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Un muy buen plan de sábado: manifa, shopping y pintxopote. Compromiso social, consumo y diversión se dan la mano. En realidad, lo de la manifestación por delante no hace ni falta, pero enriquece el mix y le da contraste.
El centro de Bilbao pone fácil ... este plan por la concentración creciente de comercio y hostelería, que conforma un ecosistema propicio para pasar el rato así, gastando dinero de un modo sostenible porque se puede ir caminando a todos lados. Ahí están las grandes cadenas de ropa barata producida en masa por emprendedores locales asiáticos en un ambiente intergeneracional. Son los precios tan asequibles que hasta se puede ir a comprar con una cesta, como a granel. Es muy cómodo. Y a menudo no hace falta ni probarse las cosas porque si al llegar a casa notas que no te quedan bien no tienes más que venderlas luego por Vinted o Wallapop.
Las prendas son maluchas y duran cuatro días, algo muy de agradecer porque así hay que renovar vestuario a menudo y nadie se queda anticuado, descolgado de las tendencias. Constantemente atraviesan el planeta millones de contenedores, cortando la mar, para que podamos divertirnos. Unos traen ropa nueva, y otros se llevan la vieja para compartirla con los países pobres, sobre todo con los africanos.
Después de las compras llega el momento del pintxopote. Hay muchos bares y restaurantes también en el centro de Bilbao que son muy acogedores. La mayoría ya están decorados con maderas claras y luces indirectas, de aspecto muy nórdico y funcional. Otros utilizan sillas viejas, como las del instituto, que parecen sacadas de la basura. Esos sitios, lo mismo que las tiendas, están llenísimos de gente. Es como si todo el mundo quisiese estar allí.
Mientras tanto, en los barrios el ambiente está un poco mustio. La mayoría de los tenderos que le conocen a uno por el nombre de pila han tenido que cerrar sus negocios porque, claro, les entra poca gente al local. Y los bares a los que uno se podía acercar para ver al personal sin haber quedado antes con nadie también van echando la persiana porque el personal se ha ido al centro, a los bares de madera clara y luces indirectas, a donde están también las tiendas de moda y las luces brillantes.
Hay que protestar
Que pase esto ya no está tan bien porque las calles del barrio pierden aliento, parecen más oscuras e inseguras. La gente que se ganaba la vida con el comercio de proximidad y con la hostelería de batalla se ha quedado sin negocio porque ese dinero se va para las grandes cadenas, que son las únicas que se pueden pagar los alquileres en el centro. Y todo se va haciendo más uniforme, más impersonal, más aburrido y, bajo el maquillaje recargado y la parafernalia estridente, más triste.
Por supuesto, la culpa es de las grandes multinacionales, de los del Ibex, de los multimillonarios del sector tecnológico, del grupo Bilderberg, del Ayuntamiento de Bilbao, del Gobierno de la nación, de los fondos de inversión, del FMI, de Von der Leyen y de la banca, elementos contra quienes deberíamos manifestarnos cualquier sábado de estos.
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