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Vista de la ciudad desde el otro lado del río.

Poitiers, un paseo desde la Edad Media a Futuroscope

Además del famoso parque de atracciones, la ciudad francesa ofrece rincones llenos de historia como el templo románico de Notre-Dame la Grande, los torreones medievales o sus tranquilas calles irregulares

César Coca

Miércoles, 25 de marzo 2015, 17:46

La ciudad de Poitiers está en la Historia porque en el año 732 Carlos Martel y sus tropas derrotaron al gobernador de Al Andalus, Abderramán, deteniendo el avance musulmán en el continente. Puede que esto tenga un sentido simbólico especial en estos tiempos, pero el turista que llega a Poitiers no hallará huella alguna de aquella batalla legendaria. Lo que verá es una vieja ciudad dominada por unas cuantas iglesias de gran valor arquitectónico que se levantan en un casco antiguo de calles irregulares y retorcidas que en su parte central forman una gran plaza dominada por un templo de estilo románico absolutamente soberbio: Notre-Dame la Grande.

Pasear por Poitiers es retroceder a la Edad Media, el tiempo en el que tuvo una gran importancia en toda Europa. La ciudad está construida sobre un promontorio -si el visitante llega en tren deberá subir una cuesta empinada para acceder al centro, la distancia es corta pero el camino cansa- y los bordes del mismo delimitan su casco antiguo. Al sur están la iglesia de Saint Hilaire (siglo X), un templo que sorprende al turista con sus siete naves, y el parque de Blossac, con un bello mirador. Por el norte, se desciende lentamente hasta la iglesia de Saint Jean de Montierneuf (siglo XI), con su aspecto de fortaleza, y el molino reconstruido al borde del río. En el oeste está la estación de tren, y en el este, también junto al río, otro templo excepcional, Sainte Radegonde, y la catedral, una mole gótica sin demasiado atractivo. Muy cerca está el Baptisterio de San Juan, del siglo V, bastante más interesante.

En medio, un dédalo de callejuelas en las que irrumpe cada pocos metros un palacete, símbolo del poder medieval de los nobles de la ciudad. Uno de esos inmuebles, ahora dependencia de la Universidad, es el Fumé, con un patio abierto a la calle, de una sobria belleza. Sin embargo, los dos edificios más importantes del corazón de Poitiers son la citada iglesia de Notre-Dame la Grande y el Palacio de Justicia.

En su interior, el templo ha sido repintado para recuperar los colores originales de columnas y arcos. Cuando esos trabajos se realizaron, a mediados del siglo XIX, en pleno furor de reconstrucciones -es la época de la polémica actuación de Violet le Duc en Carcasona-, se alzaron voces contra esa policromía. Olviden el debate teórico sobre la recuperación de colores y figuras: el resultado es una iglesia singular, en la que a mediodía se filtra a través de sus vidrieras una luz que crea un ambiente propicio para la ensoñación. O para la fe, según las creencias de cada uno. El exterior destaca por su portada, trabajada como un conjunto escultórico.

El palacio de Justicia tiene un interés solo relativo en su fachada principal, una construcción neoclásica con solemnes columnas -hay tantos edificios judiciales así en Francia que el turista no se sorprenderá- pero es preciso dar la vuelta para ver la parte trasera del complejo: un torreón medieval llamado Maubergeon. Esa mole defensiva en mitad de la ciudad, rodeada por estrechos callejones repletos de bares y cafés, donde los jóvenes se sientan para comer y beber, impone al visitante, sobre todo de noche.

Es Poitiers una ciudad llena de historia donde se disfruta de la tranquilidad del paseo, sin peligro a perder el rumbo. En la oficina de turismo ofrecen unos planos que tienen tres rutas diferentes que llevan a todos los monumentos principales. Cada una de ellas está marcada con un color (amarillo, rojo y azul), y ni siquiera es preciso manejar el mapa: una raya en el suelo conduce al visitante sin pérdida posible.

La mayor parte de las calles del centro son peatonales y si el tiempo es propicio muchas plazas se llenan de terrazas. La llamada Charles de Gaulle, donde se alza la iglesia de Notre-Dame la Grande, es una de ellas. Las de Philippe Leclerc -donde se encuentra el Ayuntamiento- y la del Palacio de Justicia son también lugares habituales de descanso, cerveza y comida. Así sucede igualmente en las calles que las unen, en especial Des Grandes Écoles, Gambetta, Palais y Regratterie. De todos modos, el turista no debe pensar en las costumbres españolas. Como tantas ciudades del centro de Francia, la gran animación del día se convierte en un descorazonador silencio al anochecer. Cuando el visitante salga de cenar, sobre las nueve o nueve y media si lo deja para más tarde, será casi inevitable recurrir a la cafetería del hotel para meter algo en el estómago, encontrará dificultades para localizar un bar o un espectáculo.

Si tanta piedra antigua y tanta Historia terminan por saturar, el viaje a Poitiers tiene otro atractivo: a menos de veinte kilómetros hacia el norte se encuentra el parque de Futuroscope. Sus atracciones multimedia permiten adentrarse en el futuro, contemplar paisajes en tres dimensiones, sumergirse en las aguas marinas o vivir aventuras interactivas con personajes de ficción. Siempre viene bien un poco de futuro después de haber profundizado en el pasado de la vieja ciudad.

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