Frutos del bosque… y de la terraza
En balcones y rincones del huerto urbano poco luminosos conviene plantar especies que no exijan demasiado sol o que se adapten a condiciones de semisombra. Las grosellas, las frambuesas o las fresas son una opción que merece la pena intentar
josé ignacio martín
Miércoles, 20 de abril 2016, 01:59
El chimbo no escarmienta en cabeza ajena. Es de los que tienen que meter los dedos en el costado para creer, ponerlo todo en cuestión ... y probar por sí mismos. Siempre con la sospecha de que los que saben, o dicen que saben, se equivocan o exageran. Podría tener razón, ya que las informaciones son en ocasiones divergentes y hasta contradictorias. Y encima a veces le suena la flauta, como cuando ignoró con relativo éxito la advertencia de que las zanahorias soportan mal el trasplante, o cuando mezcló plantas aromáticas con necesidades de riego diferentes en una misma maceta. Pero lo más habitual es que se estampe de morros contra la realidad. La agricultura tiene unas reglas que conviene no forzar en exceso si se quiere lograr unos resultados más o menos aceptables.
Una de esas normas ineludibles es que cada hortaliza necesita un tiempo mínimo de exposición solar diaria para alcanzar un desarrollo adecuado y para madurar. «¿De seis a ocho horas de sol para cultivar tomates? ¡Anda ya! ¿A que lo hago con la tercera parte?» (El chimbo en estado puro). Pues no, todo el verano la jardinera ocupada para nada. Precisamente el tomate y otras solanáceas como el pimiento o la berenjena se encuentran entre las hortalizas más 'frioleras', así que mejor olvidarse de ellas si el balcón no recibe luz suficiente, ya sea por estar orientado al norte o al oeste, o porque otras construcciones le dan sombra. Soluciones como pintar los muros de blanco o instalar pantallas reflectoras para incrementar la luminosidad no dejan de ser parches de eficacia limitada y que, además, no siempre se pueden aplicar.
Tampoco es un drama, basta con ceñirse a las circunstancias y plantar especies capaces de aclimatarse a una situación de semisombra, o que incluso estén más cómodas en ella. Verduras de hoja como la lechuga, la escarola, la espinaca o los canónigos; algunas de raíz, como el rabanito; o el perejil, la melisa, la menta y la albahaca, entre otras aromáticas, son las alternativas más comunes en el macetohuerto, pero hay otras opciones algo menos frecuentes que también conviene valorar. Se trata de los pequeños frutos o frutos del bosque, como la frambuesa, las distintas especies de grosella, arándanos, moras, fresas, estas sí más habituales... Un alimento delicioso al natural, en zumos y batidos, mezclado con yogur o helado, en tartas o pasteles, y que tiene un valor añadido: algunos de estos frutos solo se encuentran en tiendas de gourmet y a precios desorbitados, así que ¿por qué no probar a cultivarlos en casa?
Fresas y fresones
Muy sencillas de cultivar en tiesto o jardinera, requieren un sustrato aireado, con buen drenaje y bien abonado, ya que sus necesidades de nutrientes son elevadas: hasta una vez por semana en primavera y verano, con un fertilizante rico en potasio. A la hora de comprar la planta conviene tener presente que hay variedades ascendentes o remontantes, que dan fruto de forma continua durante el verano y parte del otoño; y otras no ascendentes, las cuales solo producen una vez por temporada. Entre las primeras destacan por su sabor 'Mara des bois' y 'Reina de los valles', que tienen además uno de los periodos de fructificación más prolongados, desde mayo hasta octubre. Para tiestos colgantes, la variedad más habitual es 'Mount Everest', trepadora y también remontante.
Aunque el fresal se puede multiplicar por semilla -son los granitos de color entre amarillento y marrón incrustados en la piel del fruto-, los métodos más habituales son la división de mata y los estolones, ramificaciones que alcanzan hasta 80 centímetros y con un número variable de nudos o engrosamientos de los que brotan hojas y raíces, que se desarrollan en contacto con la tierra. Después de unos meses, en otoño, se corta el tallo y se planta cada una de las 'hijas' en una maceta. La primera floración que emitan la siguiente primavera se puede eliminar para que toda la energía se concentre en el desarrollo de la planta y del sistema radicular, lo que mejorará la calidad de los frutos durante los cuatro o cinco años posteriores. Para evitar que las fresas se estropeen al reposar sobre un sustrato que debe estar siempre húmedo, no anegado, se suele cubrir el suelo con una capa de paja.
Frambuesa
Al igual que los fresales, los frambuesos prefieren el sol pero soportan bien la sombra. Y también en este caso podemos elegir entre variedades remontantes o reflorecientes y no remontantes. Las primeras fructifican dos veces al año y las segundas solo una, aunque se considera que sus frutos son más aromáticos y sabrosos. La poda es distinta para ambas. Entre las primeras, la variedad más común es la 'Herencia', con frutos de color rojo. Para frambuesas amarillas, 'Fall Gold'.
Uno de estos arbustos puede costar en vivero alrededor de diez euros, pero si tienes suerte y un amiguete con huerta, igual hasta lo consigues gratis. Es una especie muy invasora y cada primavera brotan numerosos retoños que simplemente se separan con la pala o la azada, asegurándose de que llevan algunas raíces, y se replantan en un sustrato bien nutrido y permeable, ya que los suelos compactos pueden asfixiar las raíces. También se multiplica por esqueje.
Si te decides a poner uno en la terraza, hazlo en el lugar menos expuesto posible. En general el viento no beneficia a ninguna planta, y esta en concreto figura entre las más sensibles al aire. No solo daña y deshidrata tallos y hojas, sino que provoca con facilidad la caída del fruto, que es muy delicado. Ten esto presente también a la hora de recogerlo, y sobre todo no esperes a que esté demasiado maduro porque se deshace entre los dedos. Su fragilidad hace que tampoco aguante mucho tiempo en el frigorífico.
Grosella
Es la tercera y última propuesta del día para las áreas en semisombra de la huerta o el balcón. En realidad son tres alternativas: la grosella negra, también conocida como casis o zarzaparrilla negra; la grosella roja, y la espinosa o uva crispa. Tres especies distintas de un mismo género, Ribes, cada una con sus propias características pero que en esencia requieren atenciones similares: terrenos frescos y no muy exigentes, riego frecuente, y protección contra el encharcamiento y la sequía, así como contra las heladas primaverales, sobre todo en el caso del grosellero negro, que también presenta mayores necesidades de abonado. La multiplicación se hace fundamentalmente por esqueje, y también por acodo, enterrando el extremo de una rama sin separarla del arbusto matriz para forzar la aparición de raíces y, entonces ya sí, cortándola para obtener una planta independiente.
La grosella negra, que en Francia se utiliza para destilar el licor o crema de casis, es rica en vitamina C, en ácido cítrico y en flavonoides, lo que le confiere propiedades diuréticas y antiinflamatorias, entre otras. Unas cualidades terapéuticas que también están presentes, aunque atenuadas, en la grosella roja, muy utilizada en la elaboración de tartas y pasteles.
¿A que ya no te da tanta pena renunciar a los tomates? Al chimbo tampoco. Sobre todo porque va a seguir intentándolo. Donde tuvo los tomates ha puesto frambuesas, y los 'cherry' los ha plantado esta vez en una jardinera con ruedas para buscar en cada momento la esquina más soleada. Para rendirse siempre hay tiempo.
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