Medallas en el basurero
Alberto Ayala
Jueves, 23 de marzo 2017, 02:03
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Alberto Ayala
Jueves, 23 de marzo 2017, 02:03
Pueden encontrarse medallas en un basurero? Supongo que sí. ¿Las luciría usted colgadas de su flamante chaqueta, sucias, oxidadas y con restos de sangre? ¿No, ... verdad? Pues va a ser que no tiene un gran futuro político en determinados ámbitos, en demasiados, de este nuestro pequeño País Vasco.
Desde que la organización terrorista ETA anunció hace ya más de un lustro su final definitivo, derrotada por la democracia y fuertemente presionada por su brazo político, la izquierda abertzale tradicional, para que no le arrastrara en su caída, la inmensa mayoría social de esta tierra ha exigido a la banda tres cosas. Primero, su desarme total e incondicional. Segundo, la disolución sin contrapartidas. Y tercero, una autocrítica sincera, que algunos hace ya tiempo asumimos que jamás llegará en semejantes términos, los únicos válidos en una democracia que se pretenda sana.
Me siento incapaz de recordar cuántas veces he defendido por escrito o verbalmente en tertulias de radio y/o televisión que, por mí, la banda podía dejar sus armas en los zulos donde se encuentran hoy a la espera de que el paso del tiempo las inutilice. Mucho mejor aún si se decidía a cooperar y enviaba a un juez o a la Policía las geolocalizaciones de los arsenales para que las fuerzas de seguridad puedan hacer luego su trabajo. Es decir: analizar si se han usado en la comisión de algún atentado y, a continuación, destruirlas.
Al final la banda ha decidido echar mano de un grupo de personalidades, en su mayoría soberanistas, del País Vasco francés para hacerles entrega de esas geolocalizaciones. Como decía mi abuela, por la paz un Ave María. El problema es que al tufillo sanguinolento de los hierros oxidados, algunos políticos se han lanzado a escarbar en la basura a ver si dan con alguna medalla con la que, supongo, intentar sacar no sé qué pecho ante el electorado.
Así el PNV se apresuraba a presentar el viernes una iniciativa parlamentaria para saludar el desarme y agradecer a los denominados mensajeros de la paz su intermediación. Objetivo evidente: evitar que la izquierda abertzale le tomara la delantera.
Y el PSE, que hace unos días se preguntaba acertadamente dónde estaban esos ahora llamados mensajeros cuando ETA seguía asesinando, entre otros, a compañeros suyos, va y suscribe el texto jeltzale en su integridad por una mal entendida lealtad de socio.
Y el PSOE que el martes por la noche decide deprisa y corriendo que toca poner ayer de relieve en el Congreso que es muchísimo más contundente con los terroristas que el PSE (¿Susana que Patxi?). Y como corolario, que el lehendakari no descarta acudir al numerito del 8 de abril, al que acudirán los verificadores que siemper ha avalado.
Los terroristas, insisto, debieran desprenderse de sus hierros en silencio. Que quieren que unos centenares de personas asistan de testigos al acto de rendición, que no otra cosa es una entrega de armas, que quieren numerito, pues habrá que tragar. A fin de cuentas la democracia ya montó el espectáculo de Aiete para que ETA anunciara su fin.
Que algunos de nuestros políticos se pongan a buscar no sé qué medallas en semejante vertedero resulta cualquier cosa menos edificante.
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