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María Martín, con uno de los perros acogidos, hace una visita a los burros Zipi y Zape. E. C.
El hogar de los animales

El hogar de los animales

María Martín y Víctor Sánchez transforman el antiguo campo de fútbol de Orduña en un refugio donde conviven desde perros y dos burros hasta un cerdo vietnamita

CRISTINA RAPOSO

Viernes, 23 de octubre 2020, 23:19

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Cuando María Martín y Víctor Sánchez llegaron a La Rondina, antiguo campo de fútbol de Orduña, ahora conocido como 'Refugio Los Sabios', se encontraron con una estampa desoladora. La suciedad había ocultado todo rastro de lo que un día fue el enclave. Y los pocos animales que quedaban con vida, abandonados por los anteriores gestores, como los burros Zipi y Zape, resistían en las últimas.

La pareja dedicó dos meses completos a limpiar y desinfectar el recinto –han empleado hasta una pintura desinfectante que han importado de Holanda–, pero, mientras tanto, también atendía y daba refugio a su «familia peluda», que no se libra de ser un tanto pintoresca. Incluso tienen una cerda vietnamita (Clotilde). «Para mi esto es una filosofía de vida, y también mi sueño. Tenía que lanzarme a hacer mi proyecto. Pero sin mi pareja, Víctor, no hubiera sido posible. Él es mi compañero y apoyo, y también albañil», bromea Martín.

Su primera adopción fue Ronda, una joven mastín de pelaje blanco que fue encontrada abandonada y con evidentes signos de maltrato, o al menos, de haber pasado la mayor parte de su vida, sino toda, encadenada. «Cuando la encontramos ni siquiera contábamos con un botiquín, pudimos salvarla gracias a un cazador de la ciudad que nos dio un antiséptico», recuerdan emocionados. Aunque admiten que dejarla marchar les dio miedo, reconocen que no podría estar en mejores manos. De hecho, María y Víctor continúan siguiendo los pasos de los animales que abandonan su «residencia temporal» para asegurarse de que están bien. «Es lo mínimo que exigimos a las familias y hasta ahora no hemos tenido ni una sola mala experiencia», cuentan.

Donaciones de vecinos

Tan solo llevan cinco meses de andadura, pero desde entonces, la familia del 'Refugio Los Sabios' ha aumentado considerablemente. Ahora ya los asnos y la cerdita no son los únicos inquilinos. Más de una decena de gatos y seis perros –eso sin contar los ocho cachorros que ya están adoptados– comparten en paz el espacio natural que les ofrece el recinto. «Todos han sido hallados en Orduña o en las inmediaciones. No disponemos de mucho espacio libre ahora mismo, pero queremos ampliarlo. Lo que más nos urge es construir y por suerte contamos con dos campos de fútbol. Con materiales reciclados y algo de inversión hemos podido hacer un corral para los gatos», avanzan.

Las subvenciones todavía no llegan y hacer frente a los gastos que supone mantener a una gran y variopinta manada son cuantiosos. Por suerte, la ciudadanía de Orduña comprende de sobra su situación y también su proyecto que, realmente, se estrenó durante el estado de alarma para ayudar a las personas con mascotas a su cargo. «El pueblo se ha volcado y ya contamos con algunos voluntarios. Tenemos comida para ellos hasta diciembre y son todo donaciones», sonríen mientras contemplan la enorme despensa.

Los más pequeños de la localidad tampoco son ajenos. De hecho, los niños participan y colaboran con el refugio diariamente paseando a los perros. «Como todavía no están preparados para enfrentarse al frenesí de lo que es un casco urbano, con los niños y sus familias, poco a poco, van perdiendo ese miedo. Y al revés también. Los niños salen con mucha confianza. Algunos incluso aleccionan a sus padres y les repiten los consejos y la pautas que nosotros les hemos dado», ensalzan orgullosos.

María y Víctor todavía se reservan muchos planes para su refugio, como habilitar un nuevo espacio de 'hotel'. «Acogeremos a los animales de las personas que se vayan de vacaciones o incluso de las personas que fallezcan si sus familiares no se quieren hacer cargo», prometen. Pero su solidaridad aún va más allá, porque también son tutores de cuatro jóvenes del centro de menores de la ciudad. Y confiesan que sin ellos no hubiera sido posible la transformación de La Rondina. «Han hecho una labor increíble. Solo podemos mostrarles nuestra gratitud y cariño».

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