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Los secretos del palacio foral de Bizkaia

Los secretos del palacio foral de Bizkaia

EL CORREO te ofrece una visita virtual a los rincones más recónditos de la sede de la Diputación vizcaína, que cumple 125 años

Miércoles, 23 de julio 2025

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El palacio de la Diputación de Bizkaia, conocido como Palacio foral, fue inaugurado el 31 de julio de 1900, coincidiendo con la festividad de San Ignacio de Loyola, patrón del territorio. Su construcción se había iniciado diez años antes, en 1890, impulsada por la necesidad de una nueva sede para la entonces Diputación provincial, ya que el edificio anterior, en la Plaza Nueva de Bilbao, utilizado desde 1849, se había quedado pequeño debido al crecimiento administrativo consecuencia de la pujanza económica de Bizkaia durante la revolución industrial. Así lo refleja una instancia del 26 de abril de 1883: «Es de todo punto indispensable que la Corporación Provincial disponga de un edificio digno de su importancia, donde puedan establecerse con desahogo todas sus oficinas y dependencias». Bajo el liderazgo de Pablo de Alzola, entonces presidente de la Diputación, que habia sido alcalde de Bilbao y era uno de los autores de su Ensanche, se decidió buscar un nuevo emplazamiento que reflejara el auge económico vizcaíno y el poder de la burguesía.

Tras descartar el Casco Viejo por falta de espacio y los Jardines de Albia por problemas en las negociaciones con los propietarios de los terrenos, se eligió un solar en la Gran Vía, en el Ensanche de Bilbao, donde antes se encontraba la Torre de Arbieto y un roble centenario conocido como el «Árbol Gordo». El edificio, diseñado para ser monumental, simbolizaba la transformación de Bizkaia de un territorio rural a un centro industrial.

El proyecto fue encargado al arquitecto aragonés afincado en San Sebastián Luis Aladrén Mendivil pero las obras fueron completadas por el arquitecto provincial Antonio Carlevaris en 1899.

La elección del solar en la Gran Vía, en lugar de una plaza que ofreciera mejores vistas, fue una limitación señalada por Aladrén, pero el diseño compensó esto con una fachada imponente y una composición urbana impactante.

Todo en el Palacio está diseñado con la intención de transmitir suntuosidad y grandeza. El resultado es que de los casi 8.000 metros cuadrados que tiene el edificio, solo un 25% es espacio útil.

Arriba, llaman la atención los suelos. Los de los pasillos, salas y algunas de las estancias principales, como el Salón de Sesiones y el Salón de Recepciones, presentan diseños geométricos y combinaciones de mármoles de Markina y Carrara, creando efectos visuales sofisticados. Los mosaicos del vestíbulo, también en mármol, incluyen motivos decorativos que refuerzan el carácter artístico del palacio.

Además de los mármoles de Markina (Negro Markina) y Carrara utilizados predominantemente en los suelos y las bases de las columnas del Palacio Foral de Bizkaia, existen referencias a otros tipos de piedra empleados en el edificio, incluyendo materiales de las canteras de Ereño, específicamente la caliza conocida como Rojo Ereño o Rojo Bilbao.

Hay que señalar que todos los techos del Palacio estaban sin realizar cuando el Palacio fue inaugurado. La realización de estas pinturas fue la última fase de la decoración del edificio. Se encargaron a tres artistas, José Echenagusía, Anselmo Guinea y Álvaro Alcalá-Galiano, que siguieron planteamientos alegóricos similares.

Las del Salón de recepciones son del primero. Esta gran estancia destaca por su riqueza ornamental, complementada por mármoles, maderas nobles, estucos y cerámicas. Este salón, de estilo renacentista, transmite con sus dimensiones y decoración la importancia protocolaria del edificio.

De reducidas dimensiones, esta capilla abovedada es una de las estancias más curiosas del edificio. Dedicada a San Ignacio de Loyola, patrón de Bizkaia, la capilla es un espacio íntimo dentro del palacio que refleja la importancia de la religiosidad en la identidad vizcaína de la época en la que el edificio fue alzado.

Llama la atención la presencia de una bendición del Papa Pío XII pedida para Bizkaia en 1958 por el obispo Pablo Gúrpide en agradecimiento por el impulso del seminario de Derio.

Llamado también Salón de Plenos, se usó cuando la Diputación de Bizkaia era provincial y no Foral, tras haber sido abolidos los Fueros en 1876 y suprimidas las Juntas Generales de Gernika. Cuando el edificio fue sede del Ministerio de Industria, en el primer franquismo, se utilizó como salón de actos. En el techo destaca un fresco de Guinea con una alegoría de la Justicia.

También conocida como Salón de Sota, en honor a Ramón de la Sota, destacado empresario, naviero y dirigente del Partido Nacionalista Vasco, esta sala acoge las reuniones semanales del Gobierno de la Diputación. El retrato de Sota que presidía la sala fue quemado por las tropas franquistas tras su entrada en Bilbao, mientras que la estancia fue renombrada como Salón Mola. La estancia acogería también la reuniones del Consejo General Vasco entre 1978 y 1980.

En 1979, recuperó su nombre original tras la donación de un nuevo retrato por parte de la familia de Sota. La sala está decorada con retratos de los diputados generales de Bizkaia, excepto el de José Mari Makua, expuesto en el Salón de Gobierno. La alegoría del techo, pintada por Guinea, se titula ‘De la discusión sale la luz, de la reunión, la amistad’.

Esta estancia albergó la primera reunión del Gobierno Vasco el 8 de octubre de 1936, presidida por el lehendakari José Antonio Aguirre, tras la aprobación del Estatuto de Autonomía vasco por la Segunda República el 1 de octubre de 1936 y la proclamación de Aguirre en Gernika el 7 de octubre.

El Palacio Foral de Bizkaia es un reflejo de la prosperidad y ambición de la Bizkaia del siglo XIX, diseñado para impresionar y proyectar el poder económico e institucional del territorio. Sus estancias, decoradas con mármoles, maderas, vidrieras y obras de arte, fueron proyectadas sacrificando la funcionalidad y necesidades administrativas que motivaron la construcción del edificio, para subrayar un mensaje de prosperidad y poderío económico a través de cada uno de sus detalles. Las visitas guiadas, que atraen a miles de personas cada año, permiten descubrir estos espacios y su legado.

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