Cómo se pueden evitar las inundaciones: el ejemplo de Zalla
El barrio Mimetiz de Zalla sirve como ejemplo visual de la incidencia de los trabajos para minimizar el efecto de las inundaciones
Los dos mapas que siguen a este párrafo corresponden al barrio de Mimetiz, en Zalla. El color rojo representa las zonas inundables con un período ... de retorno de 10 años (T10), las que tienen una alta probabilidad de sufrir los efectos del agua; el naranja (T100), los lugares en los que puede ocurrir un incidente de este tipo de manera ocasional; y el azul (T500), los espacios en los que la posibilidad es más baja. A ambas imágenes las separan apenas tres años, los que tardó la Agencia Vasca del Agua-URA en ejecutar el proyecto de defensa del Cadagua del centro de esta localidad encartada, culminado a finales de 2020 tras una inversión de 10 millones de euros.
Después de las obras
Antes de las obras
El antes y el después no tiene nada que ver, con el azul, el color menos peligroso, colonizando buena parte de los lugares que estaban en rojo. ¿Y cómo se consigue un cambio cromático como este? José María Sanz de Galdeano, director de Planificación y Obras del ente público, advierte, antes que nada, de que no siempre se puede lograr esa mutación. «Hay circunstancias en las que se ha puesto la actividad económica o la población tan rematadamente mal que es imposible actuar», asegura. Menciona como ejemplo la zona de Salsidu, en Gobela, en la que sí se ha mejorado la inundabilidad pero «no hay manera de eliminarla como no se quiten las casas».
Suelen encontrar opciones para reducir el impacto, valorando siempre que «la afección al medio natural» no sea «peor» que lo que ya ha instalado el ser humano donde no debía; la protección del patrimonio; y el «retorno» de la inversión, que el dinero realmente genere una mejora. De hecho, la «eficacia en la inversión» y la «gravedad» de la situación son los criterios que mandan a la hora de «priorizar» las actuaciones.
Y el caso de Zalla es uno de los que más ha cumplido con esos criterios. Las inundaciones eran recurrentes y afectaban a viviendas, comercios, zonas deportivas... A lo largo de 1.100 metros, excavaron 143.000 metros cúbicos de tierras. Las máquinas vaciaron una amplia parcela en la que se habían realizado rellenos en las décadas pasadas y la devolvieron a su estado original como zona de ribera, dotando de mayor capacidad al cauce.
De forma paralela, sacaron un 'segundo brazo' al río, una corta de 440 metros de longitud, tres de anchura y uno de profundidad media que, planteada con meandros para reducir la velocidad del agua, asume parte del caudal en caso de crecida. Se trata de un espacio que, además, en periodos de aguas bajas está seco, por lo que se ha generado de esa manera una zona verde de esparcimiento.
Crear zonas inundables
«Cuando no podemos mover a la población, creamos más zonas para inundar y que el agua vaya allí y no a los espacios habitados», explica el responsable de la planificación de URA. También redujo el riesgo en gran medida la sustitución de un puente, el de El Charco, uno de los principales obstáculos ya que el pilar central sobre el que se asentaba obstaculizaba el paso del agua y de residuos como ramas y elevaba un metro la lámina de agua. El actual no tiene ninguna estructura sumergida en el Cadagua, así que no obstruye el caudal.
Pero hay ocasiones en las que no se puede derribar un puente y hay que buscar otras soluciones. Sucedió en Galdakao, donde el viaducto protegido de Mercadillo, de origen Medieval, se convertía en un tapón en momentos de crecida. Se amplió la anchura del cauce del Ibaizabal –y se añadió una extensión al puente– para eliminar su efecto barrera.
Esa actuación se enmarcó en el proyecto de encauzamiento del Nervión y el Ibaizabal en los entornos de Basauri, Etxebarri y Galdakao, una de las que más beneficio ha reportado por cada euro invertido, 36,2 millones en once años. Antes de las obras, según los datos que maneja URA, se estimaban daños esperables, en caso de producirse episodios de inundaciones extraordinariamente graves, de hasta 7 millones anuales; ahora, se cuantifican en 700.000 euros.
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