Goles contra la xenofobia en la Eurocopa
La presencia de jugadores de África y Oriente en las selecciones, símbolo del mestizaje, ha soliviantado a los movimientos de extrema derecha
Pedro Ontoso
Miércoles, 13 de julio 2016, 00:51
Cuando Shkodran Mustafi marcó el primer gol de Alemania en la Eurocopa ante Ucrania todo el país germano gritó de alegría con un único acento teutón. Que el delantero de las águilas sea albanés por su familia paterna no restó un ápice al orgullo nacional en lo que se anticipaba una gesta deportiva. Mustafi tenía ya un hueco en la vitrina de los héroes. La pasada semana, cuando Alemania cayó derrotada ante Francia, algunos líderes de la ultraderecha no tardaron ni un segundo en achacar la eliminación al mestizaje de la selección en una clara y repugnante reivindicación de la raza aria. Pese a todo, la Eurocopa ha sido toda una lección para los partidos xenófobos pendientes de unos equipos empastados con muchas nacionalidades. Buena lección de sano mestizaje para quienes persiguen a los extranjeros y levantan muros para impedir la entrada en Europa a inmigrantes yrefugiados.
Beatriz von Storch es la vicepresidenta del partido populista Alternativa para Alemania (AFD), una formación que se ha caracterizado por su rechazo a la inmigración. «Quizás la próxima vez debería jugar de nuevo la Nationalmannschaft (equipo nacional) alemana», escribió en Twitter tras la derrota de la selección germana ante Francia (2-0) en las semifinales de la Eurocopa. La Federacion Alemana de Fútbol denomina a la selección solamente como la Mannschaft. La andanada xenófoba de Von Storch iba dirigida contra los jugadores alemanes que tienen pasado migratorio. Además de Mustafi, es el caso de Mesut Ozil y Enre Can, de ascendencia turca, o los de Leroy Sane, de padre senegalés, y Jerome Boateng, originario de Ghana. Otros líderes ultras ya habían comentado que a Boateng, por ejemplo, «lo ven como un buen jugador, pero no le quieren tener como vecino». Los partidos democráticos de Alemania criticaron las insinuaciones racistas del AFD, al que acusaron de incitar al odio.
La poderosa selección francesa que derrotó a Alemania está formada precisamente por jugadores de muchos rincones del mundo. Y cuando cosechan triunfos defendiendo los colores de la República, se alegran hasta los seguidores de Le Pen. De los catorce jugadores que se enfrentaron a la escuadra germana, sólo cuatro son franceses 100 por 100, según el lenguaje de los que se consideran más patriotas que nadie. Bacary Sagna y Patrice Evra, conocido como 'la gacela negra', son de origen senegalés. Samuel Umtiti es de Camerún, Blaise Matuidi es hijo de padres angoleños y Paul Pogba es franco-guineano. Mohamed Sissoko y N,golo Kante son de Mali y Dimitri Payet, de Isla Reunión, en el Océano Índico. Y en Francia se guarda un buen recuerdo del Mundial de 1998 y su héroe nacional Zinedine Zidane, que vivió en una banlieu, en un suburbio de la periferia, cuando su familia llegó de Argelia.
Esa mezcla en el vestuario no ha gustado a todo el mundo. En la civilizada Dinamarca, el Danskernes Parti (Partido de los Daneses) colgó en Facebook dos carteles para mofarse de la selección francesa. En uno de ellos aparecen varios jugadores abrazándose, todos ellos afrodescendientes, con el siguiente texto: «Comparte esta imagen si crees que Francia debería jugar la Copa de las Naciones de África». A su lado, aparecía la imagen de Aron Einar Gunnarsson, capitán de la selección islandesa, formada por jugadores autóctonos. La Asociación de Fútbol de Islandia salió al momento a rechazar la iniciativa, que consideró como «propaganda del odio». El líder del partido ultraderechista danés es Daniel Carlsen, que ya dirigió el Movimiento Nacionalsocialista de Dinamarca. Han hecho campaña para que Dinamarca y Europa «no se conviertan en el patio trasero de África». Por fortuna, no tienen representación parlamentaria.
Casi todas las selecciones cuentan con jugadores que tienen ascendencia de otros países, muchas veces por cuestiones de historia geopolítica, cuando las grandes metrópolis mandaban en ultramar en la etapa colonial, como es el caso de Francia, Portugal y Bélgica. En el caso de los belgas, defienden sus colores cinco jugadores originarios del Congo (Jordan y Romelu Lukaku, Kabasele, Benteke y Batshuayi) y uno de Nigeria (Dele Alli). En Polonia cuentan con el brasileño Thiago Cionek y en Portugal con Renato Sanches: su padre es de Santo Tomé y su madre de Cabo Verde, pero juega en el Bayern de Múnich. Éder, el jugador que ha llevado a Portugal a la victoria de la Eurocopa, es de Guinea-Bissau y juega en el Lille francés. Incluso en Gales juegan, por razones de parentesco, nueve futbolistas nacidos en Inglaterra.
La energía del fútbol puede ser canalizada en buena dirección o puede ser instrumentalizada con fines ideológicos. Viktor Orban, en su día artillero del Felcsut y hoy líder populista de una Hungría que levanta alambradas, ha abierto las arcas del Estado para potenciar el fútbol. Nostálgico de los tiempos dorados del legandario Puskas y con Kubala en la memoria - nació en Budapest pero salió del país tras el triunfo de los comunistas-, intenta recuperar la etapa dorada del fútbol magiar. Y de paso, reforzar la identidad nacional. Este año ha conseguido que 15.000 húngaros se desplacen a Francia para seguir la Eurocopa.
En Irlanda del Norte, Michael O,Neill, un histórico, ha conseguido formar un combinado de éxito pese al conflicto político religioso. O,Neill es católico y nació hace 46 años en Portadown, de mayoría protestante. Cuando llegó al banquillo sus creencias llamaron más la atención que sus credenciales deportivas. Un católico en el banquillo de la selección norirlandesa era mucho para un país de mayoría protestante con un pasado en el que la violencia sectaria se ha cobrado muchas vidas. La Federación apostó por él y ha sabido conducir un equipo, formado por católicos y protestantes, con el apoyo de la mayoría del país. Fueron eliminados por Gales, pero fuera del campo han conseguido una gran victoria.