El dedo en la llaga, pero ¿en qué llaga?
En la necesidad de recolocar a su partido, Arantza Quiroga percibió que, para poder hacer política en Euskadi, la posición ante la historia de terror de ETA es la prueba fundamental
Joseba Arregi
Lunes, 19 de octubre 2015, 20:18
Es más que probable que la palabra llaga no se adecue a la atmósfera social y política que vive la sociedad vasca en estos momentos. ... Son tantas las voces que predican que vivimos nuevos tiempos desde que ETA anunció el cese de sus acciones terroristas, reconociendo así su derrota, aunque lo vistiera con otras palabras, son tantos los deseos que se manifiestan de tantas formas para que todos, partidos políticos, comentaristas e individuos simples acepten la realidad de que todo ha cambiado radicalmente desde aquel anuncio, que una palabra como llaga puede parecer inadecuada.
Pero los problemas siguen existiendo, y todo lo relacionado con la historia de terror de ETA sigue siendo un gran problema, por mucho que existan innumerables estudios, planes, encuestas y afirmaciones que predican la buena nueva de que la sociedad ha avanzado ya mucho en el camino hacia la paz, la convivencia y la reconciliación.
Los últimos acontecimientos en el PP vasco obligan a repensar críticamente esa idea de los tiempos nuevos. El hecho mismo que ha provocado el revuelo en el PP vasco está íntimamente ligado al problema relacionado con la dificultad de cerrar la historia de terror de ETA. Y lo está de dos maneras. No sólo porque la causa del revuelo, la dimisión de Arantza Quiroga, haya sido la retirada de su proposición en la que cambiaba la exigencia de la condena de la historia de terror de ETA por parte de Bildu/Sortu por el rechazo de toda violencia, con la idea de facilitar la participación de Bildu/Sortu en la comisión parlamentaria sobre paz y convivencia.
Hay una razón añadida en mi opinión, una razón que está ligada también con la historia de terror de ETA, pero de otra forma, algo más compleja ésta. No es difícil ver, pues lo expresó la misma expresidenta Arantza Quiroga, que la proposición inicial tenía, además de la función de facilitar la incorporación de la izquierda nacionalista radical a la citada comisión parlamentaria, una segunda función que consistía en colocar al PP en el teatro político vasco en igualdad de condiciones con los demás partidos políticos, pasar de la resistencia ante el terror a la iniciativa política.
¿Por qué ha sentido la presidenta del PP vasco la necesidad de recolocar a su partido en el espectro político? La recolocación buscada no es un simple movimiento hacia el centro, o hacia la derecha, o hacia la izquierda del espectro político en términos clásicos, sino una recolocación de otro calibre, con otro significado. Ese intento de recolocación pone de manifiesto que Arantza Quiroga ha percibido que para poder hacer política en Euskadi, para poder ser aceptado por el resto de partidos políticos, la posición ante la historia de terror de ETA es la prueba fundamental. Es decir, que sigue siendo ETA y la posición ante su historia, la que decide si un partido político puede ser aceptado, puede ser aceptable para el espectro de partidos vascos.
Cuando el director de cine Julio Medem presentó su llamado documental La pelota vasca escribió que lo hacía para romper, para superar la tensión creada por los dos extremos que eran ETA y el PP. Una de las referencias más citadas en los comentarios del resto de partidos políticos vascos ante el último revuelo en el PP es que ha quedado de manifiesto su dependencia de Madrid, de la ejecutiva nacional del PP, la falta de autonomía del PP vasco. En los años posteriores al anuncio de ETA renunciando a su violencia terrorista han sido múltiples los comentarios, y no sólo de periodistas y analistas políticos, poniendo de manifiesto que si no se avanzaba más en el camino de la paz y la convivencia tras la derrota de ETA se debía a la cerrazón de ETA por no disolverse, y al inmovilismo del PP, de Rajoy.
Estos paralelismos son inaceptables desde una perspectiva democrática, estos paralelismos son la llaga, el problema de la política vasca. Porque hay más: ¿cómo pueden una sociedad y un mundo político vascos asumir con toda naturalidad que Bildu/Sortu son perfectamente legítimos para participar en la vida política vasca, pero no el PP? ¿Porque depende de Madrid (¿y qué?), porque es inmovilista, porque exige la condena de la historia de terror de ETA y la quiere escuchar de labios de los supuestamente tan legales, legítimos y demócratas de Bildu/Sortu, porque son la derecha, porque son casi fascistas, porque son los herederos de Franco, algo que se piensa en lo recóndito de la mente aunque no se diga en público?
Demasiado tiempo ha estado la política vasca pensando que la normalización de Euskadi pasaba por la incorporación de la izquierda nacionalista radical a las instituciones, cuando en realidad la verdadera normalización de la política vasca pasa por el reconocimiento del PP como partido vasco democrático tan legítimo como el PSE-EE-PSOE, como el PNV-EAJ, como UPyD, y Ciudadanos, y Podemos, y por supuesto, en opinión de quien firma estas líneas, tan o más legítimo que Bildu/Sortu, pues este será legal, pero le falta mucho trecho para ser legítimamente democrático mientras no sea capaz de condenar la historia de terror de ETA.
Uno tiene la impresión de que la regla por la que la política vasca analiza si un partido es aceptable en el horizonte político vasco está radicalmente equivocada, pues el hecho de que un partido no renuncie a la relación estructural con un partido de nivel nacional, siendo parte de él, y de que decida sus líneas políticas teniendo en cuenta el bienestar de los ciudadanos vascos integrados en el bienestar del conjunto de los ciudadanos españoles es, como mínimo, tan legítimo como la pretensión de un partido nacionalista de afirmar, contra todos los datos y pronósticos, que el bienestar de los ciudadanos vascos sería mayor rompiendo toda relación con España.
Y si alguien piensa que sólo la idea de la ruptura es legítima democráticamente en Euskadi, que lo diga, pero que no añada que respeta el pluralismo vasco, que es la condición necesaria de democracia en Euskadi.
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