Las mujeres de Rekalde se retratan
La campaña 'Guardianas de la memoria colectiva' reivindica el papel de las mujeres que migraron a Bilbao en los 50
Uretamendi, Betolaza y Circunvalación, tres barrios situados en la ladera del monte Arraiz y pertenecientes al distrito de Rekalde, están caracterizados desde la década de ... 1950 por una historia de migración, lucha y trabajo colectivo. En solo 25 años, Bizkaia duplicó su población debido a la llegada de migrantes de una España rural que no ofrecía perspectivas laborales. Así, con la industria vizcaína como reclamo, el territorio histórico pasó de contar con algo más de 650.000 habitantes en 1950 a superar el millón y medio en 1975.
Muchos de esos migrantes, incapaces de afrontar el coste de vida del centro de Bilbao, tuvieron que marchar a la periferia o a las colinas de la villa. Es en estas laderas donde miles de personas se inslaron en chabolas construidas con sus propias manos. En el marco de los actos municipales por el 8 de marzo, el día internacional de la mujer, el Ayuntamiento ha rendido homenaje a aquellas mujeres que se asentaron en estas barriadas.
La campaña 'Guardianas de la memoria colectiva' busca reivindicar la contribución de las mujeres a la historia de la ciudad. De manera especial, se centra en aquellas que en la década de los cincuenta llegaron a Bilbao desde otros puntos de España en busca de un futuro mejor para sus familias. La obra, expuesta en distintos puntos de Uretamendi, visibiliza las historias de vida de más de 18 mujeres a través de los álbumes de familia y sus archivos fotográficos.
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Ángela Rodríguez
«Las puertas de la chabola estaban siempre abiertas»
Ángela llegó a Bilbao desde Salamanca con nueve años junto a su madre y su hermano. Su padre ya trabajaba en la capital vizcaína y cuando construyó una chabola en Uretamendi decidió que era el momento de reagrupar a su familia. «Los primeros años eran muy duros, mi padre trabajaba en la obra y mi madre limpiaba pisos, por lo que me quedaba yo a cargo de la barraca y mi hermano», cuenta. Ahora, a sus 74, presume de haber vivido siempre entre Uretamendi y Betolaza.
Pese a unos primeros años de frustraciones en los que las oportunidades de mudarse al centro nunca llegaban a los residentes en la periferia, Ángela guarda algunos recuerdos con cariño: «Éramos todos una familia, las puertas estaban siempre abiertas y, al vivir toda la gente del barrio en las mismas condiciones, nos ayudábamos entre nosotros». Con la colaboración del vecindario se podía levantar una chabola en pocas horas. Ahora bien, tenía que ser por la noche para evitar a la Policía. «Cuando llegaron los jesuitas al barrio, los barracones dieron un salto de calidad. El ladrillo sustituyó al metal y la madera que sostenían nuestras casas», rememora.
A sus 24 años, Ángela consiguió marchar a vivir a una casa de alquiler junto a su marido, con el que sigue «como si no hubiera pasado el tiempo». Sumaron los ahorros de los dos al dinero que les prestaron sus familiares, pero ni así consiguieron asentarse. «Al de pocos años de empezar a vivir juntos, nos echaron de la vivienda porque había riesgo de derrumbe», explica. Sin embargo, después de unos meses fuera regresaron para no volver a irse, ya que continúan viviendo allí.
Ángela, que solo ha visitado una vez Salamanca para conocer sus raíces, explica que se siente más bilbaína que nadie. Le encanta cómo se ha modernizado la ciudad, aunque lamenta que esa evolución no haya impedido que siga habiendo gente que vive en malas condiciones: «Cuando veo a migrantes que no tienen dónde vivir o comer, me siento identificada».
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Petra Presentación
«Lloré mucho al llegar a Bilbao»
«Llegué a Bibao con 12 años desde Cáceres buscando empleo». Petra Presentación, de 85 años, cuenta que ha trabajado como limpiadora y cocinera con la 'jet set' bilbaína de cada momento. Así, la han contratado desde presidentes del Athletic hasta importantes despachos de abogados o instituciones. «Siempre he sido la mejor vestida. Como no tenía dinero para comprarme ropa, aprendí a coser», cuenta mientras enseña sus collares de oro.
El lujo que transmite Petra, en cambio, contrasta con su primera residencia: «En la chabola donde dormíamos no había ni baño, ni cocina. Si queríamos cocinar algo, metíamos carbón en un agujero para calentar la comida». La lluvia es otro de los traumas que marcó su juventud, pues cambió la soleada extremadura por la nubosa Bilbao. «No paraba de llover, era algo que no aguantaba. Durante los primeros meses lloré mucho. Ni por la noche podía olvidarme, ya que dormía pegada a un paraguas por las goteras», cuenta.
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María Dolores Jaca
«Pasé la infancia en la calle»
Maria Dolores Jaca nació en Cruces y pasó su infancia en Uretamendi. Aunque su primera intención era que la estancia en el barrio fuera momentánea, el alto precio de los alquileres en Bilbao la convirtió en permanente. «Viví mi infancia en la calle, en esos tiempos las casas solo estaban preparadas para dormir», cuenta. María Dolores, que creció rodeada de migrantes que se mudaron a Bilbao para trabajar, lamenta que en sus veranos no tenía adónde ir: «Mis amigos marchaban a sus pueblos y yo me quedaba en las colonias municipales.
Cuando se casó con un joven de Uretamendi, a sus 18 años, los dos se mudaron a Zorroza, pues encontraron un piso barato. «Hasta hace 33 años no descubrí qué había más allá de Bilbao», explica. Ahora disfruta de su jubilación en Rekalde y, por fin, puede decir que tiene pueblo, pues viaja todos los veranos a una pequeña localidad de Extremadura.
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Adela Caballero
«Estuve once años fregando»
Las raíces de Adela Caballero son extremeñas. Llegó a Bilbao en busca de trabajo con 18 años, cuando murió su padre. Su primer año en la capital vizcaína comenzó a salir con su actual marido, con quien se casó. «Yo trabajaba de cuidadora y él de obrero en la casa de al lado». De hecho, la foto de su boda ahora adorna una persiana de Uretamendi: «Como no tenía dinero, me tuvieron que dejar el vestido».
Adela cuenta que trabajaba dentro y fuera de su casa: «Durante once años estuve fregando todo el día, gratis en mi casa y cobrando en la de otro». Explica que como no cotizaba a la seguridad social, decidió dejar el trabajo. «Uno de los cambios que admiro de las nuevas generaciones es la situación de la mujer, antes estábamos todo el día exclavizadas», sentencia.
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