«Hemos retenido a ocho delincuentes en busca y captura»
Dos hermanas, que regentan un 'súper' en Santutxu y han denunciado 400 robos en seis años, cuentan cómo se enfrentan a los ladrones
Las hermanas Sandra y Sonia Rodríguez Somano regentan una franquicia del supermercado Dia en Santutxu. Son cajeras, pero perfectamente podrían ejercer ya ... como auténticas policías. Y eso sin haber opositado. Se nota que viene de familia. «Nuestro padre y un tío fueron municipales en Barakaldo». Han denunciado la friolera de 400 robos en el comercio desde que lo cogieron hace ya seis años. «Ya nos conocen los jueces, los fiscales, en el juzgado de menores... ¿Y la Ertzaintza? Reconocemos a toda la plantilla», explican con gran sentido del humor.
La larga experiencia les ha permitido establecer hasta su propio protocolo de actuación. Sonia, «que tiene menos cuerpo», se coloca delante y Sandra detrás de ella para evitar la huida. «Cuando entran por la puerta ya sabemos si van a robar. Si miran para atrás o no te responden al saludo, está claro. Y conozco a todos los clientes habituales», advierte Sandra. «Tú tenías que estar en Aduanas», le ha bromeado un ertzaina. Cuando accede alguien sospechoso, una de ellas se cuela en el cuarto de las cámaras y observa sus movimientos. También se saben todos los trucos. «El juez siempre te pregunta si ha rebasado la línea de cajas, hay que esperar a que salgan», advierten. Una vez ahí, les reprochan su acción y les piden que saquen lo que han robado. En muchas ocasiones han terminado con ellos por los suelos. «Y la gente no te creas que te ayuda, van a lo suyo». «¿Me cobras?», les ha llegado a preguntar algún comprador mientras ellas forcejeaban con el ladrón en el suelo.
También acumulan anécdotas como para escribir un libro. «Hemos detenido a ocho tíos en busca y captura y esos te llevan por delante». Algunos de los sorprendidos 'in fraganti' tenían requisitorias judiciales pendientes. Han descubierto «siete botellas de aceite ocultas en la zona del cinturón, botes de Don Limpio y Vanish en la faldamenta y hasta una empanada en los huevos», sonríen. «No es por la cuantía, sino por que no corra la voz de que aquí no se denuncia a la Ertzaintza. El boca a boca funciona muy bien. Lo importante es que no vuelvan».
Un bote de miel
El último episodio que quedó grabado por las cámaras salió en los medios de comunicación el pasado 27 de enero. 'Agrede a dos cajeras', reflejaba el titular de la noticia, «pero también le pegamos nosotras a él», ironizan. Un hombre de 27 años y origen georgiano intentó robar sobre las cinco menos cuarto de la tarde un bote de miel y terminaron reduciéndole. Sandra tiene aún un moratón en el pecho de los golpes. El individuo se resistía a sacar lo robado de entre la ropa e insistía en que «tenía dinero». Finalmente, los ertzainas le detuvieron por un robo con violencia y fue conducido a comisaría. «Cuando se lo llevaban, me dijo 'agur'», recuerda Sandra.
Roban de todo, desde empanadas, hasta polvos de lavar, bogavante, embutido... Ellas creen que es «por encargo, para después revenderlo por ahí. Si vale cinco, lo venderán a dos». El perfil del ladrón es muy variado. Hombres, mujeres... y de todas las edades y «de todas las razas». «Hemos tenido hasta a 'los Pichis', el cinco de enero de hace dos años. Como no los encontraban, llegamos a bajar hasta a Ollerías». «Si queréis, yo os digo dónde están», se ofrecieron a la Policía. El 1 de agosto de 2017, un joven metió la mano en la caja y se llevó 500 euros. También le pararon. «Nos ayudó un cliente, que salió detrás. Si no llega a ser por él no le cogemos. Pero todavía no ha salido el juicio».
De 44 y 45 años, pertenecen a una familia de Alonsotegi y tienen otras cinco hermanas. Cuando se hicieron cargo del negocio como autónomas, llegaron a trabajar en el 'súper' hasta cinco miembros de la familia, pero desde hace dos años se han quedado ellas dos solas. «No da para más sueldos. Han bajado las ventas, hay mucha competencia. Han abierto dos Mercadonas cerca...». Durante este tiempo no han podido coger ni vacaciones. Trabajan de lunes a sábado, «de nueve de la mañana a nueve de la noche, y después vamos a entregar los pedidos». La hija de una de ellas les ayuda y su madre les hace la comida y se la lleva hasta allí. Pese a tanto sacrificio, las hermanas no pierden nunca la sonrisa.
En el juzgado
Si abrieron en marzo, para junio ya habían instalado las 32 cámaras de seguridad con que cuentan en la actualidad. «Y las pagamos nosotras, porque cuando nos roban la mercancía es nuestra», advierten. Tras completar el primer inventario, se dieron cuenta de que tenían pérdidas. «Lo que más nos ha perjudicado aquí son los robos. Tener que retenerles, lo mal que lo pasas, la vergüenza... y encima pierdes el tiempo yendo al juzgado. Llevaremos gastados mil euros en viajes y la mayoría ni se presentan». Tuvieron un juicio el pasado viernes y van a tener otro el próximo miércoles. Ahora ya sólo va una de ellas porque no pueden cerrar el local, pero la otra se queda sola con 500 metros cuadrados de tienda. «Allí (en el juzgado) te encuentras con los de Carrefour, del Corte Inglés... pero ellos llevan un representante».
A los ladrones que finalmente resultan condenados «se lo ponen a la carta: eligen entre arresto domiciliario o multa. «A uno le perdonó el juez por la edad, 87 años tenía, pero venía a robar todos los días». La última condena han sido 25 días a ocho euros cada día (200 euros) para cada una de las dos imputadas. O tres euros por quince días (45 euros). Si me cuesta a mí más ir al juicio en el metro», protesta Sonia.
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