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Ricardo Navia y Asier Azkarraga, junto a miembros de la plataforma Berri Otxoak.
Dos vecinos de Barakaldo elevan al Ararteko su desalojo de una casa pública ocupada

Dos vecinos de Barakaldo elevan al Ararteko su desalojo de una casa pública ocupada

Residen con sus hijos menores en un edificio sin uso que el Ayuntamiento ofreció hace meses para acoger a refugiados sirios

erlantz gude

Martes, 29 de diciembre 2015, 01:23

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Dos vecinos de Barakaldo se personaron ayer ante el Ararteko para intentar frenar su desalojo por parte del Consistorio fabril de un edificio público sin uso que, ante la falta de otra alternativa, esgrimen, ocuparon hace meses en la calle Murrieta, junto a la estación de tren. Ricardo Navia y Asier Azkarraga acudieron acompañados de representantes de la plataforma contra la exclusión social Berri Otxoak y una veintena de personas que se parapetaron frente a la sede del Defensor del Pueblo tras una pancarta en la que expresaban su oposición a los desahucios.

Un portavoz del colectivo leyó un comunicado en el que señaló que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, «al que hemos recurrido, ha paralizado diferentes desahucios hasta procurar desde las administraciones una alternativa habitacional a los afectados». Y adujo que el Ararteko, «en una recomendación realizada el 8 de abril, exhortaba a las instituciones a la obligada consideración del interés superior del menor en la políticas públicas», en alusión a los cuatro hijos de Ricardo y su pareja, a los que se debe sumar una adolescente que, según el propio afectado, pasa estas fechas alejada de la casa de Murrieta.

Los dos residentes en riesgo de desalojo y el portavoz de Berri Otxoak fueron recibidos en la oficina del Ararteko, donde expusieron su caso. La plataforma social puso el acento en que la posible expulsión podría materializarse estas mismas navidades, «desde el 1 de enero». El bloque en el que residen fue cedido en 2002 por el Ayuntamiento de Barakaldo a la Diputación y hasta hace año y medio se usaba como centro de acogida de menores. Ahora se prevé reutilizarlo para alojar a refugiados sirios.

Ricardo Navia explica que se trasladaron al edificio cuando desahuciaron a una mujer con la que él y su familia compartían vivienda. Allí también vivía otra de las residentes de la casa de Murrieta, que ayer no pudo desplazarse hasta la sede del Ararteko por motivos de salud. El inquilino asegura que cuando ocuparon el inmueble, «el 21 de septiembre», informaron a la Policía local, y apunta que está tramitando el papeleo para beneficiarse de prestaciones sociales, aunque su prioridad es encontrar un empleo estable, ya que trabaja «a rachas».

Apoyo vecinal

Navia confía en que el Hogar Murrieta sea una alternativa transitoria para él y su familia, mientras mejora su situación, y señala que tanto él como su pareja no pueden instalarse en los domicilios de sus padres porque viven en otras comunidades. Está convencido de que las posibilidades de reengancharse al mundo laboral pasan por quedarse aquí.

Agradecido por el respaldo de residentes y comerciantes de la zona, «que nos ofrecen ayuda», admiten que en el vecindario también se escuchan voces discrepantes.

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