El estigma del empresario vasco
Desde hace siglos, muchos debieron exiliarse a causa de la extorsión, las demandas abusivas de los sindicatos y la indiferencia social hacia su sufrimiento
Uno de los fenómenos que todavía no he alcanzado a entender es la estigmatización social que viene sufriendo el empresariado vasco, sometido a periódicos episodios ... de violencia desde hace tres siglos. Busco en otras sociedades occidentales y no encuentro una tendencia parecida. Una tradición que implica una importante rémora estratégica para el País Vasco. La actual aldea global facilita el movimiento de personas, capitales e instalaciones fabriles, por lo que muchos entre los más capacitados y esforzados acaban por emigrar de donde tan poco se les valora. Algo parecido puede afirmarse de los jóvenes más capaces, que salen de casa para estudiar o trabajar y acaban por no regresar, pues encuentran en otros territorios ambientes más propensos para afrontar el duro reto de ser empresario.
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En el siglo XVIII, los famosos matxines (obreros metalúrgicos) no solo atacaron a las autoridades y junteros que pudieran haber participado en las votaciones que ellos consideraron antiforales, también aprovechaban para asaltar las casas de propietarios de tierras y comerciantes con el fin de quemar todo documento que pudiera recoger títulos de propiedad, contratos o deudas (y como no sabían leer incendiaban también bibliotecas enteras) asesinando a algunos de ellos. Los principales protagonistas de esos motines fueron ejecutados, pero muchos criminales quedaron impunes a causa de las amnistías de la Corona. Un ejemplo de las consecuencias de la impunidad nos lo ofrece Alfonso de Otazu en su libro El igualitarismo vasco. En 1729 un propietario de Azpeitia denunció a uno de sus arrendatarios que le había amenazado de muerte y le había recordado que había sido uno de los líderes de la matxinada de 1718. También presumía públicamente de haberle robado y de haber intentado repetidamente asesinarle e incendiarle la casa. La costumbre de atacar a los empresarios continuaría en todos los siguientes ciclos de conflictos políticos. En la Guerra de la Convención, la Guerra de la Independencia y las guerras carlistas les acusaban a los empresarios de ser afrancesados o liberales, excusas empleadas para robar, asesinar acreedores y destruir propiedades que les hacían la competencia. El empleo del conflicto político como pretexto para cometer actos criminales ha continuado hasta hace poco tiempo. Recordemos las mediaciones de ETA en los conflictos laborales. Durante muchos años el empresario que no cedía ante las exigencias de los sindicatos era secuestrado por los trabajadores o por la propia ETA, además de recibir cartas y llamadas amenazantes, ataques al coche, agresiones físicas, insultos por la calle, pintadas y colocación de efigies suyas ahorcados en lugares bien visibles. Nada parecido ha ocurrido en parte alguna de Europa. Ante semejantes comportamientos me llama la atención que no hayan sido más los empresarios que se han marchado.
Tales hechos se repitieron durante muchos años, pues las víctimas se encontraban aisladas socialmente y no contaban con el apoyo de sus empleados. Los comentarios amenazantes y los gestos agresivos no eran solo de algunos trabajadores, estos eran liderados pública y repetidamente por destacados líderes especialmente los de los sindicatos nacionalistas que vienen compitiendo entre sí a la hora de hacer reclamaciones radicales y descalificaciones personales de los empresarios. Queda pendiente el recoger en una tesis doctoral las responsabilidades incurridas por algunos líderes sindicales en la sustentación ideológica del terrorismo al hacer declaraciones condenatorias de quienes luego resultaban amenazados. Hay una gran cantidad de información disponible en las hemerotecas y solo falta recoger los testimonios de las víctimas de esa otra variante de la violencia vasca. Comportamientos que han granjeado a los sindicatos vascos la reputación de ser considerados como unos de los más agresivos del mundo. A su favor, hay que reconocer que han conseguido importantes aumentos salariales, estos han provocado la consiguiente pérdida de competitividad de algunos sectores manufactureros, que soportan uno de los costes laborales unitarios más altos de Occidente, hasta el 20% superior a los que puede encontrarse en el Reino Unido. Muchas empresas los vienen compensando mediante I+D+i y continuas inversiones, pero una creciente proporción de quienes soportan los convenios colectivos más elevados han sucumbido o se han deslocalizado, especialmente las filiales de multinacionales y las empresas propiedad de empresarios no vascos.
Resulta conmovedor observar el callejero de muchas urbanizaciones de España e Iberoamérica, así como el nombre de empresas, casas, hoteles, barcos realizados por empresarios vascos que debieron exiliarse a causa de la extorsión, de las demandas abusivas de los sindicatos y de la indiferencia hacia su sufrimiento de sus empleados y del conjunto de la sociedad. Ellos han ido poniendo nombres vascos a emprendimientos que debieron realizar lejos de donde fueron expulsados, han llevado lo vasco por el mundo, asociándolo a la creación de valor. Miro en internet y no encuentro un Día del empresario. Los responsables de esas conmemoraciones deberían saber que toda sociedad necesita empresarios y que estos deben ser labrados y resguardados como joyas únicas porque son el motor económico de cualquier pueblo. Y los hechos son abrumadoramente reveladores. Desde el siglo XVIII y hasta los años setenta del siglo pasado el País Vasco importaba empresarios de Inglaterra, Francia, Alemania y del resto de España, desde entonces no hace otra cosa que exportarlos. ¿Cuándo la sociedad vasca va a empezar a tratar a sus empresarios como se merecen?
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