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Una mujer Bandari.
Mujeres que no siguen 'la moda' porque tienen la suya propia

Mujeres que no siguen 'la moda' porque tienen la suya propia

Algunas tradiciones sujetas a grandes sacrificios hacen a algunas féminas únicas

Itsaso Álvarez

Martes, 24 de enero 2017, 01:17

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El colorido burka de las mujeres Bandari

Un país se identifica por sus paisajes, por su música, por sus bailes, por su color, por su gente y por su vestimenta. En el sur de Irán, tocando al Golfo Pérsico, hay un lugar llamado Bandar Abbas que ocupa una posición estratégica al estar situada en el estrecho de Ormuz, hasta el punto de que es la base principal de la marina de guerra iraní. También es un buen sitio para viajar, comprender el mundo en que vivimos y enriquecer el espíritu. Allí conviven árabes de Qatar, de los Emiratos, de Bahrein, de Afganistán, de Pakistán... La mayoría de sus habitantes hablan un dialecto, el bandari. Cada jueves tiene lugar el Panjshambe Bazaar, uno de los mercados al aire libre más llamativos de Irán con mezcla de estilo africano e indio donde la mayoría de las mercancías se exhiben en el suelo. Carne, frutas, dátiles, artículos de menaje...

Lo más destacable, no obstante, es la vistosidad de las mujeres de la etnia bandari que van al mercado, al menos para los ojos occidentales. Van ataviadas con un burka colorido que consiste en unas llamativas máscaras elaboradas con seda que les tapan prácticamente toda la cara, casi tanto o más como las que suelen verse en el Carnaval de Venecia, a excepción del ojos. Bajo la máscara llevan un velo para ocultar la barbilla y la frente. El color que predomina suele ser el rojo, pero también hay de otro estilo y a veces llevan este atuendo adornado con lentejuelas. Al parecer, este tipo de máscaras se introdujo como accesorio de belleza con la llegada de los portugueses a Irán hace unos quinientos años.

Tapones de bambú en la nariz de las mujeres Apatanis

Sólo las ancianas de la tribu de los Apatanis, en Arunachal Pradesh, India, llevan hoy en día sus aletas nasales taponadas con enormes bloques de bambú. Es el distintivo de una tradición que acabó en los años 70 del siglo pasado. La leyenda sostiene que las mujeres apatanis eran las más bellas de la región y que sus aldeas eran constantemente invadidas por las tribus vecinas. Los enemigos buscaban secuestrarlas. Para defenderse, las mujeres comenzaron a estirar las joyas en sus fosas nasales y a tatuarse una línea por el centro de su cara y cinco líneas en su barbilla. Querían parecer poco atractivas para los hombres de las tribus vecinas.

Sin embargo, según algunos antropólogos, no está tan claro si realmente la razón de este complemento nasal radicaba en parecer feas. Los Apatani son un pueblo que vive en plena integración con la naturaleza. Han sabido desarrollar un sistema de cultivo del arroz único que, sin ayuda de maquinaria ni productos químicos, se ha demostrado mucho más productivo que el de los países más avanzados. Los humedales, provistos de agua gracias a numerosos canales, sirven para la agricultura y para la pesca y suponen tal grado de preservación ecológica que la UNESCO se ha interesado por esta zona con la intención de incluirla en su listado de Patrimonio de la Humanidad.

Las mujeres del plato en el labio

Por lo remoto de su enclave, hay una etnia que resiste en el sudoeste de Etiopía, los Surma. Las mujeres de esta tribu son mundialmente famosas por lucir un disco de calabaza o un plato de arcilla incrustado en orejas y en sus labios. El tamaño del plato determina su valor. Cuanto más grande sea, y por ello la deformidad del labio inferior, en el caso de llevarlo en la boca, más dote recibe la familia de la novia, normalmente en cabezas de ganado. Sin el plato a las jóvenes les es más difícil casarse y, si permanecen solteras, no van a tener ningún valor para los demás. Esta tradición se realiza habitualmente entre seis meses y un año antes de que una joven contraiga matrimonio, por lo general alrededor de los dieciséis años.

Suele ser la madre de la joven quien le hace una pequeña incisión de entre uno y dos centímetros de longitud en su labio inferior. Ahí se coloca una clavija de madera o de disco de cerámica que permanecerá tres semanas o hasta que la herida haya cicatrizado. El proceso de estiramiento continuará hasta que el labio tenga una abertura de cuatro centímetros. En este punto se insertará la primera placa de labios de arcilla. Será necesario extraer algunos dientes. Los platos labiales van aumentando desde ocho a unos 22 centímetros y suelen ser de arcilla o madera. Debido a que dificultan el habla, las mujeres sólo los usan en compañía de los hombres.

La melena más larga, 1,7 metros de media

Entre las altas cumbres del sur de China, se encuentra Huangluo, un pueblo conocido como 'El país del pelo largo', donde viven las mujeres con el pelo más hermoso y largo del mundo. Para estas féminas de la etnia Red Yao, su melena es su posesión más preciada. Piensan que atrae la longevidad, la riqueza y la buena fortuna. Cuanto más largo el cabello, más afortunadas serán. Es una costumbre que se está perdiendo, pero hasta hace poco sólo podían cortarse el pelo una vez en la vida, al cumplir los 16 años. Lo entregaban a sus abuelas que lo utilizaban como pieza ornamental en sus cabezas, algo así como las extensiones que se ponen hoy en las peluquerías. A partir de ese momento se supone que debían empezar a buscar pareja. Cuando se casaban, ese pelo se entregaba al novio como dote y más tarde la mujer lo utilizaría todos los días en su peinado.

Con un pelo negro azabache, fuerte, sano y libre de canas incluso en las ancianas, se cree que el secreto de su vitalidad radica en que se lo lavan con agua de arroz fermentada. El agua de arroz es rica en antioxidantes, minerales y vitamina E. También es conocida por ayudar a curar las cicatrices y reducir las líneas de expresión e inflamación. Sólo el marido y los hijos podían ver hasta hace pocos años a estas mujeres con el pelo suelto. Si un local o extranjero llegaba a verlo, se veía obligado a pasar tres años viviendo con la familia de la mujer en calidad de yerno.

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