Toreros con arte... e ideología
El PNV, la izquierda abertzale y el partido socialista han aportado personajes que han vivido con pasión la tauromaquia vasca
Pedro Ontoso
Sábado, 28 de mayo 2016, 21:14
A José Tomás se le coronó como un torero republicano y de izquierdas que no se encomienda a Dios ni brinda toros al Rey. Federico ... García Lorca dejó aquella sentencia, mil veces repetida, de que «la fiesta de los toros es la más culta del mundo». «¿Era un torturador»?, se pregunta el periodista Antonio Lorca sobre el insigne poeta, icono de la izquierda republicana, al que le dieron 'el paseillo' ante un paredón junto a un banderillero. El empeño del PP para proteger la tauromaquia ha generado una vinculación ideológica, reflexiona Rubén Amón, mientras los nuevos movimientos políticos de izquierda han apostado por una posición abolicionista en la que chocan elementos identitarios. El debate ha llegado a Euskadi, donde existe una larga tradición de lo taurino y lo que le rodea, como lo demuestran numerosos estudios etnográficos, con toreros de todas las ideologías.
Por ejemplo, Gabino Orbe Usandebaras, alcalde nacionalista de Bilbao entre 1919 y 1920, que fue banderillero y actuó como apoderado del famoso novillero 'Guerrerito'. Lo recuerda Santiago de Pablo en su reciente libro 'La patria soñada' (Editorial Pretérita) a propósito del debate en el PNV de principios de siglo sobre actividades que afectaban a las buenas costumbres. «El punto de las corridas de toros supuso algunas fricciones internas, ya que un buen número de afiliados nacionalistas eran grandes aficionados a los toros, por lo que en la práctica la postura jeltzale ante la fiesta española por antonomasia continuó siendo ambigua a lo largo del siglo XX», escribe el historiador.
Orbe, nacido en Barrencalle, participó en la inauguración de la plaza de toros de Algorta el 31 de julio de 1890, el día de San Ignacio, una fecha muy especial para el PNV. Lo cuenta Antonio Fernández Casado, presidente del club Cocherito, en su libro 'Toreros de hierro' (Colección Temas Vizcaínos de la BBK). La plaza getxotarra, un recinto de madera, estaba ubicada en la zona de casa Torrena, y acogía festejos en las festividades de San Ignacio y San Nicolás, según se recoge en el blog local Memorias de Getxo.
El bilbaíno, que entonces tenía 25 años, actuó de banderillero -también era el sobresaliente- junto a Ramón Rovira, 'Valenciano'. Los novilleros fueron Fernando de la Calle, de Vitoria, y Rafael Fernández, de Logroño, que también hizo de puntillero. Las reses eran de Lastur, una ganadería afincada en Itziar, en la zona de Deba.
Gabino Orbe, que tenía una tienda de espejos y muebles en la calle Bidebarrieta, pertenecía al Partido y Comunión Nacionalista Vasca y fue presidente del Orfeón Euskaria. Según los datos que proporciona el historiador Joseba Agirreazkuenaga en el libro 'Bilbao desde sus alcaldes' (Área de Cultura), el regidor propició una política de integración con los representantes municipales de distinto sello ideológico. Pese a la enconada confrontación política de la época, Orbe, un histórico, un auténtico 'chimbo', tenía una gran capacidad de interlocución, por lo que su gestión fue elogiada por las minorías del Ayuntamiento, tanto la republicana como la socialista y la monárquica, según relata el historiador vizcaíno. Le gustaba agarrar al toro por los cuernos.
En aquella época, en el PNV había división de opiniones sobre los toros. Fernández Casado, que ha buceado entre los archivos, relata que «en 1915 uno de los chismorreos más extendidos en las tertulias de los cafés bilbaínos se refería a la expulsión del PNV de los conocidos aficionados Araminto de Beascoechea y Esteban Macazaga, quién muchos años después ocupó la presidencia del Club Cocherito y de la Junta Administrativa de Vista Alegre. Fueron acusados de faltar gravemente al reglamento sabiniano, después de actuar de primeros espadas en una becerrada benéfica a favor de los obreros en paro de la Margen Izquierda».
El debate seguía inconcluso años después. El autor de 'Toreros de hierro' recoge la expulsión de Manuel de la Sota, hijo del famoso naviero, por presentar en el Club Coherito una conferencia del escritor José María de Cossío, impulsor de la enciclopedia 'Los toros'. Cossío fue alumno de Francisco Giner de los Ríos, creador de la Institución Libre de Enseñanza, y se llevaba muy bien con el régimen franquista. De la Sota hijo, miembro de Euskaltzaindia y presidente del Athletic en 1926, pasa por ser el inspirador de la actual filosofía del club rojiblanco.
A Gabino Orbe le sustituiría al frente del sillón de la Alcaldía Rufino Laiseca, un dirigente socialista que representó a Bizkaia en la Comisión de los 18 constituida en la Asamblea de Municipios Vascos para elaborar el Estatuto vasco de 1936. En el campo del socialismo, precisamente, también había afición taurina en esa época. Fernández Casado registra en la nómina de quienes practicaron la lidia al socialista Fermín Zugazagoitia Aranguren, que fue picador de reses bravas antes que concejal. Obrero metalúrgico y director de la Cooperativa Socialista de la Casa del Pueblo en la calle San Francisco, fue edil por ese distrito en representación del partido socialista en el Consistorio bilbaíno entre 1906 y 1909, con el liberal Gregorio Balparda como alcalde. Su hijo Julián Zugazagoitia Mendieta fue ministro de Gobernación en el Gobierno de Negrín. Reconocido 'prietista', fue periodista en el diario 'El Liberal' de Bilbao y más tarde dirigió el periódico 'El Socialista' en Madrid.
Plazas de toros, ganado montxino y perros villanos
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La etnografía vasca está salpicada de elementos que avalan la tradición taurina en Euskadi. Por ejemplo, por las numerosas plazas de toros que se construyeron en su geografía, especialmente en la zona de Las Encartaciones, en Bizkaia, donde aparecieron los primeros cosos fijos, en muchos casos pegados a las ermitas. Jesús María Palacio lo ha estudiado a fondo en su libro 'Trucíos, un siglo de historia y tradición-100 años de toros (1900-2000)'. En Trucíos todavía perduran cuatro, una de ellas frente al Palacio de la Puente, sede del Gobierno vasco antes de partir para el exilio donde el lehendakari Aguirre firmó el 26 de junio de 1937 aquél dramático manifiesto. En un referéndum reciente, los vecinos de Carranza han decidido mantener la corrida en las fiestas de Nuestra Señora de Buen Suceso, al igual que en los 'ochomayos' de Orduña.
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La afición en estos enclaves estaba muy arraigada, lo que propició una ganadería singular, conocida como 'montxina', con reses que pastaban de manera libre por sus montes antes de ser capturadas, bien para ser marcadas o para ser lidiadas en las fiestas de cada barrio. Una decena de toros se lidiaba cada año sólo en Trucíos. El propio 'Cocherito de Bilbao' actuó en esta localidad en 1900.
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Para esa labor, los ganaderos contaban con una raza autóctona de perros, los villanos, animales de presa que acorralaban a los ejemplares en las trochas cuando bajaban al valle. Esta costumbre -la 'caza del toro'- era muy seguida por los habitantes de la comarca, algo así como la 'rapa das bestas' de Sabucedo (Galicia). Su historia y orígenes han sido recogidos por numerosos estudiosos, entre ellos los de Juan Cordón, que ha investigado a pie de calle para los grupos Etniker auspiciados por aita Barandiarán, patriarca de la cultura vasca.
Aún hubo más personajes. José Beascoechea Sanvicente, tío del matador de toros 'Chiquito de Begoña', fue banderillero durante varias temporadas a principios de siglo. Más tarde se dedicó a la política y fue concejal socialista en el Ayuntamiento de Bilbao. El que pasa por ser el primer alcalde republicano de la ciudad, Bernabé Larrínaga Aránsolo -correligionario de Cosme Echevarrieta-, formó una sociedad en 1870 para construir una plaza de toros de piedra. La empresa se disolvió trece años después tras ceder el coso a la compañía de Vista Alegre.
La izquierda abertzale también tiene a un histórico representante en la vitrina del arte de Cúchares. Nada menos que a Jon Idígoras, que fue un sindicalista activo y un miembro influyente de la mesa nacional de Herri Batasuna en los años más duros del terrorismo. Su afición a la tauromaquia no la escondió nunca; es más, la reflejó en su libro de memorias 'El hijo de Juanita Gerrikabeitia' (Txalaparta), en la que relata sus andanzas por los cosos de arena. En el capítulo titulado 'Militante obrero con aficiones taurinas', Idígoras recuerda que su afición la lubricó entre txikito y txikito, un rito que seguía cada día en Amorebieta, en una cuadrilla «que era un mosaico de ideologías y de posiciones políticas», unida por su afición a los toros. De hecho, formaron un club taurino con sede en el bar Txibilitu. El primer presidente fue Germán Chopera y entre sus miembros se encontraba Josin López de Arriortua, a quien más tarde se le conocería como 'Superlópez' por sus rompedores y originales proyectos empresariales.
Idígoras cuenta con todo lujo de detalles cómo se convirtieron en empresarios para organizar los festejos taurinos de Santanatxu, en los que formó cartel junto a 'Txitxu'. Él actuaba con el nombre de 'El Morenito del Alto', aunque también se le conocía como 'Chita' por su rostro peculiar. De peón de confianza tenía a 'El sevillano Azpitarte'. La primera tarde tuvo lugar el 18 de julio -nada menos- y la segunda el día de Santiago, ambas con poca entrada. La jornada de Santa Ana se llenó la plaza, salpicada de banderas españolas. Paradojas de su biografía, una parte de la taquilla iba destinada a los huérfanos de la Guardia Civil. El líder de Batasuna, vestido con traje de luces, toreó a ritmo de pasodobles, jaleado por su familia, que ocupaba los tendidos. Fue un éxito económico.
Idígoras discutía de toros con su cuadrilla en el bar Txibilitu, adornado con fotografías de Manolete, Ordoñez, Dominguín, Pepe Luis Vázquez, Litri, Aparicio, El Viti y El Cordobés, estos últimos dos de sus ídolos. En una de las paredes sobresalía una cabeza de novillo que, según relata en su libro de memorias, perteneció al 'Txato' Ortuzar, carnicero de Amorebieta. Al astifino le fataban las dos orejas, que se las ganó Matías Lekumberri, un torero de Busturia que también era capitán de barco. Idígoras se hacía eco de «la interminable lista de toreros vascos que son una muestra inequívoca de la afición y el arraigo que la fiesta de los toros ha tenido en Euskal Herria». El Zortziko de Aldalur puede esperar.
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