«Abrimos la puerta y la casa se llenó de humo. No lo dudé y salté por la ventana»
Los vecinos del número 2 de la calle Portu y los bloques cercanos retratan el sobresalto del incendio y el miedo de la noche entre las llamas
Jazmín Romero, Eva Molano y Jesús J. Hernández
Lunes, 17 de julio 2023, 01:39
Leire Martínez decidió acudir la noche del sábado a una pequeña fiesta en casa de unos amigos para celebrar la víspera del día grande en ... Barakaldo. La cita era en el número 2 de la calle Portu. Primer piso. Un bloque que pocas horas después abriría los informativos y llenaría las primeras páginas, un portal que todos conocerían como «el del incendio». Ella y sus cinco amigos tomaron algo juntos en aquella casa y echaron unas risas hasta que, de pronto, un gran estruendo los condujo de golpe a una pesadilla. «Abrimos la puerta para ver qué había sido aquel ruido tan grande y la casa se llenó de humo en segundos». Ella y sus amigos reaccionaron con rapidez. «No lo dudé un segundo. Abrí la puerta de la cocina y, sin pensarlo dos veces, salté por la ventana».
Sus amigos siguieron sus pasos y saltaron por la misma ventana. Encontraron en la calle a algunos vecinos que habían salido de sus casas alarmados por sus gritos al huir del fuego. «Nos ayudaron a llegar al otro lado de la calle», explicó a ELCORREO en la mañana de ayer, cuando pudo regresar al primer piso para recoger su documentación. Llevaba los brazos vendados y también los dedos de un pie. «Por el golpe de la caída». Le habían curado las heridas en el hospital San Eloy, adonde la derivaron los equipos de emergencia. Los seis amigos se dolían de varios golpes y arañazos y arrastraban esa consciencia que deja saber que uno se ha salvado por los pelos.
Muchos vecinos de los bloques cercanos pasaron la noche en vela. Aixa Darame, de 19 años, se ha mudado a la zona con su madre hace dos meses. «Se escuchaba el sonido de los platos reventándose y a la gente gritando '¡Fuego! ¡Fuego!'. He cogido a los perros y hemos salido fuera. Hemos visto a dos niños con quemaduras y a su padre con la espalda fatal y llena de sangre», relataba a la mañana. Estaba todavía en pijama y envuelta en una manta porque formaba parte de esa treintena de vecinos evacuados. Su amiga, Aixa Pérez, de 17 años, había dormido con ella. «Era de película. Gente tirándose por la ventana y por el balcón. Había muchísimo fuego. Se ha caído todo. Era imposible estar en casa por el humo y por el fuego».
Los gritos de alarma despertaron en plena noche a Antonia García, que tiene 85 años y vive sola en un segundo del bloque de enfrente. «Estaba durmiendo y escuché los gritos, cada vez más. Los bomberos nos tocaron los timbres diciendo que bajáramos, que estaba ardiendo la casa de enfrente. Bajé con una vecina. Nos llevaron al colegio Larrea», contaba. Ayer regresó a su casa acompañada de un ertzaina para recuperar sus medicamentos para el corazón. «Pobre gente la que se ha quedado sin nada».
La boliviana Verónica Virgoso reside en el bloque 4 de la calle Portu, junto al inmueble incendiado. Estaba despierta, hablando con su familia por internet. «He visto las llamas y he avisado a todos los vecinos para que salieran», contaba sacudiéndose ese frío destemplado del miedo con una bata azul.
Un vídeo de lo que queda
Donde todos ven rescoldos y ruinas, algunos ven todavía su casa, un hogar que ha desaparecido entre las llamas en pocas horas. Mónica Laguna es amiga de una familia que vivía en el piso superior al incendiado y les estaba grabando ayer uno de los vídeos más tristes de su vida. «Están fuera de vacaciones. Cuando vengan, no tienen casa». Tienen cinco niños y aún no saben dónde les realojarán a su vuelta. Se aferrarán, como cualquiera ante un caso trágico, a que sus perdidas son sólo materiales. Lo único irreparable es la vida de Egoitz, el chico que ha muerto. José Antonio Mieza, que vive en el cuarto del portal 5 de la calle Pormetxeta, le conocía y le retrata como «muy majo y muy amable». «Siempre le veíamos a través de nuestras ventanas estudiando. Vivía con su madre. Es una gran tragedia», se dolía.
«Se escuchaba el sonido de los platos reventándose y a la gente gritando «¡Fuego! ¡Fuego!»
Los vecinos de esta comunidad, así como los del número 7 de la misma calle, también fueron evacuados de sus viviendas. Comparten patio y las llamas quedaban a muy pocos metros de su fachada. El aire huele todavía a quemado. Charo Ruiz, bajó por su propio pie. «Todas las ventanas estaban reventadas del calor y las llamas llegaban hasta mi casa. No me quito el susto», confesó a este diario. Luego añadió una de esas estampas de las que uno no se olvida en la vida. «He oído el impacto, el 'bum' de la caída de un hombre que estaba bajando por un tubo y que se ha soltado, y un alarido de dolor». Estuvo hasta pasadas las cuatro de la mañana en la calle antes de ser trasladada al colegio Larrea. Sobre las once de ayer, pudo volver a casa. Los bomberos le pidieron que no abriera todavía las ventanas.
Lourdes Iglesias vive en el número 5 junto a su marido, su hijo y su madre. «A las 3 de la mañana vino el del quinto, que ha ido avisando a todo el mundo. ¡Salid, salid, que hay un incendio! Al abrir la ventana eran todo llamaradas. Yo he despertado a mi marido y a los demás y nos hemos ido». Todos salieron con lo puesto. «No he pensado ni en el móvil. Daban miedo los gritos que se oían de la casa de enfrente. Muchos gritos». Su marido, José, vio a «tres personas que han saltado por el balcón porque las escaleras se habían desintegrado. Podía haber sido aún peor porque toda la manzana son edificios de madera. Si llega a haber viento, yo no sé». Todos cuentan su historia pero ninguno acierta a explicarse cómo ha podido sucederles. Un mundo, en unas horas. Las que convirtieron el número 2 de la calle Portu en el portal del incendio.
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