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De unos años para acá los centros de psicología infanto-juvenil de Bizkaia han visto como el número de pacientes que atienden ha experimentado un crecimiento exponencial, en especial tras la pandemia. Unas cifras de demanda de atención que se mantienen elevadas y que duplican, ... de largo, las que registraban estas mismas consultas en 2019, antes de la aparición del covid. Así lo aseguran dos psicólogos especializados en este campo en Bizkaia.
Igor Cortón, del centro Haurbide de Getxo y con más de 20 años de experiencia profesional, explica que este aumento de pacientes se traduce en una mayor demora para que sean atendidos. «Antes daba citas, de media, a dos semanas vista. Ahora a dos tres meses. Hace años estas listas de espera en el ámbito privado eran impensables», reflexiona Cortón, quien atribuye este incremento de pacientes a la «mayor conciencia sobre la importancia de la salud mental» en la sociedad.
Jennifer Lavín, con consulta en Bilbao desde hace diez años, ha abierto nuevas salas e incorporado a más profesionales en su centro para asumir esa mayor demanda. Es más, recuerda que cuando comenzó a ejercer no era fácil conseguir trabajo como psicóloga. En cambio en los últimos años, sostiene, el número de centros de psicología que han abierto sus puertas ha aumentado notablemente, tanto los específicos para niños y adolescentes como los de carácter general.
Los datos del Colegio de Psicólogos de Bizkaia apuntan en esa misma línea. Aunque la institución no cuenta con un registro espacios abiertos, sí que disponen de información sobre el número de colegiados que han contratado el seguro de responsabilidad civil y que, por tanto ejercen como autónomos. Ha pasado de 641 a 1.361 profesionales en una década.
¿Y por qué patologías acuden los niños y adolescentes al psicólogo? Lo cierto es que en esencia estas no han cambiado. Son las mismas que años atrás. Incluso décadas. «Gestionamos temas emocionales relacionados con la tristeza, la desmotivación, la frustración o las relaciones con los compañeros, tanto en alumnos de Primaria como en adolescentes. Son circunstancias por las que antes no se acudía al psicólogo, pero ahora sus familias les traen para evitar ir a mayores», explica Cortón. Aunque también les siguen llegando casos complejos de trastornos, el grueso de su trabajo lo dedican a niños y niñas que carecen de herramientas para superar diferentes problemas, conflictos o dificultades de la vida diaria. Y pone ejemplos.
«Ha aumentado el número de adolescentes que no pueden ir al instituto porque se agobian. Les parece que son muchas hora de clase y eso les genera episodios reales de ansiedad y depresión. Hay niños a los que les cuesta atender en clase, pero para lograrlo tienen que ser conscientes de que deben esforzarse. El objetivo del colegio no es pasárselo bien. Es un error decirles esto. Su finalidad es que aprendan. También abordamos cuestiones de chavales con los que se han enfadado sus amigos y no saben cómo manejar esa situación», detalla.
El psicólogo indica que un estudio realizado en la Margen Izquierda revela que los adolescentes de los años 80 y 90 «tenían más recursos para gestionar una etapa de crisis, porque se les había transmitido desde el principio que la vida es difícil». En cambio en esta última etapa hay una mayor sobreprotección hacia los niños. «Han perdido la capacidad de poder adaptarse a situaciones desagradables que son normales en la vida y a las que se debe hacer frente. Lo pasan mal y necesitan que sean los demás los que les resuelvan el problema. Se han acostumbrado a que el entorno sea dulce. Los padres han pasado a ser más solucionadores que orientadores», reflexiona.
Lavín añade que cada vez trabajan más con las familias de estos niños y no solo con los menores. «Los niños y adolescentes viene con las patologías de siempre, lo que pasa es que ahora nos vienen más a consulta».
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