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Laura González
Barakaldo
Lunes, 1 de mayo 2023, 19:45
Llega el fin de semana y para numerosos vecinos de Barakaldo empieza el caos, la angustia y la ansiedad. Días que para muchos son sinónimo de descanso, pero que sin embargo se convierten en una auténtica tortura para los residentes en la céntrica calle de Zaballa, punto de encuentro y de alterne por excelencia en la localidad fabril, donde se concentra gran cantidad de gente principalmente desde el jueves al domingo por la tarde, lo que genera un exceso de ruido que no permite descansar. Una situación que arrastran sobre todo desde hace dos décadas, cuando un antiguo bingo pasó a ser una discoteca, en los bajos de un edificio de viviendas, en una arteria que en apenas 200 metros aglutina a 25 bares y pubs.
Las numerosas noches en vela y los problemas de inseguridad ciudadana de los que han sido testigo movilizaron a decenas de vecinos de este punto hace tres años, creando la plataforma Barakaldo Centro. Su petición desde el inicio es «que se cumplan con los horarios de cierre y apertura marcados por normativa», la misma que llevan este martes hasta el Ararteko junto a otros ruegos, «para tratar de lograr una mediación efectiva y una solución después de tanto tiempo», explican a este periódico tres de sus miembros, Oihane Ibáñez, Mila Berdegué y Leire Ibáñez.
Lo harán, una semana después del Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, junto a representantes de las otras cinco agrupaciones que conforman la plataforma vasca '7 ordu lo' (siete horas de sueño en castellano), formada por vecinos afectados por el ocio nocturno de las tres capitales vascas y de Durango. Todos ellos sufren el mismo problema y confían en que tras esta reunión se logre arrancar un compromiso de las instituciones. «Hasta ahora no han querido meter mano y se están rompiendo derechos fundamentales de los ciudadanos», aseguran.
En el caso de la agrupación fabril, reconocen que han interpuesto en los últimos años «cientos de denuncias, que se han quedado en papel mojado». El Ayuntamiento puso en marcha una mediación en la que, después de varias reuniones, «no hemos vuelto a saber nada». «Nosotros no queremos que desaparezca la hostelería. Queremos que el derecho al ocio y al descanso coexistan, pero sobre todo que se cumpla las normas, que se les obligue a ello, y que si no lo hacen haya consecuencias. Si empezaran a multar todo cambiaría», recalcan.
Oihane Ibáñez, quien regenta una pensión familiar situada en este punto, explica que tiene su web de reservas en una plataforma plagada de quejas de clientes que no podían dormir por el ruido. «Yo lo aviso antes pero aún así he tenido que devolver muchas veces el dinero. Esto es un bucle porque todo empieza cuando colocan las terrazas por la mañana y no paran los ruidos hasta que se cierra la discoteca, y se escuchan gritos y peleas, y otra vez vuelta a empezar», relata.
Ella, al igual que sus compañeras, cuenta que hay personas mayores que tienen que tirar un colchón en el suelo de una habitación interior para no escuchar el jaleo de la calle y poder conciliar el sueño. «También hay niños con discapacidad que lo pasan mal, y gente con ataques de ansiedad. Esto es serio. En Zaballa no se deja vivir tranquilos ni descansar a lo vecinos. Esto puede generar ictus y depresiones. Si Osakidetza contabilizara todo lo que gasta en estos problemas de salud igual se tomaban medidas».
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