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De la playa y las barracas en Bizkaia al temor de las bombas en Ucrania
Treinta niños procedentes del país en guerra regresan a su hogar después de haber pasado el verano con familias vizcaínas
Con una gran tristeza por dejar a su 'otra familia' y con ganas de reencontrarse con sus padres y hermanos, 30 niños y niñas han ... partido esta mañana desde Arrigorriaga rumbo a Ucrania. Pequeños de entre 6 y 17 años que regresan a su hogar, en la zona de Ivankiv, a unos 80 kilómetros de Kiev, a un país que sigue en guerra desde febrero de 2022. Ellos forman parte de los 108 niños que gracias a la asociación Chernóbil han disfrutado de dos meses de paz y tranquilidad en Euskadi y Navarra, que se han despedido del sol y la playa para estar de nuevo bajo el temor de las bombas.
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Miroslav Shevchenko es uno de ellos. A sus casi 12 años habla ya perfectamente castellano. «Lleva viniendo desde los seis y debido a la guerra estuvo aquí con nosotros año y medio», han relatado Alberto Calvo y María de Prado, vecinos de Sanfuentes, en la localidad de Abanto, mientras regalaban al pequeño, entre lágrimas, sus últimos besos y abrazos. Miroslav tampoco ha podido contener la emoción, junto a Diego, nacido hace apenas dos meses. Su nuevo 'hermano', al que ha brindado infinidad de carantoñas. «Me lo he pasado muy bien, pero me voy con mucha pena», ha declarado. En Ucrania tiene dos hermanos mayores, y también sobrinos. «Al estallar la guerra fue duro, pero ahora ya no es tan difícil», ha afirmado con una templanza pasmosa, antes de relatar que en el colegio él mismo ha confeccionado, junto a sus compañeros, trajes de camuflaje para los combatientes.
En Navidad espera regresar de nuevo a Bizkaia, al igual que Maria Buslenko. A sus 8 años ha montado en el autobús con el recuerdo aún muy presente de los días de vacaciones en Benidorm, y sobre todo «de las barracas y las fiestas de Bilbao». Ella ha podido repetir la experiencia de su hermano, quien desde los cinco hasta los dieciséis años disfrutó de intensos veranos en Barakaldo, junto a la familia de Iranzu Hernández. «Ahora él está combatiendo en la guerra. Cuando puede nos envía algún mensaje poniéndonos que sigue vivo. Con ella preferimos no hablar del tema. Hemos ayudado a que desconectara y a que disfrutara, y hasta ha engordado cuatro kilos», ha declarado su madre de acogida, mientras lanzaba besos al autobús. «Ya queda un día menos para que vuelva. Da mucha pena que se vaya pero es más el amor que te queda que la tristeza».
Tres días de viaje
Por delante a todos ellos les espera un intenso viaje. Casi 3.500 kilómetros que recorrerán nuevamente en autobús, debido a la imposibilidad de aterrizar en avión en Ucrania. «Espero que la próxima vez podamos volar desde Polonia», ha solicitado Miroslav. Precisamente en la frontera con dicho país permanecieron en la ida más de diez horas, esperando a que les permitieran avanzar. Si todo va según lo previsto, desde la asociación aseguran que los pequeños llegarán a sus casas el viernes de madrugada, tres días después de iniciar el camino en Arrigorriaga.
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Varios de los pequeños volverán en poco más de tres meses, en Navidad, pero otros, como Daria Motorna, no lo harán hasta el próximo verano. A sus 7 años, en Zamudio le esperarán Estela y su hija June, con quien ha compartido numerosos juegos y muchas risas. «Se nos van a hacer largos estos meses. Hemos aprovechado con ella para hacer muchas actividades con la asociación, con excursiones a San Juan de Gaztelugatxe, Akarlanda, a la Euskal Encounter..., pero principalmente ha disfrutado aquí de una buena alimentación, de sol y de mucha tranquilidad, que es lo que necesitaba».
En este programa, que arrancó tras el accidente nuclear de Chernóbil en 1986, para poner a los pequeños a salvo de la contaminación radioactiva, y que ahora les aleja también del horror de la guerra, lleva participando Estibaliz Uranga más de una década. En esta ocasión ha acogido en su casa a tres hermanos, Rostik, de 16 años; Bogdanak, de 13; y Kola, de 9, después de haber hecho lo mismo con la hermana mayor de todos ellos, Nadia, que actualmente se prepara para ser abogada. «Es más el cariño que nos dan que todo lo que nosotros les podamos ofrecer». Lo mismo opinaba Carmen Ituarte, antes de despedir entre lágrimas a Anghelina Hristenko, de 12 años. «Hemos hecho lo que nos tocaba hacer, ayudarles. Allí sufren cortes de luz y falta de alimentos». Una realidad a la que todos estos niños volverán, después de haber pasado un feliz verano en Bizkaia.
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