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Mohamed supo que debía salir de Gaza lo antes posible con su familia cuando vio que ya no tenían una casa en la que refugiarse. ... El hospital en el que trabajaba también estaba semidestruido y sus hijos tampoco podían ir a la universidad porque había sido bombardeada. Hasta ese día, este cirujano de 51 años había estado trabajando sin descanso para atender a los «cientos de heridos» que llegaban al centro sanitario. No daban abasto y operaba incluso en el suelo. Por muchos ya no podía hacer «nada». «Es una carnicería en toda regla. No respetan nada. Ni a mujeres ni a ancianos ni a niños», relata.
Pero los bombardeos no cesaban y llegó un punto en el que ya no tenía ni una casa habitable, ni lugar en el que trabajar. Tampoco había luz ni internet. Ni calles ni escuelas. Ni comercios ni hospitales. «Era una pesadilla. La muerte estaba en todos lados. Han derribado barrios enteros. Ya no queda Gaza», explica en una conversación con EL CORREO. Es uno de los 26 hispano-palestinos que han recalado en Euskadi en la última semana.
139 ciudadanos
hispano-palestinos llegaron el pasado jueves a Torrejón de Ardoz (Madrid) huyendo de la guerra entre Hamas e Israel.
Al principio trataron de buscar refugio en el sur de la Franja, pero pronto comprendieron que tampoco era seguro. Y fue cuando las autoridades españolas se pusieron en contacto con ellos y les ofrecieron evacuarlos. Mohamed estudió en Galicia la carrera de medicina. Después volvió a Gaza a trabajar como médico generalista. Y unos años después volvió a España a estudiar la especialidad de cirugía. De hecho, uno de sus hijos ha nacido aquí.
Mohamed, su mujer y sus dos hijos, de 18 y 19 años, son una de las cuatro familias de hispano-palestinos acogidas en Euskadi. En total son 26 personas, 13 hombres y 13 mujeres. La mitad son menores. Forman parte del colectivo de 139 ciudadanos que llegaron el jueves a Torrejón de Ardoz.
Este grupo de refugiados no puede quitarse el miedo del cuerpo. Mohamed no quiere que se le vea la cara ni dar su verdadero nombre por razones de seguridad. Pero cuenta su historia porque le parece importante que el mundo sepa lo que está pasando en su tierra.
Las claves
«Es una carnicería en toda regla. No respetan nada ni a nadie. He tenido que operar en el suelo»
Pensó que debía salir cuando su casa y el hospital en el que trabaja fueron destruidos
Se siente muy agradecido por cómo han sido recibidos. Él ya conocía Euskadi de su época de estudiante. Relata que había familias que querían quedarse en Madrid. Pero no había sitio para todos y él les explicó que los vascos son gente «maja y generosa». A pesar de la buena acogida que han sentido, este médico confiesa que no pueden quitarse el nudo del estómago por todo lo que han visto y por los seres queridos que han dejado atrás. Están -explica- «con el corazón partido». Por un lado con la tranquilidad de saber que se encuentran en un lugar seguro, en el que sus hijos pueden tener un «futuro».
Pero también sin poder dejar de pensar en «el horror que han dejado atrás». Su madre, por ejemplo, sigue allí. Una mujer de más 70 años que está viajando sola para tratar de salir del país por Egipto. También piensa mucho en su hermano y su familia, que también están buscando una salida.
Lo que no puede es pensar es en el futuro. Iniciar una nueva vida con más de 50 años es «complicado» y los comienzos en lugares distintos tampoco son fáciles. No saben lo que pasará en unos meses. A sus 51 años había vivido otras seis guerras, pero insiste en que nada se le puede comparar a esta. No pueden hacer ningún tipo de plan. «Hasta que no pare esta carnicería no podemos pensar nada más. Estamos todo el rato pegados a internet», relata.
Mohamed se muestra incapaz de hacer ningún vaticinio de cómo terminará la guerra. Confiesa que el ambiente que predomina es de pesimismo. Lo importante ahora es que se produzca un «alto el fuego» que permita «recuperar un poco las cosas».
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