«Esta noche no salgo, estoy hecho polvo» y otras esquelas llamativas publicadas en Euskadi
A veces, las páginas necrológicas esconden sorpresas: recopilamos algunas publicadas en EL CORREO y 'El Diario Vasco', desde «la última fiestuki» hasta «comed bombones a full y bebed vino»
Todos nos solemos volver tremendamente formales ante la muerte. Esa actitud es, al fin y al cabo, un modo de salir adelante: el fallecimiento de ... un ser querido nos deja desorientados, impotentes, sin capacidad de expresar bien todo eso que estamos sintiendo, y en ese momento lo más fácil es dejarse llevar por lo convencional, por el ritual. Por eso la inmensa mayoría de las esquelas están cortadas por el mismo patrón, lo que podríamos llamar la fórmula tradicional, sin ganas de innovar ni mucho menos de bromear, pero de vez en cuando salta la sorpresa en la página necrológica de los diarios y, en medio de tanta solemnidad, uno se topa con avisos de muerte que son pura vida. Hoy, festividad de Todos los Santos, parece un buen momento para repasar algunas de las más llamativas que han publicado en los últimos años EL CORREO y 'El Diario Vasco'.
Se trata de esquelas juguetonas, revoltosas, que unas veces son iniciativa de los allegados y otras, el resultado de una admirable previsión del propio difunto. Y que, por cierto, resultan muy efectivas a la hora de perdurar en la memoria, ese ideal de toda nota fúnebre: en el conjunto de España, unas cuantas se han convertido en verdaderos clásicos. Ahí está la de Enrique Aldaz, que pedía «perdón a sus deudos y amigos por haber tenido el atrevimiento de morirse sin su permiso» y les prometía que no lo haría más. O la de María Rodrigo, una devota de esta sección de los diarios: «Para un día que salgo en una esquela y no me veo», lamentaba. O aquella del asturiano Honorino Molleda: «Ya vos dije yo que taba malu». O, en fin, la de Ángel Morata, a quien los parientes le recriminaron que hubiese pasado a mejor vida «sin dejarnos la receta de la paella de escabeche». Su hija, por cierto, aportó uno de los pocos testimonios que tenemos sobre el efecto liberador de este tipo de esquelas: «Gracias al revuelo que se ha formado, el día ha dado un giro de 180 grados: hemos reído en vez de llorar», declaró.
En Euskadi tendemos a la sobriedad expresiva, ya se sabe, aunque hay que decir que los guipuzcoanos parecen más propensos a la originalidad a la hora de despedirse. En Bizkaia nos permitimos, como mucho, un lacónico «aupa Athletic» (que, de algún modo, sigue dejando la cuestión en el terreno de lo religioso), y por eso destaca inevitablemente la esquela que le dedicó la cuadrilla a José Ramón Larrazabal, fallecido el día de Navidad de 2023. «Los amigos de Ramontxu os hacen partícipes de su invitación (él ahora está algo desmotivado) para después de la misa de salida tomar unos pintxos y unos vinos en el Txoko Aldatz Gane de Leioa», planteaban, y a continuación establecían unas puntualizaciones: «Os pide que todo aquel que no haya tomado algún vino o pasado buenos momentos con él no venga. Si alguien le debe dinero, es buen momento para pagárselo y, si no, que ni aparezca. Estad tranquilos, que esta última ronda la paga Ramontxu. Aupa Athletic!». Ser buen pagador desde la tumba es, qué duda cabe, una cumbre del bilbainismo.
También calentaba el ánimo la esquela de aniversario de Eduardo Galparsoro, víctima del covid, que se publicó en este diario en abril de 2021. «Me fui para siempre desde Bilbao, el 16 de abril de 2020, de la mano de mis hermanos, mis médicos y mi cuidadora. ¡Cómo pasa la vida... y la muerte!», empezaba el texto, en primera persona. Edu nos daba noticias de su día a día en su nuevo barrio: «Por aquí todo genial. Qué contentos nuestros padres cuando me vieron, un poco antes de lo previsto», decía, además de celebrar que se había podido encontrar con Luis Eduardo Aute, Nino Bravo y Cecilia, tres de sus cantantes favoritos. «Vosotros también cuidaos mucho ¡y vacunaos, porfa, que llega gente a mogollón! No tengáis prisa», se despedía. El autor del texto fue su hermano Javier, presidente de Zehar Euskadi, convencido de que Edu «hizo buenos a los que le querían».
Hay esquelas en las que los deudos expresan sus sentimientos sin rodeos: «Tanta hija puta cerca y lejos y se tiene que morir mi suegra», se rebelaba el yerno de Mari Fe Usabarrena en la nota necrológica que redactó para 'El Diario Vasco'. Y añadía una reflexión, un breve alegato en favor de manifestarnos los afectos mientras podamos: «En vida, flores y visitas!! En el cementerio la difunta no las necesita!!».
En otros casos, es el propio fallecido quien aprovecha para transmitir lo que podríamos llamar su legado: «Kaixo. Simplemente deciros que os he dejado. Quién me iba a decir, 86 años y dos bisnietos. Esos sí que tienen vida!! Recordad siempre mis tres mandamientos», comentaba desde su esquela el guipuzcoano Miguel Martín-Mateo. ¿Y cuáles eran? El primero, «vivir la vida». El segundo, hacerlo «lo mejor que puedas». Y el tercero estaba acuñado a modo de máxima, con decorosos puntos suspensivos en la palabra clave: «Cuentas ajenas de los coj... cuelgan». Miguel se despedía proponiendo un brindis «en la soci» y añadía un aviso que, seguramente, había pronunciado a menudo en vida: «El que llegue tarde se queda sin cenar». Ah, sus amigos de la 'soci' en cuestión, Eiztari Etxea, le dedicaron también una esquela reseñable, en la que se referían a él como «ex lehendakari» y le daban las gracias: «Siempre estuviste pendiente de la sociedad. Ahora perdona que no te acompañemos».
Son, sí, esquelas que te hacen lamentar no haber conocido a la persona: ¡cómo habrán sido en vida quienes nos despiertan la sonrisa una vez muertos! «Esta noche no salgo, estoy hecho polvo», se excusaba Pepo Cid, capitán de la Marina, en su esquela de 'El Diario Vasco', dirigida a «familiares, amigos, alumnos y enemigos». Y añadía una hermosa cita clásica: «Que Dios nos libre de las horas de las alabanzas». Este mismo año, el diario donostiarra ha publicado el homenaje de la familia a Marilén Eceizabarrena, madre del popular cocinero David de Jorge, que arrancaba de manera más o menos convencional (el marido, los hijos, los nietos y, bueno, «los añadidos») pero pronto adquiría un tono personalísimo: «Se pasó la vida poniendo escaparates increíbles en la tienda Margarita y disfrutó como una leona del Serengueti. Comed bombones a full y bebed vino en su memoria», animaban los hijos, además de rogar a las amistades que asistiesen al funeral «sin dar demasiado la pelmada».
Todas estas esquelas 'diferentes' rezuman un afecto hondo y sincero, aunque a veces puedan resultar chocantes, incluso irreverentes. La muerte de Mikel Marroquín, un joven de 25 años que se golpeó al zambullirse en el mar en Ibiza, conmovió a los donostiarras en 2011, y en aquellos días de dolor se hizo muy popular la esquela que le dedicaron sus amigos: «Yo, Mikel Marroquín, os invito hoy a mi última fiestuki en la Iglesia de San Marcial a las siete y media de la tarde. Abstenerse gente triste». Es un ejemplo que se aprecia mejor en su contexto, una impresionante sección necrológica del 'Diario' que agrupaba nueve esquelas dedicadas a Mikel. «Alegre, vacilón, divertido, honesto, gamberro, encantador, generoso, vagueta, fiestero, amigo de sus amigos, simpático, guapo, pedorro, auténtico y, sobre todo..., gran persona: Mikel. Sobran los motivos para quererte», hacía recuento una. «La muerte es así, espontánea, certera y cruel, y se lleva una parte de nuestros corazones (...). Descansa en tu playa y espéranos», pedía la de la familia. Y es asombroso cómo una misma página puede hacernos sonreír y llorar, incluso las dos cosas a la vez.
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