El obispo que no fue
Ángel María Unzueta, que ahora deja el gobierno de la diócesis, siempre se quedó a las puertas de la mitra, pese a contar con el apoyo mayoritario del clero
En julio de 2009 los oyentes de Bizkaia Irratia vibraron a distancia con los comentarios en euskera de un locutor entregado a la causa rojiblanca ... durante la retransmisión de la final de Copa entre el Athletic y el Barça en Valencia. No era la ‘catedral’, pero el púlpito radiofónico echaba humo. El mismísimo ‘número dos’ del obispado de Bilbao, Ángel María Unzueta, se puso al micrófono para disfrutar al mismo tiempo de dos de sus pasiones: la radio y San Mamés. El frontón es otra de sus aficiones. Le gustan los partidos de pelota a mano y juega a pala todas las semanas. Encaja en el prototipo de vasco ‘fededun’, euskaldun y creyente.
De vocación religiosa temprana, ingresó en el seminario de Derio con tan solo 11 años y pronto destacó como un alumno aplicado al que le gustaba estudiar. Sobredosis de Historia y Teología, combinando los campus de Deusto y Ruhr, en Bochum (Alemania), que en aquella época competía con Lovaina para formar a los futuros cuadros eclesiásticos de la Iglesia vasca. Unzueta era uno de ellos. Delegado de Pastoral Vocacional, responsable del Secretariado de Juventud, formador del seminario, vicario episcopal territorial. Sus mentores, monseñor Uriarte entre ellos, apostaron por él. Conformaba un equipo que enseguida fue etiquetado como ‘el grupo de Juanmari’, en referencia al prelado de Fruniz.
Un equipo abierto y progresista en una Iglesia, la vizcaína, horizontal y con muchos canales de participación en línea con las propuestas del Concilio Vaticano II. De hecho, Unzueta centró su tesis doctoral en la recepción de aquel acontecimiento eclesial en el seno de la diócesis de Bilbao. El joven sacerdote de Durango se significó, además, en el impulso a la evangelización en euskera. En 1973 formó parte del grupo de pioneros que, a las órdenes de Juan Mari Iraolagoitia, puso en marcha la programación en euskera en Radio Popular, una labor que les fue reconocida en 2014 por la Diputación de Bizkaia con el Premio Lauaxeta. También ha formado parte del Consejo Asesor del Euskera.
De joven, el sacerdote de Durango se significó, además, en el impulso a la evangelización en euskera
Unzueta fue ganando ascendiente y prestigio entre la mayoría del clero y su ‘auctoritas’ se afianzó en una diócesis con sacerdotes muy bien preparados, que infundían mucho respeto a los obispos. Él mismo contaba con cualidades suficientes para llegar a la mitra, aunque lo suyo no era el carrerismo. Pasaba por ser ‘el candidato de Uriarte’ para llegar un día a sujetar el báculo episcopal y lo cierto es que era un fijo en las ternas para ser obispo.
Pero el Vaticano, de la mano del nuncio Mario Tagliaferri, y con el apoyo, primero, del vasco Ángel Suquía, y el gallego Antonio María Rouco, después, tenía otros planes para Euskadi. ¿Le ha afectado su cercanía al nacionalismo, aunque en su caso fuera cultural y con unos planteamientos muy inclusivos? ¿Le han perjudicado sus propias formas eclesiásticas, poco convencionales, con escasa mano izquierda? Por supuesto, la involución de los pontificados con respecto al Concilio Vaticano II y la ruptura de la línea que él representaba.
Unzueta, ajeno a las estrategias eclesiásticas, pasó pronto de la parroquia a la curia. Fue vicario episcopal territorial en la zona de Uribe Kosta durante diez años, y cuando se presentó la oportunidad, Ricardo Blázquez le promocionó como vicario general, con amplios poderes en la diócesis. Luego llegó Mario Iceta como obispo auxiliar para quedarse como titular. El prelado de Gernika, en un gesto de pragmatismo, le ratificó en el cargo, pero dividió sus funciones para que otro sacerdote, Félix María Alonso, compartiera unas labores de gobierno que se basan en la confianza absoluta. Aún así, mandaba mucho.
Contaba con cualidades suficientes para llegar a la mitra, aunque lo suyo no era el carrerismo
Un papel difícil
También ha sufrido. Ángel María Unzueta ha tenido que encarar un papel muy complejo y difícil. Como bisagra entre la ‘vieja guardia’ y sectores con distintas sensibilidades, y como puente entre un clero combativo y unos obispos, Blázquez e Iceta, que fueron recibidos con muchos recelos. Ha dedicado mucho esfuerzo a impulsar la renovación pastoral de la diócesis, una tarea que ha compaginado con sus clases de eclesiología y con sus funciones de representación del obispo. Por ejemplo, en toda la ingeniería de la pacificación, un campo en el que se identifica sin fisuras con la ‘doctrina Uriarte’.
El sacerdote rural de sandalias franciscanas, camisas de leñador y jerseys de cuello alto -raras veces ha usado el alzacuellos- vuelve al Duranguesado de su infancia 65 años después. Lejos del estrés de la curia cambiará pronto la vara de mando por la de avellano en los bosques de Urkiola. Y cerca de su anciana madre, que ahora le necesita más que nunca.
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