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«¡Mira, aquí hay una cruz pintada y un grupo de personas sentadas en la mesa, y ahora aparecen dos hombres más en el sofá...!», ... se sorprendía ayer al mediodía Maialen. Entusiasmada corría de un lado para otro del salón vacío de las galerías de Punta Begoña. No quería perderse ni un detalle. La pequeña de 9 años formó parte de un grupo de doce personas que visitó el emblemático edificio, aprovechando la festividad del Jueves Santo. Todos estrenaban una experiencia novedosa e inmersiva.
Ayudados por teléfonos móviles y tablets y con efectos especiales e inteligencia artificial, los turistas retrocedieron un siglo. Pudieron explorar las estancias a 360 grados y contemplar, a través de las pantallas, cómo el arquitecto Ricardo Bastida diseñó, junto al magnate y propietario Horacio Etxevarrieta, el edificio. Pasear por una recreación del salón y contemplar al bando nacional utilizar el lugar como comedor de auxilio, después de arrebatárselo a los republicanos. «Esta siendo muy interesante, el único sitio donde hemos visto algo así parecido es en la Casa Batlló en Barcelona. Está muy bien porque puedes saber cómo era esto en otra época», apuntaron las hermanas Edurne e Iratxe Larrea de Galdakao. «Teníamos ganas de venir y como nos hemos quedado aquí estos días, hemos aprovechado», reconocían Carmen e Itziar de Sondika y Getxo. Desde Larrabetzu llegó Mitxel, su mujer y sus dos hijas. «Es el cumple de esta niña y venimos a pasar la mañana», afirmó.
La Fundación Punta Begoña estrenó ayer -seguirá la semana de Pascua y la idea es mantenerlo en el futuro- esta nueva forma de disfrutar de la que es la mayor cápsula histórica del siglo pasado en Bizkaia. Porque las galerías getxotarras fueron testigo de excepción de los momentos más importantes del siglo XX. El empresario Echevarrieta podía haber construido un muro de contención para terminar con los desprendimientos del acantilado del flysch formado hace 65 millones de años, pero prefirió dejarse llevar por una solución vanguardista y deslumbrante para la época. Bajo su imponente palacete creó unas galerías desde las que contemplar los anocheceres sobre el Abra y vigilar los barcos que partían cargados con el hierro de sus minas, al otro lado del Nervión.
Las visitas mostrarán cómo se construyó, pero también momentos de la guerra, de los bombardeos sobre el Abra y el expolio del lugar. «Son nuevos contenidos que permiten a las personas que nos visiten meterse en la historia, vivirla, no solo conocer el lugar», señaló Maria Peraita, directora de la Fundación.
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