Transexualidad infantil en Euskadi: «Desde muy pequeña noté que algo no era como me decían»
258 vascos iniciaron el pasado año su cambio de sexo, la mitad de ellos menores de edad. En 2021 Cruces realizó 60 cirugías plásticas a transexuales, 9 de ellas de reasignación genital
Domingo, 30 de octubre 2022, 01:28
«Desde pequeña sabía que algo no iba bien, que no era como me decían. Pero hasta que tuve 14 años no supe expresar qué ... era lo que me pasaba. Se lo conté por primera vez a una amiga. Me acuerdo perfectamente. Aquella era una época complicada. Sufría 'bullying'... Era difícil. Así que decidí contenerme, guardármelo para mí. No se lo dije a nadie más. Hasta que dejé aquel colegio. Entonces tenía 17 años. Fue el momento en el que se lo conté a mi familia y mis amigos. 'Soy una chica', les dije. No les sorprendió».
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Mei Arregi es una de las 851 personas que han sido atendidas por la Unidad de Identidad de Género (UIG) de Cruces desde su creación en 2009. Los profesionales de este equipo la han acompañado -lo siguen haciendo- en su proceso de transición, que no acabó con la operación a la que se sometió hace apenas un año. La unidad ha visto como en el último lustro se ha producido un incremento «exponencial» de los usuarios que reciben. Durante sus primeros años de funcionamiento la unidad atendía a entre 18 y 51 pacientes por año. En 2018 se produjo el primer gran aumento. Trataron a 109. El segundo ha tenido lugar el pasado año. Asistieron a 258 personas en su proceso de tránsito. De ellos 132 eran menores de edad y 84 aún no habían cumplido los 16 cuando acudieron a su primera consulta, según los datos facilitados por el hospital de Cruces.
Esta es Mei y ella misma nos cuenta el camino que debió recorrer.
Para esta donostiarra su paso por la UIG supuso un antes y un después. En 2018, ya cumplidos los 18 años, inició el tratamiento hormonal. En aquel momento le indicaron que la unidad ofrecía la posibilidad de una intervención quirúrgica, si así lo deseaba, y que podía apuntarse a la lista de espera. «Quise esperar al menos dos años para estar completamente segura de que debía dar ese paso», recuerda. Una vez se decidió, solicitó la intervención y tuvo que esperar un año más. Entró al quirófano el 17 de septiembre de 2021.
La suya fue una intervención larga y compleja. A la vez que un cirujano efectuaba la vaginoplastia, otros se encargaban del aumento de pecho. Necesitó de una semana de ingreso en planta en Cruces tras la operación. Fueron días duros. Recuerda aún cómo le tiraba la zona torácica. Cuando se levantó por primera vez para ducharse, tras varios días con la epidural, las piernas no le respondían y se cayó. Pero una vez superado el postoperatorio el resultado no la pudo dejar más satisfecha, tanto en lo físico como en lo emocional. «A nivel funcional estoy súper contenta y no he perdido nada de sensibilidad. En el psicológico también, porque era algo que necesitaba», relata. Y es que la transición es algo que sentía que debía hacer tanto para ella misma como hacia fuera. Para que la gente vea al mirarla la persona que realmente es.
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«Le dije que pidiera un deseo y dijo: 'Quiero ser un niño'»
La historia de Amets es aún más precoz que la de Mei. Con tres años, dejó de querer ponerse vestidos. Le encantaba jugar a fútbol y los superhéroes. A los 5 dio un paso más. «Me acuerdo que vimos una estrella fugaz y como deseo pidió ser un chico», rememora su madre, la vizcaína Bea Sever. Con esa edad repetía que tenía que haber nacido niño y se sucedían las pataletas. «Un día se puso a llorar y nos dijo que no le veíamos como realmente era». Fue una época de cierta confusión para esta familia. No sabían con exactitud lo que le pasaba a su hijo. Acudieron al pediatra, al colectivo LGTBI ... Al final encontraron respuestas y amparo en otras familias con una situación similar. Dejaron que la vida fluyese y aceptaron que Amets «se declarase como chico». A partir de ese momento se acabaron las rabietas.
Amets tiene hoy en día 13 años y hace una vida normal. Juega a rugby, sale con sus amigos y «liga un montón», destaca orgullosa su madre. Su nombre real es otro, pero su familia quiere protegerlo para evitar los mensajes de odio que en ocasiones sufren a través de las redes sociales. Más ahora en un momento en el que la transexualidad está de nuevo en los medios. El enfrentamiento entre los socios del Gobierno central tras la decisión del PSOE de prorrogar por tercera vez en plazo para presentar enmiendas a la ley Trans la ha vuelto a traer a la actualidad.
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Euskadi y el modelo holandés
La Unidad de Identidad de Género que atiende estos casos en Euskadi está integrada por profesionales de diferentes servicios del centro. Es una de las más veteranas de cuantas existen en el Sistema Nacional de Salud. Durante su primera etapa la puerta de entrada de los pacientes era el área de psiquiatría. Desde 2018 esta labor la realizan los endocrinólogos. Aquel año fue el del suicidio de Ekai, un adolescente transexual de Ondarroa. Osakidetza apostó entonces por asumir el exitoso modelo holandés. Era algo que pedían desde la asociación Chrysallis en Euskadi, de la que es heredera la actual Naizen. Se trataba de cambiar el enfoque del acceso a este equipo y evitar que se pudiese abordar «como una enfermedad algo que no lo es», apunta Jaime Caramés, cirujano plástico que lleva en esta unidad desde su creación y que hace un año trató a Mei. Aquel año se registró el primer aumento importante de usuarios.
El segundo se dio el pasado ejercicio. Tiene, en opinión de los facultativos, dos explicaciones. Por un lado, arrastran un número de usuarios acumulado durante el 2020 por la pandemia. Por otro, es consecuencia de la «evolución de la sociedad» occidental. Y es que se trata de un aumento que no se da solo en Euskadi. Es generalizado en el resto de Europa y en Estados Unidos, según señala el endocrinólogo Pedro González, el profesional que supervisa los tratamientos hormonales de estos pacientes.
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Su colega Itxaso Rica trabaja en la UIG desde 2013. Aquel año fue cuando se acercó a Cruces por primera vez una familia con un niño cuya identidad no correspondía al género masculino que se le asignó al nacer. Tenía 5 años. Rica es una de las endocrinólogas pediátrica que habitualmente recibe a las familias y sus hijos con una «incongruencia de género» en una primera consulta. El equipo les informa y acompaña durante esos primeros años. Entre estos profesionales hay también psiquiatras y psicólogos clínicos. Todos los pacientes -también los adultos- son atendidos por estos profesionales para descartar psicopatologías que puedan interferir en su toma de decisiones y les aportan herramientas tanto a ellos como a sus padres para gestionar el proceso de tránsito. A cada usuario se le da todo el tiempo que necesita.
Este es un esquema del proceso habitual.
«Cambio a mejor»
Uno de los cambios que han notado los especialistas de esta unidad es que las familias de un niño o niña 'trans' cada vez asimilan mejor esta situación. Eso permite también que los menores inicien antes el proceso de transición social y lleguen a Cruces con él mucho más avanzado y, en un porcentaje alto, ya completado. Eso, reconoce el cirujano Jaime Caramés, puede ser «un factor condicionante de su evolución», pero en la inmensa mayoría de los casos, si se hace de forma adecuada en un menor con clara y mantenida incongruencia de género, le facilita la vida. «Empezar a una edad temprana -añade Rica- favorece que se sientan integrados a nivel social, vayan bien en el colegio y no lleguen a sentir disforia» (tristeza e irritabilidad) por su sexo. El riesgo está, indican los especialistas, en que menores que no tienen realmente una incongruencia de género hagan una transición social. Por eso hay que «ser prudentes».
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No hay que pasar por alto que el riesgo de suicidio es «entre seis y doce» veces mayor en personas 'trans' que en el resto de la población y una parte importante de las que dieron el paso sufrió 'bullying' durante su adolescencia. Cuando la transición hacia el género que siente ese crío se produce antes se pueden reducir esos traumas. Y es que los niños aceptan mucho mejor este tipo de cambios en personas de su entorno que los adolescentes y adultos.
Estos factores hacen que los facultativos lo tengan claro. «La evidencia científica avala que el tratamiento hormonal mejora la calidad de vida y la salud mental de estas personas», recalca Pedro González, quien insiste en que «su vida cambia a mejor».
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A Amets le sucedió así. A los 11 años comenzó a desarrollar su pubertad con la aparición del botón mamario. Fue un momento duro para él. «No quería ir a la playa ni a la piscina, comenzó a ponerse ropa ancha... Veíamos cómo estaba, su malestar y sabíamos lo que podía venir después», recuerda su madre. Fue entonces cuando acudieron a la UIG de Cruces. Allí fueron atendidos por los especialistas del equipo y comenzaron la terapia hormonal. «Los medicamentos bloqueadores han hecho que no se desarrolle en él la feminidad y han ayudado a evitar que sufra secuelas psicológicas. Mi hijo está muy bien», agradece Sever.
6% de abandonos
Ayuda a dar el paso y prescribir el tratamiento de forma temprana que este sea reversible durante sus primeras etapas y se pueda abandonar, si se diese el caso. Aunque hasta el momento en Cruces el porcentaje de las personas que lo inician y lo dejan es mínimo. Ronda el 6%, apuntan los endocrinólogos. A estos hay que añadir otro 5% de pacientes que acuden a la UIG con una diversidad de género diferente a la transexualidad y que son dados de alta de esta unidad.
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Los especialistas prevén que este aumento de usuarios en la unidad se puede mantener en los próximos años. Hacia ello apuntan sus listas de espera. Para una primera consulta con los endocrinólogos se intenta que estas personas no tengan que esperar más de un mes. Aunque no siempre es posible garantizar estos plazos. A nivel quirúrgico los tiempos son mucho más dilatados. Las operaciones están limitadas a las personas que, una vez llegan a la edad adulta, quieren completar con una intervención estética su proceso de transición.
Durante el pasado año los cirujanos plásticos que colaboran con este servicio realizaron 60 intervenciones a personas transexuales. Con 32 las más frecuentes fueron las mastectomías, para retirar el tejido mamario. Las más complejas y prolongadas son las de reasignación genital. Nueve practicó Osakidetza en 2021 en el hospital baracaldés.
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