Puede que la repetición de elecciones tenga negativas consecuencias en la economía, pero para el periodismo de información y de opinión es una auténtica bendición. ... Y para los sociólogos y politólogos expertos en elecciones y tendencias políticas, de cuyos análisis se nutren los periodistas. La repetición de elecciones está dando lugar a un verdadero boom de análisis sociológicos acerca de la sociedad española y de los profundos cambios que se han producido en ella, y de lo que el futuro depara a los partidos políticos tradicionales: su decadencia y desaparición.
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Una primera idea que se encuentra en la información de la prensa y en sus opiniones es que la sociedad española se ha dividido en dos: la sociedad joven, formada, informada y tecnológica de un lado, y por otro la sociedad española envejecida, con formación básica, con poca información política y además ausente de las nuevas tecnologías. Para que conste el sesgo personal de quien firma estas líneas, el autor cumple a finales de mayo 70 años, devora dos periódicos diarios en papel más media docena en internet, incluidos varios en lenguas extranjeras, muy reacio y crítico con las tertulias audiovisuales, es un inmigrante en el mundo de las nuevas tecnologías, que sin embargo le son instrumento imprescindible de trabajo.
En la división citada y en su primera parte, lo único constatable sin matices es el elemento de la juventud. Una juventud de la que se afirma que es la mejor formada de la historia de España, algo que merecería algún matiz: es la que más títulos superiores ostenta, lo cual no es equivalente a ser la mejor formada, pues no siempre la cantidad garantiza la calidad. Es oriunda en el mundo de las nuevas tecnologías, pero éstas le sirven tanto para informarse como para evadirse, para vivir conectado como para vivir un presentismo -¡democracia ya!- infantil sin pasado ni futuro, para formarse como para dar rienda suelta a la necesidad de vivir en el mundo del espectáculo y la ficción.
La contraposición son las generaciones mayores. Su nivel de formación/títulos es menor, por supuesto, ya que su esfuerzo y trabajo estuvo dirigido a que sus hijos y nietos no tuvieran que mancharse las manos para ganarse la vida y pudieran ir a la universidad, además de haber aportado lo suyo, algunos al menos, en la lucha por acabar con la dictadura de Franco y apuntalar la transición a la democracia. Es cierto: son trabajadores o amas de casa que han aportado lo mejor de su vida para que las siguientes generaciones pudieran enorgullecerse de su mejor formación, que en absoluto es fruto de su propio esfuerzo, y enorgullecerse también de sus grandes esperanzas y de su gran conciencia de ser portadores y sujetos de múltiples derechos que a las anteriores generaciones ni se les habrían pasado por la cabeza.
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Se mueven en internet a la fuerza, pero sin la confianza de las nuevas generaciones, pero no estoy tan seguro de que les interese menos la política porque no estén pendientes del último tuit del político de moda ni sean adictos a las tertulias en las que los expertos afirman que se informan las nuevas generaciones. Quizá tenían una conciencia algo más clara del bien común y sabían menos de derechos de segunda, tercera e incluso de última generación.
De esta división sin matices de la sociedad española parece que los expertos extraen, según los periodistas que nos informan de ello, la consecuencia de que los partidos tradicionales, PP y PSOE, están condenados a decaer y en última instancia a desaparecer, sin tener en cuenta que la juventud, el ser nueva generación, es una situación necesariamente pasajera que con suerte conduce a ser la generación de los mayores, o de los viejos que se decía antes, lo que parece que debiera obligar a ser algo más cautos con los pronósticos.
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Además de las matizaciones necesarias a esa división que nos presentan los periodistas basándose en estudios de sociólogos y politólogos a rebufo de la repetición de la elecciones nos encontramos que esta nueva división de la sociedad convive, incluso a veces en el mismo medio y hasta en la misma pieza periodística, con otra división ya muy clásica, que es la división de la sociedad en las dos Españas que hielan tradicionalmente también el alma de cualquier español, las dos Españas extremas, la de izquierda irredenta y la de derecha extrema. División acompañada del canto al centro político que, ubicado en Ciudadanos y PSOE, convierte automáticamente al PP en extrema derecha y a Podemos en extrema izquierda.
Dejando de lado que es difícil entender la convivencia de estas dos divisiones, la imagen oculta uno de los grandes problemas de la democracia española: ni el PP consigue asumir que el PSOE es un partido constitucional cuya lealtad al sistema no puede ser puesta en duda permanentemente, ni el PSOE es capaz de asumir la legitimidad democrática de la derecha, es decir, del PP, tras el que sigue sospechando la sombra del franquismo que le permite seguir creyéndose en posesión de la moral y de la verdad de la historia.
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Uno echa en falta en todos estos análisis y en otros muchos alguna referencia a las consecuencias del cambio del modelo de producción capitalista que ha dejado de lado el capitalismo de producción para pasar a ser capitalismo de consumo con las consecuencias debidas en la cultura misma, echa en falta una referencia a las consecuencias de la desaparición de la manufactura, de la producción industrial como eje del grupo que forma la masa a la que representaba el socialismo, los trabajadores industriales, echa en falta la referencia a las consecuencias individualizadoras en el proceso de trabajo de las nuevas tecnologías, lo que dificulta la definición del bien común. Será que me he equivocado de lecturas y pierdo el tiempo con Kant, Hegel (dejó escrito que el capitalismo industrial produce desigualdades), Tocqueville, Blanchot, Levinas, Rosenzweig, Schmitt, Kelsen, Touraine, Rosanvallon, Sennet, Agamben y otros antiguos.
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