Uno de cada diez jóvenes vascos de entre 15 y 29 años siente ansiedad o depresión. E. C.

El protocolo antisuicidios se ha activado 386 veces en colegios vizcaínos en su primer año

«Existe un problema grave», advierten en los centros, que creen que la estrategia de prevención es «muy útil» pero «mejorable»

Domingo, 8 de octubre 2023, 01:20

Un alumno se acerca a un profesor y le cuenta que un compañero de clase tiene cortes en los brazos. Una familia telefonea al centro ... para informar de que su hijo faltará unas semanas porque ha intentado quitarse la vida. Un niño dice que no le importa a nadie. Otro aborda a una docente de confianza en el pasillo y le confiesa que se encuentra mal y que tiene pensamientos suicidas. Esas situaciones reales, y otras muchas igual de dolorosas, están removiendo las entrañas de los centros escolares vascos. El foco está puesto en esta problemática, especialmente desde que el Gobierno vasco desplegara hace un año la 'Estrategia de Prevención, Intervención y Posvención de la Conducta Suicida en el Ámbito Educativo'. En el curso pasado, el primero en el que estuvo operativa, se abrieron 386 protocolos por riesgo de suicidio en colegios e institutos de Bizkaia, más de uno al día. A nivel de Euskadi fueron 613. «Existe un problema grave», coinciden los docentes consultados.

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El plan impulsado desde el Departamento de Educación ha dotado a los profesores -se formó a más de 1.800- de más herramientas para afrontar situaciones como estas. «Es una versión 1.0, mejorable pero muy útil», la define un orientador. Ahora disponen de más apoyo externo, más recursos para saber cómo actuar, pero sobre todo para detectar las señales. Niños que han sufrido maltrato o abusos sexuales, que son víctimas o agresores de bullying o que están aislados merecen especial atención. Un coordinador de bienestar, figura implantada a raíz de la Ley de Infancia de 2021, observa en ese sentido que, «en casi todos los casos» que han tenido «eran chavales con falta de conectividad, que no tenían grupos de amigos».

La vuelta de las vacaciones navideñas fue «muy dura» en este centro de Secundaria. «Abrimos en un mes cinco protocolos en diferentes categorías, con dos activaciones por autolesiones, una por ideación -pensamientos persistentes de querer matarse- y dos por tentativas que habían sucedido fuera de nuestras instalaciones».

Lo primero fue poner en marcha los equipos de respuesta de crisis suicida, que realizaron «estudios de seguridad» para determinar «cualquier tipo de riesgo físico», y contactar con las familias, con el Berritzegune -punto de apoyo a los centros escolares- y con Inspección. «Nosotros cerramos varias ventanas y, en un caso, trasladamos a un grupo entero a la primera planta -el aula habitual estaba en un piso más alto- para evitar el hueco de las escaleras», cuenta el mismo profesional. Todo ello, eso sí, «en contacto continuo con la familia y con los especialistas externos que les tratan, porque tenemos que ir todos en la misma dirección y estar muy coordinados».

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Víctimas

El perfil es heterogéneo, pero suelen ser escolares «con falta de conectividad, sin grupos de amigos»

Juegos de roles

En los casos en los que hubo tentativas, trabajaron también en la reincorporación a las aulas. El regreso a clase, prosigue el coordinador de bienestar, es «un momento muy delicado» en el que se les ofrecen alternativas como flexibilidad en la hora de entrada y salida, más tiempo para realizar los exámenes... «Trabajamos con la persona afectada diferentes situaciones en las que aparece el sufrimiento para ver qué recursos tiene para hacerle frente», apunta. En ese sentido, el trabajo de juegos de roles que recoge la estrategia emplaza a recrear el primer día en clase y que se planteen al adolescente cuestiones como, por ejemplo, de qué manera actuaría si un compañero le preguntara si es cierto que ha intentado suicidarse.

- ¿Y cómo se aplican medidas de protección salvaguardando la confidencialidad?

- A veces es muy difícil. En un caso, en vez de tener todo el tiempo a una persona detrás del alumno, pusimos en marcha una iniciativa de juegos en el recreo supervisados por un profesor que fue un éxito porque no solo participó la persona que necesitaba ese apoyo, sino muchos otros alumnos. Pero hubo otro caso muy duro del que se enteró toda la clase y tuvimos que trabajar mucho en ello, porque fue muy doloroso para la persona afectada y para sus compañeros.

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De esa situación también intentaron sacar algo positivo: les dio pie a hablar. Y es que una de las prioridades que se marcan los centros es que los niños y adolescentes «conozcan las señales y sean activos, que sepan a quién acudir si ven a un compañero mal o si son ellos lo que sienten ese malestar». Estos casos se activaron el pasado curso, aunque «no se han cerrado». «Algunos alumnos ya no están en el centro y se encarga de su seguimiento el Berritzegune Nagusia, pero con los que siguen, en función de cómo evolucionan, se mantienen reuniones con ellos, o conversaciones de cinco minutos en el pasillo, porque por suerte están mucho mejor», detalla.

Casos

Algunos verbalizan que quieren morir, otros se infligen autolesiones y los menos lo intentan

«Es muy complicado gestionar emocionalmente que un alumno con quien convives diariamente ha pensado en quitarse la vida», reconoce una directora. Pero la realidad, asegura un profesor, «nos está atropellando con bastante potencia». El suicidio es la principal causa de muerte no natural de la población de entre 15 y 29 años; uno de cada diez vascos de esa edad, unos 30.000, dice sentir ansiedad o depresión.

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Son datos que hablan de un «sufrimiento» entre los escolares que antes, con menos formación y sin una guía clara, eran más difíciles de detectar. «Hay que mirar para ver, y ahora se está mirando mucho más», insiste un docente, que expone que, «en el curso 2021/2022, hubo diez casos en seguimiento en toda la comunidad autónoma; en un curso se han multiplicado por sesenta y es porque estamos más atentos».

Más menores en urgencias

Intervienen también otros factores, como el empeoramiento generalizado de la salud mental. Tras el covid, los ingresos relacionados con ansiedad en la unidad de hospitalización infanto-juvenil del Hospital de Basurto crecieron un 100%. «El incremento de esta realidad en los últimos años ha sido exponencial, lo estamos viendo en los servicios de urgencias», expone Iñaki Zorrilla, presidente de la Sociedad Vasco Navarra de Psiquiatría. El profesional sostiene que «la idea del suicidio ha despuntado entre los jóvenes y cada vez se dan más autolesiones, que son más frecuentes en chicas que en chicos»

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«Unas marcas en los brazos te asustan mucho», expone el director de un colegio en el que tuvieron esa experiencia. En su caso, según certificaron especialistas en salud mental que ya trataban al menor afectado antes de que se activara el protocolo, se trataba de autolesiones no suicidas. Cuando un adolescente se hace daño no siempre quiere poner fin a su vida. «Dos de cada diez jóvenes en nuestro entorno se ha autoinfligido algún tipo de lesión como mecanismo de control del malestar psicológico y también para comunicar este dolor mental», recoge la propia estrategia. Pero son indicios que «no se deben pasar por alto», porque, si no reciben ayuda, en un porcentaje «significativo» desarrollarán «conductas suicidas en el futuro».

Plan de seguridad

Siempre acompañados de amigos o profesores, cambios a aulas en plantas bajas para evitar alturas...

Existen otras señales de alarma, como entregar cartas de despedida, realizar búsquedas de métodos de suicidio en internet, cambios en el comportamiento, deterioro del rendimiento escolar... Y a algunas hay que estar muy atentos, como «verbalizar el deseo de morir, comunicar sentimientos como 'esta situación no va a mejorar nunca'...». «Un chico de la ESO mandó un mensaje muy duro de WhatsApp una noche a sus compañeros. Al día siguiente se lo contaron a los profesores y se abordó el problema con la familia, que ya había notado que estaba mal. Fue derivado a un servicio externo y se pudo atajar el problema bien», cuenta el responsable de otro colegio.

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Los profesionales, en ese sentido, advierten que «es un mito que si alguien dice que se quiere suicidar es porque no lo va a hacer». Recuerda además un psicólogo escolar que el suicidio «es una vía de escape de un sufrimiento mayor, una búsqueda de alivio». Por eso es tan importante crear «redes de confianza con profesores y compañeros», porque «si acuden a alguien se están planteando una alternativa diferente a la muerte, están queriendo vivir, y tenemos que darles razones, movilizar algo que les enganche para que se den cuenta del vacío que dejan si mueren y que se vayan atando a la vida».

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