Los pacientes que no pueden volver a casa
Frágiles ·
Más de mil vizcaínos que recibieron el alta en 2024 fueron internados en un centro foral al no tener familia o no hacerse cargoCarmen Jiménez tiene 87 años y vive en Basauri. El pasado diciembre, una semana antes de Nochebuena, se cayó en plena calle. El golpe fue ... tan fuerte que se rompió los dos brazos. Tenía fracturados ambos húmeros, las clavículas y también la nariz, al golpearse la cara contra el suelo. Fue ingresada en la unidad de Traumatología del hospital de Galdakao. «Decidieron no operarme y me pusieron los brazos en cabestrillo para que me fuese recuperando», recuerda. Al de unos días los médicos que la atendían consideraron que su situación clínica era favorable y propusieron darle el alta. Pero Carmen vive sola y, en ese estado, no podía valerse por sí misma. «Los doctores me querían mandar para casa pero no era capaz ni de vestirme sola, por no hablar de hacerme la comida», relata.
El caso de Carmen no es una excepción. Cada año más de un millar de vizcaínos se ven de repente en esta situación. Son personas que reciben el alta médica tras un ingreso hospitalario pero están tan delicadas que necesitan alguien que les atienda y ayude en su domicilio. Y, o bien no tienen familia, o si la tienen ésta no puede hacerse cargo de ellos porque viven fuera, por trabajo o por otros motivos. Cuando estos pacientes disponen de recursos económicos pueden pagarse una residencia privada donde se les atienda. ¿Pero qué pasa con los que no los tienen?
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En otras comunidades directamente se quedan en el hospital porque nadie les va a recoger. En Canarias, a principios del pasado año, había más de 500 personas sanas que seguían ocupando una cama hospitalaria, mientras que en Andalucía eran más de un centenar. En Euskadi para estos casos se optó por la creación de centros sociosanitarios. Allí se deriva a esas personas que, a nivel médico ya no están para seguir en un hospital, pero su estado físico no les permite retomar aún la vida que llevaban antes del ingreso. Pacientes que carecen de familiares con capacidad para darles los cuidados que necesitan y que tampoco pueden pagárselos en un centro privado.
En Bizkaia, la Diputación cuenta con un centro específico, Birjinetxe, y zonas adaptadas en otros cuatro para ofrecer estos cuidados. En total dispone de 209 plazas cofinanciadas con Osakidetza para este perfil de pacientes. En los últimos años se ha ampliado este número en varias ocasiones y la intención es incrementarlo de nuevo. Hay previsto abrir otro centro en Gernika para dar respuesta a una necesidad creciente, fruto de una sociedad más envejecida, con familias más reducidas, en la que varios de sus miembros trabajan y tienen dificultades para cuidar a una persona frágil.
Solo en 2024 la Diputación de Bizkaia recibió 1.200 solicitudes para ocupar una de estas plazas sociosanitarias, de las que 1.050 fueron autorizadas. Cinco años antes fueron 800 las peticiones, según los datos facilitados por Lourdes Zurbanobeaskoetxea, coordinadora sociosanitaria de Bizkaia. El incremento en este tiempo ha sido del 50%. «La gran mayoría de personas que ocupan estas plazas son derivadas por Osakidetza. A veces es gente mayor que necesita un tiempo de recuperación antes de volver a su vivienda más elevado del que le da un hospital de agudos. En otras ocasiones son pacientes que precisan de rehabilitación. El objetivo es que mejoren y vuelvan a su casa», explica. Otra parte de los usuarios son personas en la etapa final de la vida que reciben cuidados paliativos.
Las cifras
1.200 solicitudes
recibió el pasado año la Diputación de Bizkaia de personas para ocupar una plaza en un centro sociosanitario. Cinco años antes fueron 800. El incremento es del 50%.
77 días
es la estancia media en los centros con plazas sociosanitarias de Bizkaia. El máximo previsto es de 6 meses, aunque se puede alargar si es necesario.
75% de los usuarios
tiene más de 65 años y un 40% más de 80. Uno de cada tres es joven o de mediana edad.
Hasta seis meses de estancia
El 75% de los vizcaínos atendidos en un centro sociosanitario tiene más de 65 años y el 40% más de 80. Pero también hay gente joven y de mediana edad. La duración media de los ingresos es de 77 días, aunque puede alargase hasta los seis meses -o incluso más- si fuese necesario.
Son servicios muy demandados. Para acceder a ellos existe lista de espera y es necesario cumplir una serie de criterios. «Priorizamos la situación social de aquellos que viven solos, sus familias no les pueden atender o tienen poco apoyo social. Cada vez nos llegan también más hombres en situación desestructurada. Solemos tener más demanda que disponibilidad de plazas», detalla la responsable.
«Se intenta que nadie se quede fuera, pero puede ocurrir en ocasiones. Es por ello que tratamos de coordinar el alta hospitalaria con el acceso al centro sociosanitario», relata. Para ello, en ocasiones, «se alarga la estancia hospitalaria del paciente». Aunque esto no es sencillo por la presión existente para que se den altas cuando la situación clínica del paciente es buena por el elevado coste que implica la hospitalización. Osakidetza cifra en 1.339 euros lo que cuesta pasar un día ingresado sus centros. Hay pacientes frágiles que se tienen que ir a su casa hasta que se libere una plaza en un centro sociosanitario. Es lo que le ocurrió a Carmen Jiménez.
Ella recuerda aún el papel que tuvo la trabajadora social que le asistió durante su ingreso. «Le dije que necesitaba ir a un sitio donde me ayudasen, porque yo sola, con los brazos rotos, no me iba a arreglar en casa. Consiguió que estuviese más días ingresada y me orientó sobre cómo pedir el traslado a un centro sociosanitario», destaca. Pese a estas gestiones Carmen tuvo que regresar a su hogar tras el alta. No fue hasta una semana después cuando desde su casa la llevaron a Birjinetxe. Durante los siete días que estuvo en su vivienda tuvo que contratar a una persona para que le ayudase a entrar y salir de la cama, e incluso para comer.
Esta enérgica mujer ingresó el 15 de enero en el principal centro sociosanitario de Bizkaia, un híbrido entre un hospital y una residencia de mayores con toma de oxígeno en cada habitación. Durante más de tres meses, de lunes a viernes realizó intensas sesiones de fisioterapia. Trabajó también con la terapeuta ocupacional. «Cuando llegué no podía casi ni mover los brazos. Ahora consigo levantarlos bastante», destaca con la mano elevada un poco por encima del hombro. Y no se quiere quedar ahí. «Mi objetivo es volver a ser autónoma, como lo era antes de la caída». Carmen ya ha sido dada de alta y está de regreso en su casa.
En el centro el personal de medicina, enfermería, fisioterapia y psicología valora cada semana la situación de cada uno de sus 100 pacientes. El criterio de alta es el mismo para todos, explica Nerea Arregi, directora de Birjinetxe: «Mientras tengan margen de mejora siguen con nosotros».
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