Borrar
Vencer al laberinto

Vencer al laberinto

¿Te gustan los retos? Si tienes ganas de probar tu orientación, de confirmar que eres una persona intuitiva, la localidad de Villapresente en Cantabria te ofrece una prueba: salir del laberinto en el menor tiempo posible. ¿Te atreves a intentarlo?

IRATXE LÓPEZ

Jueves, 18 de mayo 2017, 11:31

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cuenta la mitología griega que, urgido por las órdenes de Minos, Dédalo construyó un laberinto del que jamás podría escapar el Minotauro. Tiempo después, caído en desgracia el arquitecto, acabó preso en ese mismo lugar junto a su hijo Ícaro. Para librarse del gusto culinario de aquella bestia con cuerpo de hombre y cabeza de toro, aficionado a merendar humanos, Dédalo ideó unas alas de cera con las que elevarse por encima de las paredes. Sucedió en Creta hace cientos de años. Ahora, en la localidad cántabra de Villapresente, otro padre junto a su descendencia hija en ese caso han puesto en marcha un plan para que seas tú quien venza al laberinto, sin riesgo de acabar devorado.

Hace cuatro años Emilio Pérez tenía un excedente de cipreses leylandi. Operario de montes de profesión, sacaba un extra vendiendo árboles con los que cerrar parcelas de adosados. La crisis le puso contra las cuerdas con un buen fajo verde, que nada tenía que ver con los billetes, al que dar salida. Sumó excedente más necesidad, agregó a la cuenta un sueño antiguo con finca rústica en propiedad y el resultado le salió redondo. Nacía así un laberinto que además facilitaba a su hija en paro la posibilidad de ganarse la vida. El pasado 8 de abril abría sus puertas al público, presentado ante el mundo como el estable más grande de España y uno de los mayores de Europa.

Lo de estable es un matiz importante. Antes de diseñarlo con buen olfato empresarial, Emilio se encargó de informarse sobre los existentes para hacer mayor el suyo. Hay más grandes pero esculpidos con vergeles de maíz, por ejemplo, lo que implica que funcionen solo unos meses. Similares al que nos ocupa, están los de Cartagena y Barcelona, superados por los 5.625 metros cuadrados sobre los que se intrinca éste.

Dependiendo de la habilidad de cada uno se puede caminar de un kilómetro, si aciertas a la primera, hasta los cinco que salvarán quienes acaben mareados de tanta vuelta. Es decir, una media de noventa y cinco minutos de idas y venidas a través de los pasillos. «Nosotros tardamos en salir dos horas y media más o menos. Si te parece muy largo puedes abandonar por las salidas de emergencia pero decidimos completar el recorrido entero, para añadir dificultad».

El que habla es Sergio Lombardero, administrativo bilbaíno de 24 años que visitó el enclave el pasado 14 de abril junto a su familia. «Los accesos eran un poco de andar por casa, se nota que aún están en fase de pruebas. Aparcas el coche en campas y, al ser Semana Santa, aquello estaba lleno de adultos, niños, coches de bebé e incluso perros, lo que dificultaba el tránsito. Pero a pesar de ello las sensaciones fueron buenas porque al fin y al cabo se trata de un reto, de un juego, en el que además de visitar un lugar participas en una aventura».

Como tal comenzó la idea de Emilio, a quien algunos vecinos extrañados preguntaban si el sol le había calentado mucho la cabeza. A pesar de esas opiniones, familiares y amigos colaboraron en este parto. La inspiración provenía de los laberintos ingleses puestos de moda durante los siglos XVII y XIX para entretener a las clases pudientes. Aquellos contenían estatuas, torres y fuertes... incluso invernaderos de plantas exóticas. Éste, más sencillo en sus ornamentos, levanta paredes vegetales de dos metros y medio que limitan pasillos con un metro de ancho de grosor. «Al llegar me pareció muy curioso. Tenía ganas de meterme porque en Segovia, en La Granja de San Ildefonso, había uno pero no pude acceder. El laberinto está un poco inclinado pero impresiona por su tamaño y lo bonito que es», confirma Sergio.

Su belleza surgió tras dibujarlo primero con lápiz sobre papel y luego con cal en la tierra. Solo Emilio conoce la ruta a seguir con precisión. El resto de visitantes deben conformarse con un método que nunca falla, el de ensayo y error. «Al cabo de un tiempo acabas perdido, dado vueltas al mismo sitio. Es difícil pero ahí está la gracia. Hay mucho callejón sin salida, momentos en los que sientes el final muy lejano...». A pesar de ello, se sale y, por si alguien se agobia o no se cree capaz de superar la prueba, antes de entrar facilitan un teléfono para que acudan en su ayuda.

«Me parece recomendable para todas las edades, pero sobre todo para familias y excursiones escolares», anima el joven bilbaíno. El secreto, como en la mayoría de pruebas que pone la vida, es tomárselo con tranquilidad, disfrutar con alma infantil. Apostar, a favor de uno mismo, ser capaz de completarlo en tiempo record. También al príncipe Teseo le costó su esfuerzo burlar al laberinto para matar al Minotauro Su esfuerzo y marcar el camino de vuelta deshaciendo un ovillo, que la osadía no siempre va acompañada de buena orientación.

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios