«Salimos adelante, pero los puestos que cierran en los mercados de Getxo nadie los quiere»
El mercado de Algorta se mantiene con una docena de comerciantes, mientras en Romo solo sobreviven una pescadería y una carnicería
Cambios de tendencias a la hora de comprar, un horario más reducido que el de las grandes superficies y hacer frente a un canon municipal. Los comerciantes que todavía hoy en día siguen fieles al modelo del mercado de abastos son unos auténticos supervivientes. La superficie de Las Arenas no resistió la embestida y echó la persiana en 2010 tras 45 años de actividad, en el de Romo solo se mantienen dos puestos y el de Algorta es el más grande con diecisiete locales, aunque sólo doce están ocupados. El Ayuntamiento ha abierto en el centro un espacio para que los artistas locales puedan enseñar sus obras y los clientes disfrutarlas.
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Miren Bergara lleva «diecisiete años» al frente de una de las pescaderías que alimentan el municipio. Es la primera con la que se topa uno cuando accede al céntrico edificio de Algorta, que paradójicamente convive con un supermercado en la planta baja. Ella ha sido testigo durante estos años de cómo iban cerrando negocios, aunque por suerte en su caso «salimos adelante». «Estamos una docena, antes había muchos más, la gente no quiere meterse en una inversión de este tipo, nadie sustituye a los que se van jubilando», lamenta.
Su clientela es de «personas mayores, algún hijo viene... pero pocos. Los jóvenes compran todo junto», comenta. Sobre todo, mujeres jubiladas que siguen apostando por la «calidad» y que cocinan con esmero, sin prisas, como se suele decir, a fuego lento. María Jesús es una de esas clientas que lleva «toda la vida». «Cuarenta y cinco años» para ser exactos. «Siempre he comprado en este mismo puesto, antes estaba en la planta de abajo», recuerda. Se mantiene fiel. «Como sé que mis hijos siempre están corriendo, el sábado les pongo pescado bueno de aquí para comer», señala.
A unos metros se ubica la carnicería de Enrique Mardaras. Lleva cuarenta años al pie del cañón. «Aquí encaja todo, el producto fresco y la marca blanca, hay gente que va a un lado y luego al otro. Es como cuando tienes un bar y ponen más en la misma calle, creas ambiente», considera. «El que quiere cosas de calidad y ricas, busca y viene aquí. Estoy muy contento con la clientela que tenemos», afirma la que es la segunda generación del puesto.
En Romo
El caso de MerkaRomo es distinto porque es «privado», aunque el concepto de un grupo de minoristas en el mismo recinto es igual. No es el retrato de lo que llegó a ser. Solo queda una pescadería y una carnicería. Hoy en día un pequeño cartel anuncia en el exterior las ofertas del día. Aún así, tiene su público fijo. De cierta edad y mayoritariamente femenino. «Vengo siempre a comprar, sobre todo pescado, viene gente, la calidad es muy buena y llevo años, al supermercado voy a otras cosas», comenta Mertxe Tellitu.
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«Estamos a tope, el cliente es de toda la vida, pero es cierto que los que cierran ya no abren, van haciendo oficinas, otros negocios...», afirma Josetxu García, que lleva «36 años» con la persiana levantada. «La pescadería y yo llevamos 10 años solos, antes había pollerías, fruterías... Alrededor hay seis supermercados, así es muy difícil», comenta. Ana Gorosabel, es la cuarta generación de pescateros. «El que quiere calidad viene aquí, yo no compro por teléfono, voy todos los días a Mercabilbao y revuelvo todo para mis clientes», resume.
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