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Diana Martínez
Santurtzi
Viernes, 7 de junio 2024, 15:12
Dar herramientas para conseguir que los mayores sean menos dependientes y trabajar su bienestar emocional y físico. Este es el objetivo principal de un proyecto pionero a nivel nacional afincado en Santurtzi. El colegio Calasanz suma a su oferta educativa el 'CuidaLab-Centro de experimentación robótica en los cuidados del futuro'. Se trata de un laboratorio con herramientas de última tecnología con el que se pretende formar a estudiantes de ciclos sociosanitarios para mejorar la atención a los pacientes.
El 'CuidaLab' es un concepto presentado por el propio colegio al Gobierno vasco en una convocatoria para fomentar la tecnología 4.0 en los centros de Formación Profesional, en la que resultó ganadora. Mediante una inyección de 150.000 euros se ha consagrado este espacio en las instalaciones educativas y alquilado numerosas herramientas, la mayoría de Japón, explica Raúl Setién, director de Innovación de Calasanz. Diferentes tipos de robots, dispositivos de realidad virtual, de impresión 3D... Todo lo necesario para llevar un paso más adelante la formación de los alumnos en la tecnología del futuro.
Se han organizado 'islas' según el tipo de tecnologías. Por un lado se encuentran los robots de estimulación emocional y sensorial, entre otras funciones. El que más sensación causa es el 'Lovot', una 'mascota' de 50 centímetros de altura, con motor y recubierto de pelaje de felpa, que posee más de veinte zonas sensibles al tacto que le permiten sentir los abrazos, y sus ojos son capaces de fijar la mirada, parpadear y reconocer las emociones humanas. También puede empatizar con emociones y emite sonidos para que el usuario, una persona de avanzada edad, se sienta acompañado en todo momento.
La sala cuenta con herramientas que miden la tensión arterial o la glucosa y envían directamente los datos al médico, e incluso tecnología que simula distintas patologías para que el profesional sienta de primera mano cómo sufre y cómo ayudarlo mejor, «con empatía». Por ejemplo, unos guantes con los que sentir pinchazos incontrolables simulando el Parkinson o gafas para ver como alguien con glaucoma o cataratas. O una 'isla' de la impresión 3D con la que se puede crear una dentadura o una férula específica para la muñeca del paciente.
Mediante estas herramientas se reta a los alumnos. «Ir a una residencia y mejorar el bienestar de los usuarios. ¿Cómo? Estudiando el perfil del paciente y viendo cómo aplicar en él la tecnología para fomentar su autonomía y seguridad, y evitar la soledad no deseada», apunta Setién. Es lo que trabajarán durante los cursos. «Cuanto más consigamos que una persona permanezca en casa con autonomía, retrasando el ingreso en la residencia, mejor. Ese es el objetivo».
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