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Las galletas para el árbol duran dos semanas colgadas, si no hay un goloso cerca.

Galletas para decorar el árbol

Espumillón, bolas, campanas... Si lo que te da pereza es guardar los adornos de Navidad todos los años, te presentamos una forma original de decorar tu abeto de la que no quedará ni rastro el 7 de enero

Julia Fernández

Miércoles, 23 de diciembre 2015, 16:59

Poner el árbol de Navidad es todo un arte que da el pistoletazo de salida a la Navidad. Hay quien lo pone a finales de noviembre, otros que esperan al puente de la Constitución y luego están los que apuran hasta el último momento ¡y aún no lo han puesto! Decorarlo con gracia no es tan fácil. Y ser original, mucho menos, está casi todo inventado. Aunque para muchos, lo peor es guardar todo el material el 7 de enero. Una opción para evitarnos este trabajo tan pesado es colgar chocolatinas, caramelos o bombones en vez de espumillón, bolas y campanas. Así, además de sorprender al personal, tenemos fácil lo de recoger los adornos, basta con comérselos... poco a poco.

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Otra opción siguiendo la línea comestible que no deja brillantina por el suelo está en colgar galletas. No las 'maría' de toda la vida (no seamos cutres), sino las de jengibre, esos muñecos tostaditos tan típicos en los hogares de media Europa, algo curioso si tenemos en cuenta que esta especia llegó en realidad de Asia. El 'gingerbread man' es un dulce clásico fuera de nuestras fronteras, sobre todo en el centro y norte del continente, donde no conocen los polvorones y el turrón más que en fotos. Su origen, como casi siempre en cocina, es incierto. Unos dicen que se puso de moda en el siglo XVI cuando la reina Isabel I de Inglaterra los regalaba a las visitas importantes. Aunque otras fuentes las sitúan en Grecia y hasta en Francia. Curiosamente nadie las sitúa en Suecia, donde las galletas de jengibre son un básico de la repostería de aficionados como aquí podría serlo el bizcocho de nata.

Pero historia e historias aparte, de lo que hay que hablar es de cómo decorar el árbol con galletas. Y pueden ser unos muñecos de jengibre, unas galletas de mantequilla o, como en este caso, de sirope de arce (una receta que encontramos en el blog de Olga, Nina's Kitchen, y que no tiene mayor dificultad que encontrar este ingrediente tan típico de la cocina canadiense y estadounidense)... De lo que se trata es de encontrar una receta que nos guste, tener a mano unos moldes para galletas con formas más o menos navideñas, engañar a algún pinche si no queremos trabajar solos y ponernos manos a la obra.

La receta

Empezamos con la 'mise en place', que dirían en 'MasterChef', es decir, preparando y pesando los ingredientes. Esto nos facilite que no se nos olvide ninguno, que no tengamos los paquetes repartidos por toda la cocina y que trabajemos de forma ordenada. Una vez todo pesado y medido, nos ponemos con la masa. Si tenéis un robot de cocina que amase será coser y cantar, si no, entre la batidora con varillas y nuestras manitas lo haremos igual de bien y, ademas, ayudaremos a gastar todas esas calorías de más que estamos acumulando con tanto menú navideño.

Lo primero es batir la mantequilla blandita (debe estar horas fuera de la nevera para que esté como si fuera pomada) con el azúcar moreno con las varillas. Deberá quedarnos una crema. Luego, añadimos el sirope de arce, el cardamomo, la sal y el jengibre (si es rallado, al gusto, pero ojo, que es potente, si es en polvo, al menos un par de cucharaditas, que es más suave) y seguimos mezclando. Una vez todo integrado, toca echar la harina (mejor si la hemos tamizado, si no, basta con que esté suelta) y la levadura.

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Si tenemos robot amasador, lo dejamos hasta que se forme una masa homogénea y seca. Se despegará de las paredes y podremos manipularla sin que se nos pegue. Si no es así, usaremos nuestras manos. Primero echaremos un tercio de la harina y lo mezclaremos con ayuda de una cuchara. Será una mezcla pegajosa. Añadimos otro tercio y empezamos a trabajarlo con las manos para que todo se integre. Y, por último, añadimos el resto y seguimos amasando. Aquí el trabajo se facilita porque la masa se vuelve más dura y no se pega. La dividimos en dos partes para trabajar con más facilidad. Cogemos una y la colocamos sobre papel del horno. Aplastamos un poco y le colocamos otro papel de horno por encima. Toca pasarle el rodillo. La estiramos hasta obtener una placa de unos seis milímetros de grosor.

Repetimos la operación con el resto de la masa y lo guardamos todo en la nevera. Lo ideal es dejar las placas en el frigorífico durante toda la noche, pero si andamos con prisa, podemos meterlas en el congelador hasta que se hayan endurecido. Se trata de un truco para poder formar las galletas y manipularlas sin que se nos rompan o deformen. Una vez que ha pasado el tiempo adecuado, sacamos las placas, las ponemos en una bandeja de horno y les quitamos el papel superior.

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Relleno de caramelo

Con ayuda de un cortador de galletas más grande vamos estampando siluetas en las masas. Con otro más pequeño, les quitamos el 'corazón' (que no tiramos, sino que horneamos también). En esos huecos, colocamos caramelos de diferentes colores que habremos desmenuzado con ayuda de un mortero (o de un robot de cocina que pique hielo). También hay que hacerles el agujero que nos servirá para colgarlas: basta con echar mano de un palillo. Es el momento de llevarlos al horno, que estará caliente a 180 grados. En doce minutos tendremos listas nuestras galletas. Si al abrir el horno nos damos cuenta de que se nos ha olvidado hacer los agujeros, aún estamos a tiempo porque todavía están blanditas y podemos manipularlas con cuidado. Después, dejaremos que reposen en la bandeja hasta que el caramelo ya no burbujee y, después, las colocaremos con el papel incluido en una rejilla. Una vez frías, se despegarán con mucha facilidad.

Ya solo falta decorarlas con glasa real, si queremos. Se trata de una especie de merengue (clara de huevo batida con mucho azúcar) que se queda duro enseguida. Se puede hacer con huevos normales, pero como son galletas que van a estar más de dos días al aire, lo ideal es usar las claras pasteurizadas o albúmina en polvo. Sin embargo, para facilitarnos la tarea, lo más recomendable es comprar los preparados de 'royal icing' que venden en grandes superficies y tiendas especializadas, y seguir sus instrucciones. Una vez tenemos la glasa, la ponemos en una manga pastelera con una boquilla fina y decoramos las galletas frías como más nos guste. Por último, les ponemos un cordón y ya podemos colgarlas en el árbol... Otra cosa es que duren mucho en él... sobre todo si hay golosos cerca.

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