La independencia llama dos veces
Con el referéndum escocés de 2015 se volvió a cumplir la ley de hierro del secesionismo, que consiste en que el 'no' nunca resuelve la cuestión
Javier Zarzalejos
Domingo, 26 de marzo 2017, 16:26
El ataque terrorista en Londres impidió que el Parlamento de Escocia aprobara la petición al Gobierno británico para celebrar un nuevo referéndum sobre la independencia. ... Pero la petición se hará en cuanto la Cámara escocesa se reúna después de la conmoción y el independentismo que ahora encabeza Nicola Sturgeon volverá a discurrir sobre el camino que dejó trillado el referéndum anterior en el que el 'no' a la secesión se impuso con más holgura de la que se preveía.
La primera ministra británica, Theresa May, ya ha adelantado su respuesta: no habrá referéndum antes de que concluya el proceso del 'Brexit' a cuyo desenlace se remite para abordar la reivindicación nacionalista. Con ello, May parece decir dos cosas. La primera, que confía en que el resultado final de la negociación con la Unión Europea sea suficientemente satisfactorio para desactivar el argumento en que los nacionalistas basan su petición de una nueva votación: la decisión británica de abandonar la UE. La segunda es que habrá referéndum después de que se materialice el 'Brexit'.
La posición de May, sin embargo, delata las contradicciones que esconde la decisión de abandonar la UE. Estas contradicciones se van poniendo de manifiesto, una por una, a medida que se acerca el momento de poner en marcha el proceso de desconexión. Porque si May remite a los nacionalistas escoceses al acuerdo final con la UE es porque cree o quiere hacer creer que este será altamente satisfactorio, es decir cree que habrá un 'Brexit blando', dando por hecho que la Unión va a aceptar una relación a la carta con Reino Unido después de escuchar hasta la saciedad del Gobierno británico un concluyente e inamistoso «'Brexit' es 'Brexit'». Pero May no está en condiciones de prometer ese pretendido estatuto privilegiado de Reino Unido en su relación con la UE que neutralizaría a los nacionalistas. Con toda la gravedad que este asunto tiene, tampoco el Gobierno británico puede echar sobre la espalda de Bruselas y de los Estados miembros un problema conocido y previsible que, como tantas otras consecuencias indeseables, fue olímpicamente ignorado por la arrogancia y la cerrazón nacionalista inglesa que impulsó el 'Brexit'. Porque junto con Escocia, a Londres se le plantea la situación de Gibraltar y de la frontera de Irlanda del Norte con la República de Irlanda. Si el 'Brexit' ha sido la expresión inglesa del malestar con la UE, no debería extrañar que quienes dentro de Reino Unido están alejados del imaginario de la 'little England' se conviertan en un serio quebradero de cabeza. Si «'Brexit' es 'Brexit'» no es ninguna sorpresa que el independentismo, pero también otros sectores más templados que votaron racionalmente 'no' a la secesión porque supondría la salida de la UE, reclamen de nuevo un referéndum después de un cambio tan sustancial en el 'statu quo'. Los 'brexiters' podrán haberse revestido de patriotismo con los habituales eslogans populistas, pero lo cierto es que su frivolidad ha rebajado el coste, para muchos inasumible, que presentaba la independencia de Escocia en tanto que supusiera abandonar de la UE. Ahora ese coste ya no existe.
La UE ni puede aceptar una negociación separada con Escocia, que carece de personalidad jurídica internacional para ello, ni puede enmendar los errores de cálculo cometidos por los que han decidido romper con ella. Los patriotas del 'Brexit' se lo han puesto muy difícil a quienes con tanta brillantez y con éxito defendieron ante los escoceses el «better together», el «juntos, mejor». Tal vez crean esos contradictorios patriotas que Gibraltar ese residuo de 'britanidad' que paradójicamente votó en masa en contra del abandono de la UE puede seguir disfrutando de lo mejor de los dos mundos o que si lo que quieren es restablecer plenamente las fronteras, la de Gibraltar, que para España ni siquiera es 'frontera', va a quedar como está. Si lo creen, desde luego se equivocan. O tal vez piensen que Reino Unido convertido en país tercero respecto a la UE no va a modificar la situación fronteriza con la República de Irlanda. Porque también se equivocan. Incluso los más capaces para sorber y soplar a la vez en algun momento encuentran sus límites. Es posible que el nacionalismo inglés se sienta a gusto y calentito tapado con la manta del 'Brexit'. Pero esa manta fuera de la UE es mucho más pequeña y no da para cubrir todo.
El error del 'Bréxit' se une al oportunismo del independentismo escocés que, a su vez, construye ahora su nueva reivindicación secesionista sobre otro error como fue el referéndum escocés de septiembre de 2015. Porque con ese referéndum se ha vuelto a cumplir la ley de hierro del secesionismo que consiste en que el 'no' nunca resuelve la cuestión mientras que si triunfa el 'sí' a la secesión el asunto queda zanjado para la eternidad. El referéndum ese y todos los demás análogos no zanja la controversia por mucho que nos tienten con esa promesa algunos políticos catalanes al rebufo escocés; simplemente pone los raíles para que el independentismo pueda circular aunque a veces tenga que parar en estaciones intermedias.
El 'Brexit' es una grave pérdida para la Unión Europea y ahora sus partidarios pueden empezar a descubrir que también lo es para el propio Reino Unido. Pensaban en un juego de suma cero a su favor y todo se aproxima a un juego en el que las dos partes pierden. En las dramáticas circunstancias de estos días, habría que decirles a los británicos que «better together» y esperar, casi contra toda esperanza, que el Parlamento de Westminster llegado el día recupere su condición de soberano y evite la ruptura, las dos rupturas, que la absurda decisión de un líder frágil puede hacer irreversibles: la ruptura de la Unión y la ruptura de Gran Bretaña, porque las dos parecen abocadas a quedar unidas.
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