23 minicentrales hidroeléctricas reviven en Bizkaia con la crisis y triplican sus beneficios
Los problemas con la energía impulsan unas instalaciones que se aprovechan de los ríos y que sufrían un goteo de cierres desde hace años
Antes de que el precio de la energía se disparase hasta límites insospechados, una minoría del sector sobrevivía como podía. Estaban a punto de tirar ... la toalla. Pero la inyección económica recibida ha provocado tal reacción que ya no solo piensan en su regeneración, sino que incluso aspiran a volver a crecer en Bizkaia. Son las minicentrales hidroeléctricas instaladas en los ríos del territorio que, en apenas año y medio, han visto triplicar una facturación con tarifas que superan los 170 euros el megavatio/hora y que han rozado los 300. La sequía les ha hecho una pequeña faena, pero confían en que la lluvia llene pronto los cauces para producir de nuevo a pleno rendimiento.
Estas centrales son pequeñas prácticamente en todo. En número, porque solo hay 23 en Bizkaia entre el centenar de las registradas en Euskadi por el Ente Vasco de la Energía y el Ministerio para la Transición Ecológica. Pero también son modestas en tamaño y, sobre todo, en potencia. Todas generan menos de un megavatio/hora y algunas apenas «la mitad de la mitad».
En su contexto
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25 gigavatios/hora fue la producción total de las 23 minicentrales vizcaínas en 2021. Es un 1% de la necesidad total de la provincia.
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«Simbiosis» con las energías solar y eólica La hidroeléctrica se presenta como una energía «necesaria» en el futuro por su capacidad de «simbiosis» con la solar y la eólica «porque es la más estable de todas y capaz de cubrir las horas menos productivas de las otras».
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100 euros el megavatio/hora es la barrera por encima de la cual estas instalaciones pueden ser rentables. Hace año y medio el 'pool' de electricidad (precio en el mercado mayorista) les pagaba su producción a «30 o 40 euros».
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Doble ciclo de agua y parques fotovoltaicos Los planes del sector pasan por incorporar pequeños parques fotovoltaicos e instalar sistemas de bombeo «que nos permitan aprovechar varias veces la misma agua para generar energía sin afectar al caudal de los ríos».
En justa correspondencia, su repercusión también es limitada: apenas cubren el 1% de las necesidades energéticas de la sociedad. Aunque, al margen de estas macrocifras, cuando se baja un poco más al terreno de lo concreto, se aprecia mucho mejor su importancia. «La producción en Bizkaia permitiría abastecer a todo el municipio de Amorebieta (19.576 habitantes en 2021) durante un año», estima Pablo García, presidente de la asociación española de pequeños productores hidroeléctricos y gerente de Barbo Energías Renovables, que cuenta con dos instalaciones en Markina.
También ensalza la «trascendencia de lo pequeño» Jacinto Lobo, experto en energía y antiguo director del EVE en los años noventa, década en la que estas minicentrales vivieron una segunda juventud tras su apogeo inicial a principios del pasado siglo. Ahora espera que vuelvan a reverdecer porque «la hidráulica es vital para el proceso de transición energética que vamos a vivir de aquí a 2050; no olvidemos que se trata de un recurso renovable y, sobre todo, autóctono».
Lobo asegura que el futuro sistema energético se centrará en cuatro fuentes, «la eólica, la fotovoltaica, la biomasa y la hidráulica». Por eso, subraya que «todo suma, por pequeño que sea, y no fomentar la capacidad productiva del agua es jugar en contra de lo que necesitas, es como dispararte a tu propio pie». Además, apunta que su producción puede multiplicarse no solo con más plantas sino «mejorando su renovación con equipos más eficientes, que ya los hay».
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La central del tranvía de Arratia
En el caso de Bizkaia, además, buena parte de las explotaciones que siguen funcionando añaden un importante componente patrimonial e histórico. Es el caso de la de Patala en Berriz. «La concesión data de 1900 y se construyó para abastecer de electricidad al tranvía que unía Bilbao con Galdakao y Arratia», explica Kerman Eguiluz, gerente de Minicentrales Argi, actual titular de la planta y de su peculiar edificio, «que es el original». En su interior también se respiran esos 120 años de historia, incluso en la maquinaria. «Bueno, las tres turbinas fueron renovadas en 1950, pero todo lo demás sigue igual».
Patala se nutre del agua del Arrierreka aprovechando dos saltos del río «de 208 y 104 metros de altura respectivamente». Características que, unidas al buen caudal de este cauce, la convierten en la única minicentral vizcaína que produce energía los 365 días del año. «Ahora estamos en mínimos, unos 100 kilovatios de potencia, aunque puede superar los 700».
A la espera de que suba el caudal ha estado el generador de la central de Arizmendi en Markina. Según Pablo García, la actual construcción data de los años 80, «pero aquí había antes una instalación que generaba energía para los habitantes del entorno y que se asentó sobre un antiguo molino, como la gran mayoría de estas construcciones». En este caso, sorprende el canal que coge el agua de «una cascada natural del río Artibai, donde se hizo un azud que no supera el metro de altura». En la entrada tiene una compuerta «que impide el paso del agua en cuanto el cauce del río se acerca a su caudal ecológico, el que necesita para garantizar la supervivencia de todos sus ecosistemas».
La luz de Santa Ana de Bolueta
Unas dimensiones mucho mayores tiene en el río Nervión el acceso del agua a la central hidroeléctrica de Bolueta, ubicada a 420 metros de distancia. «La conexión es subterránea a través de una tubería de 2,8 metros de diámetro».
Ahora está renovada, «pero la original data de finales del siglo XIX, ya que se creó para dar luz a la antigua fundición de Santa Ana de Bolueta», según explica su propietario, Javier Llarena Pereda. Llevaba parada siete años cuando la compró, y es la última instalación de este tipo que se ha vuelto a poner en marcha en Bizkaia, «hace apenas un año».
Pablo García apunta que este proceso de reapertura de minicentrales puede acelerarse a partir de ahora. «Hay entre 10 y 15 que podrían volver a ponerse en marcha», reconoce. Entre ellas es seguro que lo hará la que tenía la fábrica de boinas La Encartada, en Balmaseda. «Estamos colaborando en el proyecto», explica, en el que la Diputación prevé invertir 300.000 euros para renovar las turbinas y volver a generar energía «el año que viene».
El Ayuntamiento de Durango también tiene una instalación de su propiedad en Berriz que ha estudiado recuperar. Es la planta de Errotatxu, aunque fuentes municipales aseguran que por el momento no se ha tomado ninguna decisión al respecto. En Bedia Cementos Lemona también dispone de otra minicentral parada que ya intentó antes poner a la venta. El parque crece.
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