Otegi, en terreno hipercor
Tonia Etxarri
Jueves, 19 de mayo 2016, 01:26
Arnaldo Otegi tiene un pasado del que no puede sentirse orgulloso. Quizás porque ese pasado sangra por la herida de tantas víctimas de ETA, prefiere ... evitar entrar en detalles. Y centrarse en blanquear su currículum. Sus giras institucionales, de momento, están teniendo lugar fuera de Euskadi. En Cataluña pensaba encontrarse cómodo, a pesar de la oposición de 52 representantes en el hemiciclo y de las protestas de las asociaciones de víctimas del terrorismo. Se ha mostrado partidario del procés. Y con este aval fue recibido por la presidenta de la Cámara, Carme Forcadell, el visto bueno del presidente de la Generalitat y los parlamentarios nacionalistas y anti sistema.
Así aterrizó ayer Otegi en Cataluña, en terreno Hipercor. El atentado con el que ETA se cobró 21 muertos y 45 heridos y por el que, lógicamente, le siguen preguntando. Aquella matanza cometida hace ahora 29 años provocó las primeras grietas en Batasuna que acabaron por empujar al abogado Txema Montero a darse de baja de ese mundo. Otegi no tuvo crisis. Ni tentaciones de plantar cara a ETA. Ahora tampoco lo hace para no cuestionar la trayectoria violenta de la banda. De hecho sigue justificando, como entonces el comando, que ETA había avisado de la colocación de la bomba en los grandes almacenes de Hipercor y que la Policía no desalojó.
Sobre esa memoria tiene que pasearse Otegi. Pero no es solo su historia (de la que algunos se han arrepentido) sino su actitud la que indigna a los partidos democráticos y a muchas víctimas de ETA que ven su escasa evolución en estos años. Pero en su operación de maquillaje, Otegi habla de desgarro, de paz y de la ternura de los pueblos. Y va dejando perlas para quienes ignoran los zarpazos del terrorismo durante cinco décadas o quienes prefieren apuntarse al mantra de que todo es posible cuando ya no existe la violencia. Ya se encarga él de dar su particular versión a los perezosos intelectuales. Si el terrorismo ha desaparecido ha sido gracias a la izquierda abertzale. Dice. Y se queda tan ancho.
Resultaría reiterativo situar el centro del debate en las causas que lograron la derrota del terrorismo. Todo el mundo sabe que fue gracias al Estado de derecho y a la justicia que fue achicando el espacio a los violentos lo que provocó la decisión de ETA de poner fin a su macabro negocio. Pero Otegi seguirá con su cruzada porque sabe que hay mucha gente que sostiene que, una vez cumplida su condena, ya puede reincorporarse a la vida institucional democrática. Aunque siga diciendo «¿cómo voy a condenar algo que no condené en su día y por lo que ya he pagado?» No lo hará. Y habrá quienes le sigan viendo como hombre de paz.
En las tapas del libro de Maite Pagazaurtundua que se presenta hoy en Madrid figura una leyenda con dos citas. La de Pablo Iglesias: «sin gente como Otegi no habría paz». La suya: «sin gente como Otegi no nos habrían perseguido y asesinado». En tiempos tan propicios a buscar todavía víctimas de la Guerra Civil, resulta paradójico que muchos de los que desentierran fosas de hace 80 años quieran echar paladas de olvido sobre los recuerdos del terrorismo más reciente.
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