El mausoleo flotante
Aparece en el Océano Índico el cadáver momificado de un navegante solitario a bordo de su velero
Pascual Perea
Jueves, 3 de marzo 2016, 01:45
Poco imaginaban los amigos que la pasada semana se hicieron a la mar en Barobo, una localidad de la isla filipina de Mindanao, que su jornada de pesca les depararía una pieza muy especial: una auténtica momia. Su primera sorpresa llegó cuando, mientras navegaban a unas sesenta millas de la costa, divisaron un velero a la deriva. De doce metros de eslora, se encontraba en un estado lamentable, semihundido y desarbolado, sin señales de vida a bordo. Cuando accedieron a su interior, se toparon con una escena macabra. Sentado a la mesa de cartas, recostado sobre un brazo, como si la muerte le hubiera sorprendido descansando, se encontraba el cadáver momificado de un hombre. Los pescadores remolcaron el barco a puerto y avisaron a la Policía.
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El nombre del barco, 'Sajo', y su documentación han permitido reconstruir retazos de la historia. El barco pertenece a un aventurero alemán, Manfred Frist Bajorat, de 59 años. Hace dos décadas, hastiado de una vida monótona y de los largos y fríos inviernos de su país, decidió hacer realidad el viejo sueño de dar la vuelta al mundo a vela. Convenció a su esposa, Claudia, para que le acompañara en su epopeya personal, y ambos se hicieron a la mar. Pero la dura vida a bordo socavó la convivencia y la pareja se divorció en 2008. «Treinta años juntos en el mismo camino. Luego el poder de los demonios fue más fuerte que la voluntad de vivir», dejó escrito Manfred lamentando aquella separación que le convirtió en un solitario lobo de mar.
La última vez que se supo de él fue hace un año, cuando se puso en contacto con un familiar a través de las redes sociales. Desde entonces, nada. Hasta ahora.
Mark Navales, portavoz de la Policía de Barobo, declaró que parece descartarse una muerte intencionada: «No hay evidencias de que hubiera una segunda persona a bordo y no se ha encontrado ningún arma en la embarcación», añadió. A la espera de que un examen más concluyente determine la causa de la muerte, los forenses sospechan que pudo sufrir un ataque al corazón mientras consultaba el instrumental de navegación, que se encontraba en buen estado. La sequedad del ambiente en aquellos mares tropicales y el aire salado momificaron el cadáver. Sin nadie al timón que marcara su rumbo, el velero perdió el mástil en algún temporal y fue derivando al albur de los vientos y las corrientes hasta que fue encontrado.
La literatura náutica está plagada de misterios parecidos. Desde la muerte del mítico navegante Eric Tabarlý, que desapareció una noche de su velero 'Pen Duick' mientras navegaba por el mar de Irlanda, al misterio del 'Mary Celeste', que zarpó de Nueva York el 7 de noviembre de 1872, con diez tripulantes a bordo, con destino a Génova, y apareció cuatro semanas después en el estrecho de Gibraltar sin un alma a bordo. En España se recuerda el caso del malagueño Isidoro Arias, que en 2001 quiso dar la vuelta al mundo a vela en solitario y plasmar su experiencia en una web. A lo largo de meses de navegación sus escritos, al principio entusiastas, se volvieron más confusos e inconexos. En los últimos, dos años después de su partida, aseguraba que unos pequeños seres le molestaban, impidiéndole descansar. «Alguien está subiendo por el casco del barco», alertaba su último mensaje, redactado en mitad del Atlántico. Días después su barco fue hallado, vacío y en perfecto estado. De Isidoro jamás se volvió a saber nada.
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