
Campeones en silencios
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Análisis ·
La falta de explicaciones, incluso en asuntos de dominio público, se ha vuelto casi una costumbre en instituciones como el Ayuntamiento de BilbaoEl Ayuntamiento de Bilbao está perfeccionando un rasgo de carácter que viene cultivando con pasión, casi con saña, durante los últimos años: el silencio. Sí, un silencio que se ha convertido en eso, en una cualidad que de algún modo ha llegado a identificar y ... definir el desempeño municipal.
Algunos ejemplos: ¿Cuál ha sido la respuesta del Ayuntamiento cuando la oposición ha desvelado con detalle minucioso las condiciones en las que se va a ceder parte de la Alhóndiga a La Caixa? Ni confirmar ni desmentir; el silencio. ¿Y cuando se le ha preguntado qué pasa con la ambiciosa ciudad del cine de Punta Zorroza que lleva casi un año de retraso? El silencio. ¿Y sobre la alternativa para el frustrado proyecto de La Nueva Casilla que llevamos meses esperando? El silencio. Es este un modo de estar en el mundo que ni es desconocido ni inesperado. Es algo bastante frecuente, asumido con triste resignación por los medios de comunicación, por los partidos de la oposición, por las asociaciones vecinales, por los colectivos profesionales y en general por quienes acostumbran a entrar en esta órbita para pedir explicaciones por algo.
Es como que los dirigentes municipales viesen en cada pregunta una amenaza, en cada manifestación de interés desde el exterior una vía de ataque. Durante los últimos meses ese hermetismo ha merecido en varias ocasiones el reproche de la autoridad vasca que vela por la transparencia en las administraciones públicas.
También hay que matizar que, en términos generales, hay distintos tipos de silencio. Está el silencio reflexivo, informado y prudente, que es un poco como el ejercicio de la autoridad en reposo. Existe también el silencio hueco y desorientado de quien vive alejado de las respuestas y de la realidad de las cosas. Y, en tercer lugar, está el silencio desconfiado, adobado con inseguridad y titubeo. Este último tiene sus riesgos. «El temor y la desconfianza atraen las ofensas, y aun las invitan», decía Montaigne en sus Ensayos, aunque igual no tenía razón.
¿Qué tipo de silencio es el silencio municipal? Está claro. Y denota cierta forma de patrimonialización de lo público, como confundiendo la gestión de las cosas comunes con su propiedad. Como si el consejero delegado de una empresa le escatimase información al consejo de administración, a los accionistas, a los dueños.
Sorprende no tanto esta manera de proceder -a veces las administraciones deben ser discretas, claro está-, como la frecuencia, el hábito adquirido, la recurrencia en la opacidad. Incluso en cuestiones que ya están sobre la mesa, en el debate público, bajo la lupa. Porque una cosa es que alguien no quiera compartir la pelota, y la oculte; y otra muy distinta es que la pelota ya esté en el campo, rodando, con todo el mundo mirándola, y el jugador crucial parezca fijar la vista en el infinito, avanzando hacia la banda, como preguntándose, ¿dónde está la pelota? ¿de qué pelota me habla usted? ¿qué es una pelota?
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