Celos y negocios fallidos: la pelea de Olabeaga destapa el enfrentamiento entre los dueños de Moma y Sonora
La pelea tumultuaria con porras en un restaurante de Olabeaga destapa un conflicto profesional y personal entre los propietarios de las discotecas
La trifulca multitudinaria que acabó en la madrugada del pasado domingo con el traslado de tres personas heridas al hospital de Basurto y la detención ... de los cuatro porteros de la discoteca Moma -puestos en libertad ayer- que accedieron con porras extensibles al restaurante de Olabeaga donde se desató la pelea ha sacado a la luz un conflicto profesional y personal entre los dueños de Moma y Sonora, las dos discotecas más importantes de Bizkaia. Los propietarios de ambas salas mantienen diferencias irreconciliables desde que rompieron toda relación empresarial tras participar, en 2013, en el lanzamiento de Sonora.
La alianza entre Luis Ángel Rodríguez, titular de Moma, y los socios de la discoteca de Erandio, elegido mejor club de música electrónica de España en dos ocasiones, se fue al traste al poco de su apertura. Rodríguez y Javier Obispo, dueño de Budha -otro referente del ocio nocturno de Bilbao-, poseían el 40% de las acciones de Sonora, pero se desligaron rápidamente del negocio.
«Me escupieron»
«Lo dejé por algo. No estábamos de acuerdo con cómo lo estaba haciendo Joseba -uno de los tres socios actuales de Sonora- y no acabamos bien. Desde entonces la relación no ha sido nada buena», admite. La ruptura evidenció «modelos incompatibles» de gestión, según Rodríguez, y la relación desembocó en enfrentamientos salpicados con cruces de acusaciones.
Estas rencillas terminaron de estallar el pasado sábado cuando Rodríguez se disponía a abandonar «tranquilamente» el establecimiento donde cenó con tres amigos. «Justo cuando salía por la puerta un chaval que estaba con el grupo que acompañaba al socio de Sonora, que serían como 12 o 13 personas, se acercó y me pegó intencionadamente un golpe en el hombro. Le pregunté a qué venía esa actitud y todo el grupo se puso como loco. Vinieron a por mí y escuché amenazas de toda clase. Buscaban pelea. Intentaron pegarme, aunque no lo consiguieron. Me llamaron hijo de puta y hasta me escupieron», relata Rodríguez, que identificó entre ellos «a Joseba».
Rodríguez cuenta que a la salida del restaurante -sobre las 23.30 horas de la noche-, ya en la calle, coincidió con cuatro porteros de su discoteca de Rodríguez Arias. El empresario, de 42 años, niega que «les llamara por teléfono» ante el cariz de los acontecimientos y que se acercaron, «como suelen hacer en otras ocasiones», a recogerle, ya que Moma abría sus puertas quince minutos después. «No llevé mi coche porque en esa zona de Olabeaga resulta imposible aparcar», detalló.
También explica que su equipo de seguridad le preguntó sobre la causa de «los incidentes» que se estaban produciendo. Reconoció que tras acceder al local los porteros esgrimieron porras extensibles (armas prohibidas, salvo para las fuerzas y cuerpos de seguridad), al ser recibidos «al grito de 'maricones, que sois unos maricones'. Les llamaron de todo y, claro, les tocaron el orgullo».
Por una relación sentimental
Sin embargo, más que a los negocios , Rodríguez achaca la trifulca a «la relación sentimental» que desde el pasado verano mantiene con la expareja de Joseba. «Todo lo que ha pasado es por un tema de chicas. No lo tolera. No acepta que yo esté con ella. Está rabioso y no cambia», confesó ayer a este periódico.
Padre de dos hijos, la «aspiración» de este empresario es «vivir tranquilo» y evitar problemas. Asegura que «detesta» el mundo de la noche y que cada vez le da «más asco», aunque insiste en que «tiene que trabajar». «Yo no quiero conflictos con nadie. Ni siquiera bebo. Soy un hombre tranquilo, pero no me queda más remedio que seguir en lo mío», añade.
Uno de los aspectos que más le ha enojado es el daño causado a la «imagen» del restaurante donde tuvieron lugar los hechos. Asegura que está «muy arrepentido» y que no tiene ningún inconveniente en pedir «perdón» al dueño del establecimiento. «No se lo merece. Es lamentable que este hostelero tenga que pagar los platos rotos por algo que no le concierne en absoluto», abunda el propietario de Moma, que mostró su preocupación por la reacción de su hija, de 7 años. «Ayer me preguntó 'Aita, ¿pero ¿qué ha pasado'?».
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