Espárragos, señores de la primavera
Es una de las hortalizas estrella de esta temporada, y de las más longevas que existen. Puedes cultivarla con facilidad en unos pocos metros cuadrados de terreno. En el balcón, como adorno y poco más
josé ignacio martín
Viernes, 25 de marzo 2016, 21:43
Los espárragos de abril, para mí; los de mayo, para el amo; y los de junio, para el burro (Dicho popular)
Un 'buen' vendedor, de esos que se rifan las operadoras de telefonía y las eléctricas, te entra con las excelencias de su oferta, se adorna en la suerte hasta que intuye cerca los límites de tu paciencia, y solo al final -y si insistes mucho- te cuenta por encima y como de pasada los pequeños inconvenientes que quizás podrían surgir y de los que, en todo caso, ya hablaríamos o se podrían renegociar. Es el abecé del comercial. Como aquí no se trata de convencer a nadie de nada, y como además el producto se vende solo, voy a hacerlo justo al revés, exponiendo desde el principio las limitaciones de una mercancía cuyas virtudes culinarias, por otra parte, son de sobra conocidas.
¿Se pueden plantar espárragos en una maceta? Por supuesto, luego veremos cómo.
¿Merece la pena? Pues depende.
Depende fundamentalmente de tus expectativas. Si solo aspiras a experimentar con un procedimiento de plantación poco habitual y adornar el balcón con una planta que no deja de tener su atractivo ornamental, y si te conformas con darte un pequeño capricho gastronómico de cuando en cuando, adelante. Pero que sepas que pequeño es realmente pequeño: una esparraguera en cautividad produce alrededor de seis u ocho turiones, y la temporada de cosecha no es demasiado amplia, ya que va desde poco antes de mediados de primavera hasta finales de la estación. Por tanto, si tu único interés en el autocultivo es culinario, olvídate del espárrago. A menos, claro, que tengas un balcón talla XXL. O mejor, un trozo de terreno libre en el huerto o el jardín.
Si este es el caso, no lo dudes. Es una gran inversión. No solo por el producto en sí. Delicioso tanto en blanco como en verde, rico en fibra, vitaminas como el ácido fólico, y potasio y otros minerales, además de ser muy poco calórico, lleva unos 6.000 años en los menús de sucesivas civilizaciones y tiene propiedades diuréticas y antioxidantes. En otras épocas se le atribuyeron incluso cualidades afrodisiacas, leyenda que contribuyó a alimentar la figura de su gran impulsor en el siglo XVII, el Rey Sol, Luis XIV de Francia y Navarra, con su treintena de amantes y sus al menos veinte hijos. Aunque en su caso, parece que ese ardiente temperamento lo llevaba de fábrica.
Y es un buen negocio también por su longevidad. Una esparraguera vive hasta veinte años plantada en la tierra -en tiesto bastante menos, pero aun así varias temporadas-, y produce cada primavera sin grandes atenciones, más allá de mantener el suelo libre de hierbas y con las condiciones adecuadas de humedad, luz y abonado. Debes tener en cuenta, eso sí, que la primera cosecha aceptable no llegará hasta el segundo año después de la plantación, el tercero en el caso de que se lleve a cabo por semilla y no por garra o corona, que es el rizoma o tallo subterráneo de la planta, del que brotan las raíces y las yemas.
Si quieres obtener resultados cuanto antes, lo mejor que puedes hacer es comprar la garra en tiendas on line de semillas o en viveros. Las hay de entre uno y tres años, siendo las más jóvenes las que tienen más probabilidades de éxito en el trasplante. Escoge las que mejor aspecto tengan, sin manchas y sin yemas, solo raíces, ya que la presencia de aquellas puede revelar unas malas condiciones de almacenamiento. Si lo prefieres y no tienes prisa, tú mismo puedes producir las garras a partir de semillas desde principios de la primavera y hasta mayo. Para germinar necesitan una buena temperatura, así que conviene sembrarlas en interior y sacarlas al balcón solo cuando el tallo ya esté bien formado. Se deja crecer durante el verano y en otoño, cuando se seque, se poda todo el follaje a ras del suelo. El rizoma se mantiene bajo tierra durante el invierno, y para la primavera siguiente ya tendremos la garra lista para trasplantar a su emplazamiento definitivo. Tanto si optas por la semilla como por la garra, desde marzo hasta mayo son los meses idóneos para iniciar el cultivo.
Plantación en maceta
Para que una esparraguerra crezca adecuadamente en el balcón y produzca yemas aptas para el consumo necesitarás un tiesto de unos 30 centímetros de diámetro y 45 centímetros de altura, ya que desarrolla raíces muy profundas. En contenedores más anchos podrás poner varias plantas, siempre que guardes una distancia mínima de 15 centímetros entre ellas y con las paredes del recipiente para que los turiones no salgan demasiado delgados. Sumerge la garra en agua durante dos horas y, mientras, llena dos tercios de la maceta con una mezcla de seis partes de sustrato universal por cada cuatro de humus de lombriz o algún otro fertilizante orgánico. A continuación deposita encima la zarpa con los brazos bien extendidos sobre la superficie, cúbrela con unos ocho centímetros del mismo sustrato y riégalo todo bien. Reserva parte de la tierra, ya que al cabo o dos o tres semanas, cuando los primeros brotes hayan crecido entre 7 y 10 centímetros, tendrás que enterrarlos con otros 7 u 8 centímetros de sustrato.
Durante el primer año, igual que en el caso de las semillas, no cortes los tallos. La parte aérea de la planta es imprescindible para la fotosíntesis y por tanto para la acumulación de reservas en el rizoma, cuyo tamaño y fortaleza determinarán la calidad de las futuras cosechas. El espárrago requiere suelos con una humedad constante pero sin encharcamientos, que pudren las raíces y favorecen la aparición de enfermedades, por lo que asegúrate de que el contenedor drena bien el exceso de agua. Busca el lugar más soleado de la terraza para que la mata reciba alrededor de ocho horas diarias de luz directa, y cada dos semanas diluye fertilizante orgánico en el agua de riego. En otoño, cuando las ramas se pongan amarillas, pódalas a la altura del suelo y a esperar. A finales del invierno renovamos los 5 u 8 centímetros superiores del tiesto con más sustrato con abono y para la primavera comenzarán a brotar las primeras yemas. Ese primer año coséchalas solo durante dos o tres semanas, cortando los turiones desde abajo cuando alcanzan 10 o 15 centímetros y antes de que empiece a abrirse la punta para formar el helecho. A partir del curso siguiente, la recolección ya se podrá prolongar seis u ocho semanas.
Si prefieres los espárragos blancos a los verdes, el proceso es el mismo. Lo único que varía es que al final del invierno, antes de que empiecen a rebrotar, hay que aporcar el terreno, echando por encima otros veinte centímetros de tierra, más o menos, para que los brotes se desarrollen en ausencia de la luz. Conseguir eso en una maceta resulta inviable, salvo que utilices contenedores de unos 70 centímetros de profundidad, pero sí es una posibilidad para el huerto. Es más, resultaría imperdonable no intentarlo si dispones de un trozo de tereno que no vayas a usar para otro cultivo en unos veinte años. (Ya que se puede, hay que amortizar el esfuerzo) A partir de dos docenas de plantas se consigue una cosecha decente y la distancia mínima aconsejada entre pie y pie es de 45 centímetros, así que para el cultivo indicado haría falta un espacio de 2,5 metros de largo y 1,5 de ancho, aproximadamente.
Los espárragos necesitan un suelo suelto, mejor arenoso o al menos que no se compacte con facilidad; limpio de hierbas y de piedras que entorpezcan el nacimiento de los turiones, y bien abonado. Una vez que tengas perfectamente trabajado el cuadro de cultivo, cava zanjas paralelas de unos veinte centímetros de profundidad y crea pequeños montículos en los puntos donde vayas a poner las coronas, a remojo previamente durante dos horas y con los tentáculos extendidos, como en la maceta. A continuación lo cubres todo con la tierra previamente extraída de los surcos y lo riegas bien para asentar el terreno. A partir de ahí, las pautas y los plazos de poda y cosecha son los mismos que con el cultivo de balcón.
Espárragos y 'espárragas'
El espárrago es un vegetal dioico, lo que significa que hay individuos con flores masculinas y otros con flores femeninas, pero salvo raras excepciones no hay variedades que posean ambas. Las flores chico se distinguen porque son más grandes, mientras que en las femeninas, observándolas a través de una lupa, se aprecia el pistilo. Y si queda alguna duda, solo hay que esperar unos meses: las flores femeninas cuando son polinizadas dan lugar a pequeñas bayas rojas. Esta peculiaridad sexual tiene su importancia en los cultivos con fines comerciales, ya que los espárragos masculinos son más productivos. Como carecen de semillas y frutos, pueden dedicar toda su energía al desarrollo de los brotes. Y además con ellos no existe el riesgo de reproducción descontrolada de la plantación. De hecho, la investigación ha ido dirigida tradicionalmente a la búsqueda de variedades mayoritaria o exclusivamente masculinas.
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