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Que no se pierdan las historias del abuelo

'Cuentos de viejos' recopila en Internet más de un centenar de testimonios de personas mayores de todo el mundo hablando de su infancia. Cualquiera puede participar: hay un par de vascos recordando la Guerra Civil

Isabel Ibáñez

Jueves, 25 de junio 2015, 01:25

¿Cómo era aquello que contaba el abuelo? ¿Te acuerdas de qué decía sobre....? ¿Por qué no le haría más caso cuando me hablaba? Cuentos de viejos no es la primera iniciativa que recopila testimonios de personas mayores sobre momentos de su vida, especialmente su infancia y juventud, que son parte de la Historia. Pero merece ser destacada por lo curioso de la idea, porque en realidad son dos: una web (cuentosdeviejos.com) donde cualquiera puede dejar un vídeo con su historia y porque, después, los responsables del proyecto confeccionan con algunas de ellas una serie animada en capítulos que aspira a ser puente entre la experiencia de los más mayores y la necesidad de que los más jóvenes conozcan el pasado. Pongamos como ejemplo a la octogenaria bilbaína Ysabel Santamaría Erdaide, que comparte aquí su vida cuando era niña: Antes de ir al colegio, yo iba al Corazón de María a oír misa, porque me daban un vale, y si juntabas todos los vales del mes te llevaban de excursión los curas; si tenías menos de 25 ya no te llevaban. Y un año fuimos a San Sebastián, otro año a Elorrio. También charla sobre la adolescencia y de cómo eran las cosas por aquel entonces: Vivíamos para bailar, trabajábamos toda la semana y el domingo a bailar: boleros, pasodobles Yo he sido muy bailonga, y digo qué inconsciente. No sabíamos nada ni nos enterábamos de lo que pasaba 20 metros más allá de tus narices. Mi padre ponía en una radio casposa Radio Moscú a las diez de la noche, cerraba todas las ventanas, la ponía bajita y pegaba la oreja a ver qué decían, y se enteraba. Le preguntabas y te decía tú no te entiendes nada... Las mujeres no entendíamos nada de esas cosas, eran cosas de hombres, no te enterabas de nada. Pero lo más impresionante es escuchar cómo vivió ella la Guerra Civil, viendo entrar a las tropas nacionales por la calle Autonomía, participando en las carreras hasta los refugios improvisados al principio en el primer piso de su edificio, más tarde en el sótano de un prostíbulo cercano, luego en una burrería, un sitio de alquiler de carros tirados por estos animales, y finalmente en los túneles del ferrocarril. La niña Ysabel vivía en el sexto piso, sin ascensor, claro, y a veces no le daba tiempo ni a bajar las escaleras cuando sonaban las sirenas antes de que empezaran a caer las bombas. Mejor escucharlo de su propia boca: Pincha aquí

Hay cinco momentos diferentes contados por Ysabel. Como relata ella: Mi padre era panadero, eso nos salvó la vida. Cambiábamos el pan por leche, por vino... Estuvimos con la cartilla de racionamiento un montón de años, yo qué sé El aceite, para una semana, Suspiros de España lo llamaban al aceite, jajaja El azúcar no lo veías porque mi madre la poquita que le daban la guardaba bajo llave, porque si uno se ponía enfermo o venía una visita había que tener ese azuquitar guardado. Nosotros, sacarina, fíjate si tiene antigüedad, yo me alimentaba de sacarina. El café tampoco existía, lo guardaba también mi madre, era achicoria y malta, y se hacía café de puchero. La gente se iba a los pueblos a comprar cosas, porque en los pueblos tenían, la capital era dura, no había ni ajos, y escapando de la Guardia Civil lo guardaban y lo vendían en Bilbao. Mi padre le compraba la harina a una chica que venía de La Rioja, de extraperlo. Mi padre ha sido panadero y gracias a eso salvó la vida. Un poco porque él trabajaba de noche y porque se había fabricado un horno de chapa que lo tenía conectado a la chimenea. Era el último piso y salía por el tejado el olorcito, hacía el pan blanco, porque el que nos daban de racionamiento era con mezcla de mijo, de maíz, de yuca Que ahora parece que está de moda, ahora lo pagan, pero entonces era una mierda, te quedaba un panecillo de un día para otro, hacías así y botaba, y era pequeñito, y con eso para todo el día. Los responsables del proyecto han hecho con las historias de Ysabel, como con las de tantos otros, esta emocionante pieza animada que puede ser proyectada en colegios a los más jóvenes para discutir sobre ella después. Se titula Ysabel. El miedo baja del cielo, y recoge, entre otros, el momento en el que un piloto alemán cayó en Bilbao.

Como se explica en la web, Cuentos de viejos es un documental colaborativo transmedia creado y desarrollado por Marcelo Dematei, Carlos Smith, Laura Piaggio y Anna Ferrer, una coproducción de HierroAnimación (Colombia), Piaggiodematei (España) y Señal Colombia (Colombia): Escuchar a nuestros mayores es una manera de tejer los lazos de nuestra historia. Rescatar la oralidad entre viejos y jóvenes es rescatar la identidad individual y colectiva. Cada recuerdo está conectado tanto con la experiencia personal como con la historia co¬mún. Los recuerdos de nuestros mayores construyen la memoria colectiva del siglo XX Y estos recuerdos están desapareciendo. El proyecto colecciona y organiza pequeñas historias personales contadas por gente mayor. Recuerdos de infancia contados por sus protagonistas, una versión anónima de la Historia. La web propone explorar, comentar y relacionar las historias coleccionadas, pero además insta a salir a buscar nuevas historias que compartir, interrogar a los mayores que nos rodean, registrar su relato e integrarlo a la red de recuerdos. Incluye, además, la realización de proyectos escolares donde maestros y profesores pueden recrear la experiencia con su grupo de alumnos; investigar los recuerdos de sus mayores, encontrar relaciones, discutir y organizar, y compartirlo online.

Por aquí anda Manuel Boix, donostiarra nacido en 1927 que también aporta su vivencia en los años de bombas y hambre. Y lo explica con todo lujo de detalles, para que los más jóvenes y gentes de otros países entiendan cómo, dónde y cuándo se produjo todo aquello. Tenía 9 años cuando Vi pasar unos camiones llenos de hombres vestidos con un mono azul; pregunté a mi padre: ¿qué es eso, qué es eso?. La guerra. Manuel se había trasladado con la familia a Irún Venían las tropas desde Navarra y ocurrió que toda la ciudad de Irún se quemó, con mangas de gasolina la regaron para que no encontrara nada el ejército invasor, y se nos quemó todo, el negocio de mi padre, la casa Nos quedamos damnificados, como se dice. Y llegó la posguerra: Nos fuimos a Madrid y no teníamos qué comer, pasábamos más hambre que un perro callejero. Comíamos bellotas y algarrobas.

Pincha aquí para ver el vídeo de Manuel

Tantas y tantas historias que no deberían ser olvidadas nunca. Como la de Hernán Peñas Cabrales, un colombiano que siendo un niño, en los años 40 y 50, vio a unos policías disparar a dos hombres. Su curiosidad infantil le empujó a escaparse de casa cuando iban a enterrarles para mezclarse con el séquito que llevaba los féretros. Este es su capítulo animado.

En el vídeo que puede verse a continuación hay un pequeño resumen de las personas y relatos que se pueden encontrar en la web cuentosdeviejos.com. Los temas son variados, no hace falta hablar de la guerra; algunos cuentan con pena cómo se vieron obligados a dejar los estudios, la vida en su ciudad hace medio siglo, a qué jugaban sin juguetes Francisco, de Colombia, dice que nunca fue niño; su paisano José Erasmo asegura que un día llovieron peces; Roser, de Guinea Ecuatorial, rememora cómo descubrió las setas; el mejicano Bulmaro se atreve a compartir su incursión en el cementerio embrujado; Thubten, de Nepal, recuerda la primera vez que vio al Dalai Lama; la cubana Nelis cuenta cómo fue crecer con la Revolución; Teresa, de Chile, regresa a aquel día cuando la tierra se movió Y así hasta más de un centenar de historias. ¿De verdad que no les apetece participar?

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