoco ya que la existencia de mujeres en esas profesiones era nula. La primera en colegiarse como abogada, en 1922, fue la valenciana María Ascensión Chirivella, a la que siguió Victoria Kent, que llegó a ser directora general de Prisiones en la Segunda República. Hernández recuerda que entre las propias mujeres profesionales hubo una «resistencia inicial» a usar el sustantivo femenino. Preferían el masculino para dejar bien claro que ejercían esas profesiones.
La torero
«Afortunadamente esta resistencia ha ido cediendo a medida que nos hemos incorporado a la vida profesional y hoy ya nadie pone en cuestión el uso femenino», agrega la experta de la Academia. No obstante, recuerda que Cristina Sánchez, que llegó a ser bastante famosa en el mundo del toreo en los años 90, «se negaba a llamarse a sí misma torera porque le parecía menos serio, menos importante, que llamarse torero».
La gramática tiene unas reglas claras, que como se ponen en práctica en la comunicación, el hecho social por excelencia, se van escorando hacia un lado y otro. La plataforma Change. org reunió la pasada semana más de 70.500 firmas para que las expresiones 'sexo fuerte' y 'sexo débil', entendidas como hombre y mujer, desaparecieran del 'Diccionario' de la RAE. La docta casa ha accedido a cambiar las definiciones en la actualización de la versión online de finales de año. A la expresión 'sexo débil' se añadirá que se utiliza «con intención despectiva o discriminatoria». El 'sexo fuerte' ya sólo tendrá un «sentido irónico».
Revisar en todo caso la lengua palabra a palabra es una tarea baldía porque el idioma no para de cambiar, si bien hay otras veces que se queda como colgado en el tiempo. No hay ninguna explicación por la que médica 'suene' peor en el habla popular que política, química o matemática, a menos que los galenos tengan una mayor autoridad tradicional que los químicos, lo que parece ser el caso, y que ese tradicionalismo sea históricamente patriarcal.
A todo ello hay que sumar los caprichos de la lengua. «¿Por qué 'dependienta' sí y 'cantanta' no; o por qué 'presidenta' sí y 'estudianta' no? No diré que estas preguntas no tengan respuesta, pero sí que la razón no parece fácil de determinar», concluye Hernández.
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