Prisionera en su propia casa
Marisa Delgado, con una tetraplegia, se siente «aislada» en su hogar de Sestao debido a la gran falta de accesibilidad que hay en su calle
Diana Martínez
Sestao
Viernes, 17 de mayo 2024, 11:53
«Aislada». Así se siente Marisa Delgado en su hogar de Sestao, en Miguel Servet número 28. Una calle con una gran falta de accesibilidad. Nada más salir de su portal, la mujer, de 57 años, mire a donde mire halla escaleras. Unas son ordinarias, otras mecánicas. Pero solo hay escaleras. No dispone de ningún tramo de acera por donde cruzar con la silla de ruedas. Su única opción, acceder a la calzada con el riesgo que supone. No solo tiene que estar ojo avizor para evitar que la atropellen los coches, también es peligroso bajar la pendiente que tiene más de un 20% de desnivel. Y siempre agarrada por alguien, mayormente su hermana, para no caer calle abajo debido a esa gran inclinación.
De hecho, ya se han dado «varios sustos» en la familia por esta cuestión. «Tres o cuatro veces he patinado toda la cuesta. Si llego a chocar, me mato», advierte con pesar. Su madre, Hilaria, de 87 años y también en una silla de rueda tras haber sufrido dos ictus, ha pasado por lo mismo. «Iba agarrada pero la carretera patinaba y cayó calle abajo. La Policía, que pasaba por ahí, la vio y la ayudó. Hasta pusieron una reclamación los propios agentes viendo lo peligrosa que es esta zona». Tanto para ellas como para la gente mayor que reside en esta vía. «Y nadie está exento de que le ocurra un accidente y necesite accesibilidad para poder salir a la calle y vivir», expresa Delgado.
En el caso de Marisa, sufre desde hace 31 años una mielopatía cervical que la ha acabado dejando tetrapéjica y con un grado de discapadidad del 81%. Lleva seis años en silla de ruedas. Aún así puede hacer vida normal. El problema, asegura, es la gran falta de accesibilidad que existe en su calle. Porque si no fuera por eso, ella sería libre. Su edificio alberga un ascensor y, una vez dejada atrás la polémica vía, es totalmente capaz de pasear su silla de ruedas por la localidad. «Cuando puedo salir hago vida normal. Voy al centro de personas con discapacidad para hacer fisioterapia, terapia ocupacional, también hago piscina... Pero la inaccesibilidad en esta calle me limita mucho».
«Cuando llueve patina mucho la carretera por lo que no puedo salir, es un agobio estar encerrada»
En invierno la situación se complica, ya que las bajas temperaturas hacen que la carretera patine más. Y no solo en esa estación. «Cuando llueve no puedo salir de casa porque me mato», lamenta la mujer. Debido a ello, se pierde «muchísimas» clases que son beneficiosas para evitar que su estado de salud empeore. «Cada vez voy a perder más fuerza si no recibo tratamiento», añade. Y no solo eso, también la afecta anímicamente el no poder hacer su vida. Por ejemplo, seguir con sus clases de pintura. «Estos días que ha estado lloviendo me he tirado una semana en casa. Y en invierno, muchísimos días. Es un agobio estar metida en casa. Me siento como en el confinamiento de la pandemia». Una prisionera en su propio hogar.
En manos del Ararteko
Entretanto, necesita de la ayuda de Teresa para que agarre con fuerza su silla mientras baja la carretera. «Mi vida es dependiente de lo que mi hermana necesite», afirma la mujer, de 52 años, que se ha volcado en ayudar en todo lo posible a su hermana y su madre. Pero hartas de la situación, quieren cambios en la calle que les permita vivir lo más tranquilamente posible. En ese sentido, proponen habilitar un ascensor urbano que puedan disfrutar no solo ellas, también los vecinos de avanzada edad o con carritos de bebé. Tras poner tres instancias en el Ayuntamiento y elevar la cuestión al Ararteko –aún sin respuesta–, la situación sigue igual.
Preguntado a este respecto, el Consistorio ha señalado que «lo más factible y rápido sería ayudar a esta vecina a buscar una vivienda en un entorno más accesible, por ejemplo hablando con el Gobierno vasco para que pueda acceder a una vivienda destinada a personas con movilidad reducida». Pero Marisa advierte que «no podemos pagar otra cosa». Y un elevador ayudaría a muchos. «Ya no es solo por mí, ¿toda la gente mayor va a tener que cambiarse de piso?», se pregunta.