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De izquierda a derecha, Lourdes Aedo (directora de 'Jantour' y moderadora del coloquio), Maitane Leizaola, Rogelio Pozo, Nora Sarasola, Edurne García Arrieta y Nerea Irazabal. Mireya López

«El precio de los alimentos baratos de hoy lo pagarán nuestros hijos y nietos»

En una nueva sesión del ciclo Mundo Futuro, cuatro expertos analizan el desafío de dar de comer a un planeta cada vez más poblado: «Comprar es un dilema entre el yo altruista y el egoísta»

Sábado, 21 de junio 2025, 01:14

No solemos ver los supermercados como espacios de reflexión, ni tampoco como lugares muy propicios para el activismo. Y, sin embargo, cada vez que echamos un producto al carro (muchas veces de manera automática, mientras vamos pensando en alguna otra cosa), estamos haciendo algo muy parecido a depositar una papeleta en una urna: «Votamos con nuestra cartera», se llegó a decir, de hecho, en el encuentro sobre alimentación del ciclo Mundo Futuro, organizado por EL CORREO con el patrocinio del Gobierno vasco, la Diputación Foral de Bizkaia, BBK e Iberdrola. Nuestra compra es solo una minúscula gota en un océano, pero la suma de todas esas decisiones individuales resulta determinante de cara a los grandes desafíos que afronta la alimentación.

«Hace 60 años, había 3.000 millones de personas en el planeta. Hoy somos 8.300 y dentro de 50 años se estima que seremos 10.000, con 4.000 en Asia y 4.000 en África. Se está moviendo gente de las zonas rurales a las ciudades y, una vez allí, la gente consume más proteína animal: de toda la superficie disponible para cultivar, el 70% se destina a producir vegetales para alimentar animales, así que nos haría falta más, pero no hay», comenzó su intervención Rogelio Pozo, director general del centro de investigación marina y alimentaria AZTI. La ciencia está desarrollando innovaciones para «producir más con menos energía, menos agua, menos desperdicios y a un precio asequible», pero ese esfuerzo no basta para resolver el problema, ni para liberarnos de la carga ética que pesa sobre nuestros hombros de compradores.

«Estamos votando con nuestra cartera: en función de nuestros hábitos de consumo, apoyamos unos sistemas de producción u otros»

Edurne García Arrieta

Delikatetxe

«Queremos comprar duros a peseta, ser más listos que nadie, y nos estamos cargando nuestro propio sector productivo e hipotecándonos a diez o quince años vista»

Maitane Leizaola

Bermeo Tuna World Capital

«Cuando consumimos, no siempre somos conscientes de lo que hay detrás de una lata de atún y solemos orientarnos por el precio, a veces sospechosamente barato. Vemos un tarro de cualquier conservera de Euskadi a 8 o 9 euros y, al lado, otro que cuesta 3 o 4: en vez de preguntar por qué la primera es tan cara, a lo mejor deberíamos preguntar por qué la otra es tan barata. Son productos que muchas veces vienen de pesca ilegal, de arramblar con todo lo que hay en el agua, y de esclavitud del siglo XXI, con personas que están años sin pisar tierra por un plato de arroz al día. Eso es lo que compramos con lo sospechosamente barato», planteó Maitane Leizaola, directora general de la asociación Bermeo Tuna World Capital. Y Pozo desarrolló la idea: «Todos nos encontramos con un dilema en nuestros actos de consumo: el bote de 8 euros y el de 4 nos llevan al dilema entre el yo altruista y el egoísta. Con nuestra compra lanzamos un mensaje tremendo a las marcas para que produzcan de manera sostenible. La tecnología va a ayudar, pero la clave somos los consumidores. Sin eso, la alimentación del futuro tenderá a ser masiva, de muchos productos, atendiendo solo al precio, y nos encontraremos con problemas».

Las otras dos ponentes expusieron sus experiencias personales, lo que Edurne García Arrieta, cofundadora de Delikatetxe, llamó su «granito de arena». La cooperativa con sede en Elorrio se dedica a elaborar diversos productos con gallinas camperas: «Está muy centrada en la reducción del desperdicio alimentario. La gallina forma parte de nuestra cultura gastronómica, pero el pollo de crecimiento más rápido ha desplazado algunas costumbres que teníamos. Quitando cuatro nostálgicos que compran gallina en la carnicería, lo habitual es que ya no se consuma. Colaboramos con las granjas familiares y, cuando las gallinas camperas dejan de poner huevos, en vez de descartarlas y convertirlas en residuo, las transformamos en otros productos: sobre todo caldo, pero hacemos un aprovechamiento integral», explicó.

Un momento del coloquio. Mireya López

Nerea Irazabal, por su parte, es cofundadora de Luramak_bio, explotación de cultivo ecológico: «Hay dos palabras clave –reflexionó–. La primera es 'historia', lo que hay detrás, que es la base para lograr la sostenibilidad y la salud. En un mercado o una feria, cada cliente es una joya: son héroes y heroínas, por llevar su alimentación de manera consciente y sostenible. La otra palabra es 'educación', tanto en casa como en las escuelas, sobre lo importante que es cuidar nuestra salud. Es cierto que a veces la economía no nos permite un producto de calidad con una historia superimportante y un valor añadido, pero... ¿en qué vamos a invertir? ¿En ropa, en zapatos, en viajes? Nuestra joya es nuestro cuerpo».

Aleteo de mariposa

«Estoy firmemente convencida de que el aleteo de mariposa local puede generar grandes cambios a nivel global», confió Leizaola. Pero ese proceso de concienciación sobre la cadena alimentaria tiene que sortear múltiples trampas. En la sesión de Mundo Futuro se analizaron algunas. «No puede ser que Europa lidere una transformación ecológica y sostenible que luego tiene una puerta de atrás, por la que entra a nuestros lineales todo tipo de productos. El marco normativo tiene que tener un elemento de contención: que cualquier compañía que quiera vender productos en Europa tenga que respetar, como mínimo, las mismas condiciones legales que los productores de aquí. La marca blanca no debería abastecerse de productos que no respetan las normas de competitividad. Queremos comprar duros a peseta, ser más listos que nadie, y nos estamos cargando nuestro propio sector productivo e hipotecándonos a diez o quince años vista», deploró la responsable de Bermeo Tuna World Capital.

«Con nuestra compra lanzamos un mensaje tremendo a las marcas para que produzcan de manera sostenible. La tecnología va a ayudar, pero la clave somos los consumidores»

Rogelio Pozo

AZTI

«En un mercado o una feria, cada cliente es una joya: son héroes y heroínas, por llevar su alimentación de manera consciente y sostenible»

Nerea Irazabal

Luramak_bio

La frase hecha de 'pan para hoy y hambre para mañana' parece pensada especialmente para la situación actual, con los gigantes asiáticos comprando empresas en Europa y tierras en África y América y «sacando del tablero a quienes producen con criterios de competitividad europeos». En un futuro no tan lejano, con Europa como un agente minoritario en el mercado global, los movimientos estratégicos actuales pueden degenerar en escasez: «Si esa lata de atún deja de ser un producto asequible, ¿alguien cree que los asiáticos nos lo van a seguir vendiendo barato? Y esto es pasado mañana», comentó Leizaola. «El sector alimentario tiene márgenes netos del 2, el 3 o el 5%. ¿Cómo puede ser más eficiente? La tecnología ayuda, al reducir costes de mano de obra o aumentar la productividad, pero los consumidores debemos entender qué hay detrás de lo barato: ahí no está el precio real de lo que cuesta producir los alimentos. Ese precio lo van a pagar nuestros hijos y nuestros nietos», desarrolló Pozo.

No obstante, las productoras quisieron transmitir un mensaje de prudente optimismo. «Hay mensajes que están calando, consumidores que lo demandan. Estamos votando con nuestra cartera: en función de nuestros hábitos de consumo, apoyamos unos sistemas de producción u otros», insistió García Arrieta, que puntualizó que también podríamos poner las cosas más fáciles a quienes quieren avanzar en la dirección correcta, sin obligarles a examinar con detenimiento y cierto desconcierto el envasado de cada producto: «¿Cuántos sellos tenemos? ¡No hay tiempo para explicarlos todos a la gente! Necesitamos un criterio único». Irazabal, por su parte, recalcó lo difícil que resulta fidelizar a ese consumidor que se acerca a su puesto, hacer de la conciencia una costumbre: «Tenemos que hacer comunidad, divulgar, opinar, traer nuestra historia y llegar a la gente. ¡Hay tantas vertientes en las que tenemos que actuar! Pero mi optimismo no me lo va a quitar nadie. ¿Por qué no va a ser Euskadi el cambio de Europa, por qué no podemos ser un referente?».

Nora Sarasola, de BBK, en un momento de su intervención. Mireya López

«La alimentación puede ser un puente entre tradición e innovación»

En un planeta cada vez más poblado, los alimentos plantean el problema de ser a la vez «limitados e indispensables». Así lo planteó Nora Sarasola, directora de la Obra Social de BBK, que en su introducción al coloquio repasó algunos de los conceptos que vertebran este debate: «La producción y distribución de alimentos es responsable de un cuarto de las emisiones globales de CO2 y utiliza el 70% del agua potable disponible. Tenemos en nuestras manos hacerlo de una manera más eficiente y sostenible», argumentó.

Sarasola identificó algunos retos que debemos afrontar en este empeño. Para empezar, es necesario reflexionar sobre las nuevas formas de consumo: «No solo se está transformando la manera en que compramos y comemos, sino también cómo nos relacionamos con el entorno y las personas. El auge de las plataformas digitales, los servicios de entrega a domicilio y la compra de comida precocinada reflejan un cambio profundo en nuestros hábitos. Estas innovaciones ofrecen comodidad, pero plantean cuestiones esenciales de sostenibilidad, impacto ambiental y justicia social». Es necesario también ajustar el foco en la relación entre lo que comemos y nuestra salud, incluida la emocional, con la ciencia y tecnología como aliadas necesarias.

La responsable de BBK reflexionó además sobre la gastronomía sostenible («que no solo pone el foco en la gestión respetuosa de la materia prima, sino también en un sistema que respete a las personas»), el desperdicio alimentario y la transmisión de hábitos entre generaciones: «Además de preservar la cultura gastronómica, refuerza los hábitos comunitarios y fomenta una alimentación saludable. La alimentación es una herramienta poderosa para construir identidad y sentido de pertenencia y puede ser un puente entre la tradición y la innovación».

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