Líderes desnudos

Después de tantos años padeciendo a dirigentes inmorales, nuestra sociedad materialista ha ido perdiendo sus referentes éticos

Ignacio Suárez-Zuloaga

Miércoles, 20 de enero 2016, 21:40

Los líderes suelen olvidar que lo más recordado de sus trayectorias no son los resultados prácticos de su gestión -en buena medida dependiente del ciclo ... económico y otros factores externos a su desempeño profesional- sino su línea de vida: su estilo de comportamiento. Es mucho más común resumir una carrera política mediante gestos filmados, anécdotas y frases, que a través de estadísticas y explicaciones elaboradas. Por ello, toda una magnífica trayectoria de gestión puede quedar anulada por la constatación de actuaciones privadas que tengan un extendido rechazo social; más aún cuando la sociedad que quita y pone dirigentes ha sido objeto de un intenso periodo de sacrificios. Eso explica que la extraordinaria gestión económica del Sr. Rajoy no haya sido recompensada por el electorado, que le ha infligido un duro varapalo a causa de la inmoralidad que se le atribuye. Los numerosos indicios sobre su conocimiento de la financiación ilegal del Partido Popular le han convertido en un cadáver político, en alguien que pasará a la historia por su falta de ética. Y además, probablemente, por su escasa vergüenza.

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Tampoco tienen presente nuestros dirigentes hasta qué punto sus actuaciones están sujetas al escrutinio de cualquiera; pues, con un teléfono móvil, hasta un niño es capaz de grabar una fechoría y comunicarla en pocos segundos al mundo entero. Por eso, la decisión de un empleado desleal de cubrirse la espalda documentando las irregularidades de su jefe ha puesto en evidencia a todo un presidente del Gobierno. ¿Resulta proporcionado que una sospecha de cobro de dinero negro y de financiación ilegal anule políticamente a un dirigente de probada eficacia? Depende de los intereses y la escala de valores de cada cual. Ha habido numerosos ejemplos en casi todos los partidos políticos y las reacciones sociales no han sido siempre parecidas; véase la asombrosa indiferencia del electorado andaluz ante la catarata de corrupción que asola al socialismo de esa comunidad autónoma o la gran cantidad de catalanes que siguen votando al partido de los señores Pujol y Más. Saben que son unos canallas, pero les siguen votando; porque son «sus canallas», quienes salvaguardan a toda costa sus intereses.

La cobardía y la carencia de ética explican el cinismo de los dirigentes políticos y parte del electorado; sigue vigente el cuento 'El rey desnudo' de Hans Christian Andersen. Este trata de unos pillos que hacen creer al monarca que le están tejiendo un traje tan especial, que solo los estúpidos no pueden verlo; treta que impulsa a los cortesanos a confirmarle que iba vestido cuando en realidad estaba desnudo; esto animó al rey a salir a la calle para demostrar que él tampoco veía esa ropa tan especial (pues si lo confesara, el también sería tachado de estúpido). Así, el monarca se puso en ridículo ante su pueblo -que tampoco manifestó que se daba cuenta de que iba desnudo- hasta que un niño proclamó lo que todos veían pero nadie admitía: «¡Pero si va desnudo!». A partir de ese momento la ausencia de cálculo de un niño acabó con la ficción colectiva de la vestimenta regia, avergonzándose todos de su cobardía y cinismo. Yo asemejo las cúpulas de los partidos a los cobardes cortesanos; en tanto que gran parte del electorado andaluz y catalán me recuerdan a ese pueblo que no quiso hacerse cargo de que su rey iba desnudo. Y como en aquel reino de fantasía, andaluces y catalanes se hacen los tontos, manteniendo a unos dirigentes y partidos que saben que son corruptos.

El lector puede también recordar otra historia de signo opuesto, la de lady Godiva. Una condesa de Coventry que decidió aceptar el 'inasumible' trato que su marido le ofreció: él bajaría los impuestos a sus empobrecidos vasallos si ella se paseaba desnuda sobre un caballo ante las miradas de todos. Enterado el pueblo de tan vejatorio acuerdo, se encerró en sus casas para evitar mirarla mientras ella ejecutaba el reto. Solo lo incumplió el sastre Peeping Froc, que la observó de hurtadillas y a resultas de ello se quedó ciego; adicionalmente, la justicia de la historia le convirtió en el personaje inspirador del concepto del mirón. En todas partes la abnegación es reconocida por la gente, en tanto que a los villanos se les pone en su sitio. Este año se cumplen ochenta del nombramiento de José Antonio Aguirre como lehendakari; personaje que debió de hacer frente a una guerra en condiciones desesperadas. Y como era lógico, Aguirre fracasó en el campo de batalla; pero al final triunfó, pues la nobleza de su comportamiento ha provocado que se le considere un personaje transversal de la historia vasca. Fue ganador moral porque su estilo ético y señorial ha prevalecido sobre el resultado de su brevísimo gobierno. En cambio, los Rajoy, Más o Susana Díaz siguen en política porque 'su electorado' les perdona sus pecadillos; porque son buenos gestores o porque se les percibe como la solución menos mala. Saben que, después de tantos años padeciendo a líderes inmorales, nuestra sociedad materialista ha ido perdiendo sus referentes éticos; prueba de ello es el éxito de los reality shows, en los que incalificables personajes exhiben sus intimidades y hacen gala de los más bajos instintos. Pero si muchos son los Peeping Froc y los vasallos del Rey Desnudo, también queda gente con ética y vergüenza ajena; ciudadanos que opinamos y votamos.

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