«La pequeña no respiraba y le colgaban las manos y las piernas»
El ertzaina que salvó a una niña de dos años de un atragantamiento, relata cómo le practicó la maniobra de Heimlich para neonatos
Iban, de 49 años, vecino de la zona minera, y ertzaina de profesión desde hace 22, está destinado en el 'dispositivo Palanca', la furgoneta que ... patrulla el complicado barrio San Francisco desde hace varias décadas. El pasado domingo, sin embargo, «puntualmente», se encontraba de servicio en la oficina de atención ciudadana de la Ertzaintza en la plaza Zabalburu en lugar de en la calle. Alrededor de la una y media del mediodía, «entraron por la puerta un matrimonio con una niña inconsciente». El padre cogía a la menor en brazos. «Le colgaban los brazos y las piernas. No respiraba», relata el agente, que lleva tres años en Bilbao, la comisaría con más incidencias de Euskadi, tras pasar antes por las otras dos capitales vascas, San Sebastián y Vitoria.
El agente, que mide casi dos metros de altura, se encontraba en la 'pecera', la mampara de cristal, y al ver la angustiosa escena, salió para comprobar lo que le pasaba a la cría. «Los padres eran incapaces de articular palabra, estaban pasados». Iban cogió a la pequeña que se estaba asfixiando y, sin pensar, «empecé a hacer la maniobra de Heimlich para neonatos para desobstruir las vías aéreas».
Con el título de socorrista y la formación de primeros auxilios recibida también en la Academia de Policía y Emergencias de Arkaute en la promoción 17, Iban sabía que, en caso de atragantamiento, a un bebé no se le puede tratar igual que a un adulto. Colocó a la pequeña sobre su brazo doblado a 45 grados y puso el cuello entre sus dedos, de forma que la traquea quedara liberada. Metió el dedo meñique en la boca para facilitar que pudiera expulsar lo que le bloqueaba la garganta. «Y le empecé a dar golpecitos en las escápulas». Se trata de una maniobra sencilla, pero muy efectiva.
«Puede seguir con sus cosas»
La pequeña empezó a «escupir baba, flema y algo verde y cogió un poco de aire». Iban la veía aún «debilucha» y volvió a aplicarle la misma técnica. Terminó de soltar lo que le aprisionaba el aparato respiratorio y rompió a llorar al recuperar la consciencia. Los padres sospechaban que había ingerido algo que ellos no le habían dado, pero no sabían de qué se trataba. La madre reconoció la labor del policía. «Al ver a la cría respirar y a la madre agradecida, me quedé muy cotento. La niña puede seguir a sus cosillas», dice. Una ambulancia de Osakidetza evacuó a la menor al hospital de Basurto. «No quisimos molestarles en ese momento con preguntas».
Tras el apuro, después de recuperar el aliento y de que le bajaran las pulsaciones, el ertzaina realizaba la siguiente reflexión: «Es importante que ayuntamientos, centros sociales y colegios se tomen en serio ofrecer conocimientos básicos de primeros auxilios. Parece una tontería, pero puede salvar vidas». Cree que para «no ponerse nervioso a la hora de intervenir, es importante tener los movimientos ya mecanizados. Le puede suceder a un familiar, a un vecino...».
Normalmente, Iban no cuenta en casa las incidencias desagradables que le toca cubrir en el trabajo, pero ésta, con final feliz, sí. «Mi chica y mi madre están muy orgullosas, claro, contándoselo a las vecinas», sonríe. La pequeña se encuentra fuera de peligro tras pasar por la Unidad de Urgencias de Pediatría.
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