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Josh Coombes en acción.
El peluquero de los pobres

El peluquero de los pobres

Josh Coombes corta el pelo gratis a vagabundos que encuentra en las calles de Londres para mejorarles el aspecto y la estima

Luis Gómez

Domingo, 15 de enero 2017, 02:43

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Al peluquero de los pobres, como se conoce a Josh Coombes en la capital londinense, es habitual verle tirar de cuchilla y navaja y afeitar la barba y cortar el pelo a 'homeless' en plena calle. Lo mismo trabaja en arterias céntricas que recorre los rincones marginales de la 'city' para mejorar el aspecto de los sin techo. Siempre lleva a mano unas tijeras. Ajeno a las miradas indiscretas de los transeúntes más curiosos, se maneja en medio del bullicio con la misma destreza que en los salones de belleza 'cool', donde se había ganado una reputada consideración profesional.

Pero Coombes, de 29 años, no nació para refugiarse en sus viejos cuarteles de invierno y sí para pisar la aceras, esas en las que descansan pobres de solemnidad. Josh arregla literalmente las vidas de los más desgraciados. De aquellos vagabundos que no disponen de una miserable libra en sus bolsillos para acercarse a una barbería y cortar, muchas veces, sus sucias greñas y asear y rasurar sus pobladas barbas. La idea surgió de un viaje que hizo a Nueva York, donde vio que estilistas como él llevaban a cabo un proyecto similar.

Coombes actúa siempre con el mismo 'modus operandi'. Primero se acerca a los indigentes, después les cuenta qué hace y finalmente les pregunta si les gustaría participar de su plan. Antes de ponerse en faena, un colega suyo, el fotógrafo y editor de la influyente cuenta de Instagram @London, Matt Spracklen, retrata a los clientes callejeros para colgar posteriormente en las redes sociales el antes y el después del servicio. Más que un barbero a la antigua usanza, Coombes ejerce de terapeuta. Un esteta que, además de cambiarles la imagen, mejora el ánimo y estima de los más desfavorecidos. Sólo el tiempo determinará, quién sabe, si también les echa una mano y les ayuda a encontrar un puesto de trabajo tras mejorarles la imagen.

Darik fue el primer sin techo que se puso en sus manos. Josh se lo encontró sentado en una calle de Exeter. De eso hace ya más de un año. Acababa de salir de la peluquería donde trabajaba. En vez de ignorarle y pasar de largo, se paró a hablar con él. «Tenía el material de trabajo conmigo y sentí que quería hacer algo por él». No se lo pensó dos veces y se ofreció a cortarle el pelo. Darik aceptó gustoso el ofrecimiento. Tan particular que alcanzó pronto una dimensión global. La propuesta no cayó en saco roto para miles de internautas. Sus cortes se han convertido en un fenómeno viral y en un movimiento mundial que a día de hoy cuenta con más de 37 millones de seguidores.

Coombes ha impulsado también una campaña altruista junto con Matt Spracklen y Dave Burt, otro colega, que utiliza el hashtag #DoSomethingforNothing (Haz algo a cambio de nada) para animar a la gente a echar una mano a los más necesitados sin esperar nada a cambio. Con ambas iniciativas Coombes pasó de ser un simple peluquero a convertirse en un personaje famoso. «Busco conectarme con la gente haciendo esto , explicó a la cadena británica BBC.

Arreglado para ver a su hijo

Josh, que hizo un par de giras con su banda punk, es optimista por naturaleza y entiende que se pueden cambiar las cosas y «mejorar los hábitos de la gente». Dice que bastan pequeños detalles y «una pizca de decisión» para hacer felices a gentes como un africano que llegó a Londres para reencontrarse con su hijo al que no veía desde hace cinco años. «Le dije que le vería al día siguiente y que después de arreglarle la barba y el cabello se sentiría más preparado». Dicho y hecho.

El peluquero londinense reconoce que disfruta mucho más ahora ayudando a los demás que cuando trabajaba en la peluquería: «Antes el trabajo no podía ser tan creativo porque normalmente los clientes me detallaban cómo querían su 'look'. Ahora simplemente les pido que confíen en mí para estar estupendos». Además no olvida que el número de indigentes creció el año pasado un 27% en Londres. Coombes se congratula de darles voz.

Puede que sus servicios sean gratuitos, pero resultan tanto o más exclusivos que los tradicionales. Asegura que no es su historia la que importa, sino la de las decenas de personas a quienes conoce. Sólo admite a pobres y presume de que su peluquería es la más grande del mundo: las calles de una de las ciudades más cosmopolitas del mundo. Sin puertas, se entrega a una misión para la que, reconoce, nunca se había imaginado: hacer algo a cambio de nada por los más necesitados «haciendo lo que sé hacer bien».

Pero su trabajo no acaba con los cortes. Josh publica en Internet algunas historias personales de sus clientes. Su trabajo como escritor le ha llevado a contar con más de 152.000 seguidores en su cuenta de Instagram. «Él es Aman, ha sido vagabundo durante los últimos cuatro meses. Él ni siquiera pidió un corte específico, simplemente me dijo 'ponme en orden' y empecé a trabajar», explica el peluquero sobre uno de los últimos pobres a los que atendió. «Fue muy abierto conmigo. Me dijo que el alcohol jugó un papel fundamental para terminar como un vagabundo. Me comentó que le afectó a él y a su familia, Fue muy importante arreglarle el pelo para que recuperase la confianza en sí por un momento», reflexiona.

Tras Josh sólo cabe esperar si actuaciones similares se repetirán algún día en nuestras calles. Otra de las dudas que asaltan a muchos profesionales del gremio es si se trata en estos momentos del mejor peluquero del planeta. La repuesta de muchos es que ojalá no tuviera que volver a realizar ningún corte más en la calle y retornara a su antiguo salón. Prueba de que por Londres no vagabundearía ninguno de los 940 sin techo que tiene censados oficialmente.

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