Pili Zabala, la resistente
La aspirante a lehendakari de Elkarrekin Podemos afronta con temple maratoniano los kilómetros matinales y las interminables entrevistas
Carlos Benito
Viernes, 16 de septiembre 2016, 03:33
Por si fuera poco el lío de mítines, entrevistas y debates, capaz de desbaratar la rutina doméstica más sólida, a Pili Zabala le ha ... crecido la familia con esto de la campaña electoral. Ha acogido en su ya famosa casa de Zarautz a dos miembros del equipo de comunicación y redes del partido, llegados desde Madrid: son Dani y Panta, que la siguen de aquí para allá mientras teclean misteriosamente en sus móviles, como solemnes hechiceros de la nueva religión. «Antes de ellos, tuvimos a un au pair de Dublín, de modo que estamos acostumbrados a convivir con más gente. Así podemos trabajar codo con codo desde primera hora de la mañana», explica la candidata de Elkarrekin Podemos, que a las diez de la mañana sale de la sede de EITB en Miramón marcando el paso a sus jóvenes huéspedes. Ambos elogian con un destello de gula en los ojos los suculentos tomates de su huerta, tan alejados del entorno virtual.
Lo de trabajar codo con codo desde primera hora de la mañana casi suena a amenaza en el caso de Pili, una de esas personas que amanecen con las baterías sobrecargadas y los circuitos mentales en plenitud. Hoy se ha levantado antes de las siete, pese a que el primer debate de ETB la obligó a acostarse pasadas las dos, un trasnoche casi inconcebible para ella. Se ha tomado un zumo de limón con miel y agua templada para aplacar un inoportuno dolor de garganta, ha salido a correr media hora, se ha duchado, ha despertado a su hija June a las siete y media, ha desayunado unos cereales y, a las ocho y cinco, ya estaba atendiendo por teléfono su primera entrevista de la jornada, con Info7 Irratia. Pili Zabala es maratoniana tanto en el deporte como en la política. En el apartado atlético, descolocó a su responsable de prensa al consultarle si podía correr este domingo, en mitad de campaña, los veinte kilómetros de La Carrera de la Ría que organiza este periódico en Bilbao. «Correr me permite desconectar y me proporciona placer, es la sensación de que estás vivo», resume la candidata, que suele hacerse diez kilómetros diarios el doble en fin de semana y en los últimos cuatro años ha disputado tres maratones.
Algo de ese aguante tenaz y espartano se ha trasladado a su nueva actividad: dedica el resto de la mañana a dos eternas entrevistas de prensa en la cafetería del hotel NH de Aranzazu, en San Sebastián, y lo hace sin un café, ni un refresco, ni siquiera un furtivo sorbo de agua. Solo se permite un caramelito de menta entre interrogatorio e interrogatorio. Durante la conversación consulta unos tarjetones en los que ha anotado ideas en tres colores (rojo, verde y azul) con su caligrafía menuda y de renglones perfectos, como si fuera un pespunte de buena modista. Ella, que acaba de llegar a la política, ¿no se aburre ya de repetir las mismas cosas tantas veces? «De momento no. Soy persistente, insistente y resistente, y además procuro decir las cosas de diferente manera, como reinventándome: llevaba doce años de docente en FP y también lo hacía así». En su caso, además, cada entrevista obliga a remover las brasas del dolor: una y otra vez ha de revivir el secuestro y asesinato de su hermano Joxi a manos de los GAL. «Durante mucho tiempo yo no podía hablar de eso, aunque siempre quise expresar todo aquello por lo que pasamos, el sufrimiento que padecimos. A todos nos gusta más hablar de cosas positivas, nos resulta ingrato hablar del dolor y el sufrimiento, pero hay que hacerlo».
Una multa de doce euros
En el parabrisas de su Peugeot 207 le espera una multa: según parece, la parcela está una zona de aparcamiento restringido. «Doce euros con pronto pago. Si no, treinta. ¡Pues habrá que hacer pronto pago!», suspira de camino a su siguiente compromiso, una comida convocada por EL CORREO en el restaurante Etxanobe de Bilbao. Pili, que se toma muy en serio la alimentación «desde los 15 no como mucha carne, tampoco era lo que más me gustaba, y siempre quiero saber lo que introduzco en el organismo», sale muy contenta del menú. «Ya de niña quería ser médico y especializarme en terapias naturales o algo relacionado con la alimentación», comenta. Acabó estudiando Odontología, así que ahora no puede evitar fijarse en los dientes de la gente: estas semanas le ha sorprendido, por ejemplo, que tantísimas mujeres del PP lleven brackets cerámicos.
¿Y quién tiene mejor dentadura?
¿De los candidatos y candidatas? La más proporcionada, la más armónica... ¡es la mía, ja, ja...!
A Pili Zabala la hace reír el humor absurdo: se carcajea, por ejemplo, con las peripecias del agente pop Austin Powers. «Cuando estudiaba las oposiciones, me ponía esas pelis para relajarme». Y le disparan la sonrisa, cómo no, sus hijos: June, de 12 años, e Hisham Lucas, de 10. «El nombre es árabe. Yo quería ponerle Lucas, por mi abuelo, un pastor de ovejas en Aralar que era la persona más bondadosa que he conocido. Pero a mi marido le sonaba raro con su apellido y, como él había empezado a estudiar árabe, elegimos Hisham, que significa generoso». El marido Jesús Mari, Txisus en familia es su amor del instituto, un periodista reconvertido en técnico de Hacienda que también parece todo un especialista en propiciar sonrisas: «En mi casa, todos mis hermanos y todas mis hermanas se han enamorado de personas con muy buen humor. Cuando la tristeza está muy asentada en tu vida, necesitas contrarrestarla con lo que te produce bienestar», reflexiona la candidata. Con Txisus empezó a salir en COU, allá en Tolosa, y después los dos se fueron a estudiar en Leioa: «Estábamos en el mismo piso: había estudiantes de Periodismo y de Bellas Artes y estaba yo, así que me tocaba meter más codos que al resto. ¡Qué bien me cuidaban!».
Son las seis de la tarde y se prepara el mitin de Llodio. Los críos juegan a aporrearse las cabezas con los globos morados de Podemos, el letrero luminoso de la Plaza Aldai anuncia un curso gratuito para desempleados y, por megafonía, Vetusta Morla cantan sobre conocer el frío. Y el frío se presenta: la temperatura se desploma, caen las primeras gotas y empieza a soplar un viento con muy mala sombra, así que a Pili le tienen que traer una bufandita para proteger la maltrecha garganta. «Nadie es más que nadie y nadie es menos que nadie», dice en su intervención. Lleva casi todo el día hablando, pero no desfallece: un maratón no se deja a medias, así que durante el trayecto de vuelta a Zarautz cuenta algunos recuerdos felices que a veces arrastran ecos conmovedores. Evoca cómo, cuando era niña, la familia entera se iba al río los domingos en el camión del padre, el mismo en el que transportaba maquinaria a Asturias. Y cómo, tras el secuestro de Joxi, la madre empezó a acompañar al padre en sus viajes, para que no rumiase tanto su dolor en las interminables soledades de la ruta. En aquel momento traumático fue también cuando Pili cambió: «Hasta los 15 años era de una manera y después de otra. Dejé de creer en Dios y en muchas cosas. Me centré mucho en mis estudios y lo que más me preocupaba era no causar problemas a mis padres. Mi hermano pequeño y yo fuimos dos bálsamos de esperanza».
Llega a casa a las nueve, justo cuando deja de llover. Allí está esperando Txisus, un hombre de modales suaves y sonrisa perpetua, con aire de duende amistoso. La pareja ha andado mucho camino junta, tanto en términos metafóricos como en el sentido más literal: su viaje de novios fue un Camino de Santiago en veinticinco días y, durante años, consagraron las vacaciones de verano a hacer tramos de la Transpirenaica. Ahora aprovechan la tregua poco fiable de las nubes para darse un paseo por la zona del camping de Zarautz, antes de que Txisus, que tiene buena mano para la cocina, prepare la cena. ¿El menú? «Ensalada de tomatillos de la huerta, guindillas de Ibarra y mejillones de roca», enumera. Tendrá que ser una buena ración: para él y Pili, para June e Hisham y, cómo no, también para unos hambrientos Dani y Panta.
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