'Nación, palabra conflictiva'

Los Estados europeos se están diluyendo en una nueva entidad supraestatal y supranacional, por lo que tratar de convertir naciones en nuevos Estados carece de lógica

Ignacio Suárez-Zuloaga

Domingo, 10 de enero 2016, 19:48

La nación no es una realidad nítidamente definida e incontrovertible. Se trata de un constructo -una elaboración teórica de la ciencia política- que surgió a ... partir de las revoluciones americana y francesa de finales del siglo XVIII. Sirvió para organizar sentimentalmente a los pueblos, contribuyendo a un masivo cambio de lealtades; convertir a súbditos y vasallos de señores naturales (los monarcas) en ciudadanos miembros de unos entes por aquel entonces novedosos y abstractos: los nacientes Estados constitucionales. En cada país filósofos, literatos, historiadores, políticos, folcloristas... aportaron discursos ideológicos y textos que se retroalimentaron durante décadas, configurando imaginarios nacionalistas. Las múltiples combinaciones de elementos territoriales, étnicos, lingüísticos, religiosos y políticos de las primeras naciones propiciaron que a lo largo del siglo XIX se recogieran bajo un mismo nombre realidades muy diversas. Tanto es así que muchas de ellas incluyeron territorios, poblaciones, personajes y hechos históricos comunes a más de una nación; aquellos activos nacionales pasaron a ser objeto de disputa entre los nacionalismos estatales y los periféricos. Por ejemplo, los nacionalistas catalanes también reclaman una soberanía territorial sobre Baleares y la Comunidad Valenciana, archivos castellanos, obras de arte aragonesas y personajes famosos como Cervantes o Santa Teresa.

Publicidad

Algunas de las naciones con instituciones más antiguas tienen límites geográficos e imaginarios identitarios claramente definidos. Éste es el caso de Portugal (el primer reino con un territorio permanentemente bajo su control), Inglaterra (nación que absorbió otras naciones para formar el Reino Unido) o Estados Unidos de América (la primera nación moderna, pues su Estado nació como nación). En cambio, otras de las más antiguas naciones-Estado vienen siendo cuestionadas por poblaciones comprendidas en sus límites históricos; ese es el caso de España, Francia, Rusia, Turquía o China. Por eso hay vascos y catalanes que niegan la existencia de España; en tanto que algunos bretones, chechenos, kurdos y tibetanos cuestionan esas grandes naciones-Estado protagonistas de la historia mundial. En el caso de Escocia -que fue uno de los estados más antiguos de Europa- la cuestión nacional no está en discusión, lo que se dilucida es la conveniencia de tener un estado propio.

Actualmente, el reconocimiento de varias naciones en la Constitución española es el principal obstáculo para una configuración del Estado con un consenso más amplio que el actual. Pues para los partidos estatales de derechas y de centro, y para un sector del Partido Socialista, eso implica reconocer la bilateralidad de soberanías entre el Estado y las comunidades autónomas reivindicadoras. También pesa la extendida creencia de que toda nación debe ser un Estado; algo que el derecho internacional público no reconoce. Además, muchos temen que se multipliquen las reivindicaciones nacionalistas de las nuevas «naciones en proceso de invención» que se están formando en las demás comunidades autónomas. Ese rechazo de los nacionalistas españoles a reconocer otras identidades nacionales motivó que se desarrollaran en la Constitución dos nuevos constructos de ciencia política: nacionalidades históricas (solo País Vasco, Galicia y Cataluña) y comunidades autónomas (todos los territorios). Para tratar de zanjar el asunto, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional declaró en 2010 que en España hay solo una nación: la española. Esto solo ha conseguido avivar la polémica.

Pues si se analizan elementos que se vienen empleando en la doctrina de ciencia política para definir lo que es una nación, no hay duda que Galicia, el País Vasco y Cataluña son naciones. Pues tienen las características de muchos Estados pertenecientes a la ONU. El hecho de que Cataluña y el País Vasco nunca hayan sido Estados no las descalifica como naciones; Galicia sí fue reino independiente durante un breve periodo, hace casi mil años. En apoyo a esa tesis, el ponente constitucional Jordi Solé Tura afirmó que España es una nación de naciones. En parecida línea argumental, a mí me parece que España es un Estado-nación que comparte territorio y otros elementos identitarios con las naciones catalana y vasca, y que comparte las naciones vasca y catalana con otro Estado-nación: Francia. Así ha sido desde hace más de quinientos años, siendo ambos territorios los que más han prosperado gracias a dicha integración. Por ello considero absurda la costumbre de muchos nacionalistas periféricos de decir «el Estado» cuando se refieren a España (como dando a entender que esta es una invención sin base nacional). Pienso parecido de los nacionalistas españoles que niegan las otras tres identidades nacionales que conforman el característico pluralismo español; por ser más pequeñas y proclamarse unos años más tarde no son menos naciones que la española. Los Estados europeos se están diluyendo en una nueva entidad supraestatal y supranacional, por lo que tratar de convertir naciones en nuevos Estados carece de lógica y la Unión Europea no lo permitirá.

Publicidad

Esta polémica palabra está merecidamente asociada al orgullo, la insolidaridad y la violencia; pues en su nombre se han cometido las mayores crueldades de la historia. Por ello me gustaría que la integración europea y el crecimiento del protagonismo de las eurorregiones la conviertan algún día en un término tan obsoleto como otros antaño muy populares: imperio, «señor natural», protectorado, estamento... Mientras tanto, más nos vale recordar el terrible daño que los nacionalismos exacerbados vienen causándonos a los seres humanos corrientes: a quienes no buscamos reverdecer glorias pretéritas ni alcanzar luminosos destinos nacionales, solo sobrellevar las dificultades cotidianas de la vida mediante el entendimiento y la cooperación.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad