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Explosión. Una de las dos deflagraciones nucleares provocadas en la laguna del atolón Bikini, en el Pacífico, en julio de 1946.

Bikini, el paraíso irradiado

El atolón sigue contaminado 70 años después de la primera prueba nuclear

borja olaizola

Domingo, 3 de julio 2016, 23:16

El atolón Bikini responde a la imagen que todos tenemos del paraíso. Aguas transparentes, playas adornadas por esbeltos cocoteros y uno de esos cielos azules ... que tanto obsesionaban a Gauguin antes de que se fuese a la Polinesia francesa a pintarlos. Bikini forma parte de las Islas Marshall, al suroeste de Hawai, en ese cuadrante del Pacífico tan repleto de constelaciones de archipiélagos que algún geógrafo que se dejó llevar por la euforia elevó a la categoría de continente anfibio. El atolón, formado por 23 pequeñas islas que rodean una laguna, vivió al margen del mundo hasta bien entrado el siglo XX. El navegante español Álvaro de Saavedra fue el primer occidental que se lo encontró allá por 1529. Lo cartografió bajo el nombre de Buenos Jardines, un indicador de las muchas bondades que debía atesorar. Por Bikini fueron pasando primero los ingleses, luego los alemanes y más tarde los japoneses. Ninguna de las potencias coloniales intervino más allá de aprovechar las palmeras que crecían en el atolón para extraer aceite de coco, muy apreciado para hacer leche en polvo y cremas pasteleras.

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